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Sus discípulos dicen que siempre conservó su sencillez pese a que recibió importantes reconocimientos como el Martin Diskin Memorial Lecture, en 2007, que destacó su compromiso como académico y activista

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El eterno provocador

A sus 83 años murió Orlando Fals Borda, considerado el padre de la sociología moderna en Colombia.

16 de agosto de 2008

A Orlando Fals Borda toda la vida le tocó lidiar con los rótulos que le ponían. En los años 50, cuando regresó al país después de haber estudiado en Estados Unidos, los sectores conservadores reaccionarios consideraron 'peligrosa' su inclinación modernizadora y lo tildaron de revolucionario. Una década después, los estudiantes y los profesores radicales de izquierda de la Nacional lo acusaron de imperialista, por haberse graduado en universidades norteamericanas y haber conseguido aportes de la fundación Ford para la facultad de Sociología. Paradójicamente, el Estado lo tenía por marxista, al tiempo que los marxistas dogmáticos lo miraban con recelo. Lo llamaron desde comunista y guerrillero hasta agente de la CIA y hereje. Con el buen humor que lo caracterizaba contaba que el cardenal Luis Concha Córdoba una vez lo roció a él y al departamento de sociología con agua bendita para expulsar al demonio, entre otras cosas, por ser protestante.

"Aunque su vida desde afuera pueda parecer contradictoria, él siempre fue un hombre coherente", opina el ex candidato presidencial Carlos Gaviria, su amigo y colega, pues hasta su muerte, ocurrida la semana pasada, fue presidente honorario del Polo. "Él estaba comprometido con la construcción de una sociedad más justa, igualitaria, y no veía problema en que tanto del marxismo como del cristianismo salieran aportes para esa empresa", dice Gaviria. Según Fals, el adjetivo que mejor lo definía era "socialista y demócrata raizal", pues estaba convencido de que antes que importar modelos de afuera se debía mirar las costumbres de las comunidades indígenas, afrocolombianas y campesinas del país, de las que destacaba su germen socialista.

"Eso de raizal es socialismo con ñame", recuerda haberle dicho su ex alumno Álvaro Camacho, en referencia a su costeñidad irredimible. Camacho siempre admiró a su profesor por haber introducido una sociología moderna científica "alejada del tradicional intelectualismo decimonónico. A él no le gustaba la carreta sino la práctica".De hecho, no era la típica eminencia que dictaba una conferencia magistral. Él prefería sentarse en los pupitres junto a sus estudiantes, mientras conversaba con ellos sobre el tema que más lo apasionaba: los campesinos. Por eso varias veces los invitó a Saucío, esa vereda de Cundinamarca que años atrás le abrió los ojos sobre la realidad de los sectores populares del país.

A finales de los años 40, al no poder conseguir un trabajo que le gustara, Orlando no tuvo más remedio que emplearse en las obras de la represa del Sisga. "Su labor consistía en llevar los números y en cosas de contabilidad, nada que ver con él", cuenta Alfredo Molano, otro de sus pupilos. "Se hospedaba en la Hacienda Las Julias, que era de un terrateniente y fue el primer lugar donde sintió emocionalmente el campesinado. Como buen barranquillero, estaba acostumbrado a ver personajes abiertos y rumberos, por eso esos hombres enruanados que miraban por debajo del sombrero le llamaron la atención y entabló con ellos una relación muy estrecha". Fue allí donde, gracias a su labor, introdujo por primera vez la idea de la Acción Comunal.

Vivir de cerca las desproporciones en la distribución territorial lo motivaría a escribir dos de sus clásicos, Campesinos de los Andes y El hombre y la tierra en Boyacá. Luego trabajaría en el establecimiento como director del ministerio de Agricultura. Pero de allí también nació su sello como sociólogo, el ser un científico comprometido que no se conformaba con estudiar una sociedad, sino que su objetivo era que el conocimiento sirviera para transformarla. "Se preocupaba por que en la relación de los investigadores con sus sujetos de estudio, estos últimos tuvieran voz", afirma la antropóloga Miriam Jimeno en referencia a la Investigación Acción Participativa (IAP), una metodología que creó en Colombia, que se ha aplicado en todo el mundo y que se expresó en su obra monumental Historia doble de la Costa.

En 1959 Fals Borda fundó la primera facultad de Sociología de América Latina en la Universidad Nacional, con su amigo el sacerdote Camilo Torres. "Eran verdaderamente camaradas y creería que en algún momento Orlando sintió cierta culpabilidad de no haberlo acompañado a la guerrilla. Su muerte lo radicalizó, pero la verdad es que no era un hombre de armas", asegura Molano. Otro de los momentos difíciles fue su salida de la Universidad Nacional por las presiones de los radicales izquierdistas. "Él se ajustaba al dicho de que nadie es profeta en su tierra porque gozaba de gran reconocimiento internacional, mientras que aquí muchos de sus colegas trataron de desprestigiarlo. Su exilio académico duró varios años, pero afortunadamente regresó, fue reivindicado y recientemente el alma mater le otorgó el Doctorado Honoris Causa", cuenta Fabián Sanabria, decano de la Facultad de Ciencias Humanas.

Pero pese a las críticas, Fals nunca perdió su capacidad de escandalizar. Ni siquiera cuando en 1962, junto con monseñor Germán Guzmán Campos y el abogado Eduardo Umaña, publicó una monografía titulada La Violencia en Colombia. En una época en que se quería hacer borrón y cuenta nueva y pasar esa página de la historia, los autores se atrevieron a producir "su angustiado grito de denuncia", en palabras de Fals, una especie de juicio histórico a las elites nacionales. Fue tal el revuelo por el lanzamiento del libro, que él contaba que habían tenido que esconderse porque el gobierno decidió sacar las tanquetas a las calles. Desde la revista Alternativa, que creó con Gabriel García Márquez, Enrique Santos Calderón y Antonio Caballero, también desafió al establecimiento. Un episodio que recordó con terror hasta el final fue cuando su esposa, la reconocida socióloga María Cristina Salazar, fue torturada en prisión varios meses, luego de que las armas que el M-19 robó del Cantón norte aparecieron en un lote del que ella figuraba como fiadora. "Fals también estuvo preso y lo tuvieron dos días en un patio de pie sin que le permitieran sentarse. Pero ellos no eran militantes de la guerrilla", relata Molano.

Sin embargo, cuando el grupo se desmovilizó, el profesor se unió al movimiento político Alianza Democrática M-19 y como parte de esa colectividad fue miembro de la Asamblea Constituyente de 1991. Desde ese espacio luchó por las minorías étnicas y un mejor ordenamiento territorial que aunque fue aprobado, nunca se reglamentó. "Su idea era descentralizar el país y organizarlo en provincias respetando las autonomías de manera que los reclamos de los pueblos recibieran soluciones acordes con su cultura y sus necesidades", explica el antropólogo Jaime Arocha.

Quienes lo conocieron cuentan que se quedó con las ganas de ver un acuerdo de paz y una reforma a la estructura agraria del país. Que era crítico, pero "no de lo amargados, sino de los propositivos", aclara Jimeno. Que era un apasionado de la música, compositor de algunas piezas, amante del fandango y vallenatólogo consumado, aunque de baile, poco. Que le encantaba meterse en los rincones más recónditos del país y rodearse de jóvenes, "murió siendo joven, incluso manejó su carro hasta hace poco", cuenta Sanabria. Que había sido admirador de Alfonso López Pumarejo y que orgullosamente hacía parte de la minoría antiuribista. Que le gustaba mamarles gallo a los poderosos para que no se sintieran tan poderosos; pero también se reía de sí mismo: "en todo partido de izquierda que ha fracasado en Colombia he estado yo".