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EL GRIEGO DE ORO

Peter Evans, el autor inglés de las biografías de Brigitte Bardot y Peter Sellers, descubre ahora la leyenda que rodeó la vida de Onassis

15 de febrero de 1988

Siempre le tuvo terror a la oscuridad. Cuando era niño, en Karatass, un suburbio costero de Esmirna, despertaba en la madrugada y contemplaba cómo el crucifijo que horas antes estaba bien clavado a la pared, comenzaba a flotar y moverse como un fantasma, asustándolo, dejándolo mudo e inmóvil, sudando frío mientras recordaba las palabras amenazantes de la abuela contra el pecado.
En los más lujosos hoteles del mundo, en su yate "Cristina" que era un palacio flotante, en las casas y apartamentos que tenía en casi todas las capitales del mundo, este hombre se despertaba junto al cuerpo tibio de la mujer que estaba pasando la noche con él, abría sus pesados párpados y miraba la oscuridad, todavía con el terror de esos años junto a una abuela que lo crió al morir la madre.
Esta sicosis, sumada a otros temores, hicieron de Aristóteles Sócrates Onassis un hombre extraño, mezcla de vulgaridad, arribismo y ambición, protagonista de un libro revelador escrito por el periodista Peter Evans y editado en castellano por Planeta.
La historia comienza en enero de 1900 y habría de culminar 75 años después aunque, en un gesto de orgullo infantil, Onassis aseguraba a todos y así constaba en sus numerosos pasaportes que había nacido seis años después. Comienza ahí, en Karatass, en la costa de un país llamado Anatolia que después sería parte de Turquía. El padre, Sócrates, era un turco con alma griega y al morir la madre, el niño quedaría no sólo en manos de la abuela sino también bajo la influencia del tío Alejandro quien le inculcó las ideas sobre lealtad, venganza, amor y desafío permanentes que harían parte de su carácter. Paralelamente el padre le enseñó los trucos del comercio y le dió un consejo clave para su vida de pirata financiero: "Anota en una libreta lo que sepas de una persona y así podrás conocerla mejor, cuánto tiempo tendrás que dedicarle". Deportista, aficionado a la natación, desde temprano desarrolló un torso formidable que llamaba la atención de todos, mientras él hacía ostentación de sus músculos.
Al presentarse cambios políticos y militares en el gobierno turco, los nuevos gobernantes con ideas nacionalistas desataron una cacería de griegos, matándolos, deportándolos asesinando a tres tíos de Onassis y haciendo desaparecer otros parientes.
En medio del caos, el hambre y el dolor, el joven se hizo amigo de un oficial turco con quien aprendería lo necesario para sobrevivir en ese infierno desatado por los invasores. Desde temprano se aficionó a las frases. Tenía una: "para zafarse de una situación o para entrar en un asunto, el secreto está en moverse a la velocidad adecuada". Y así lo hizo, buscó la protección del vicecónsul norteamericano, logró salir de Esmirna, llegó a la isla de Lesbos, pasó hambre y frío hasta cuando encontró a la esposa del padre y sus hermanas.
A los 23 años pisó por primera vez suelo continental de Grecia y acuñó otra frase: "A los funcionarios corruptos les gusta saber que quien les paga, se desprende fácilmente de su abundante dinero" (aunque no lo tuviera, por supuesto), logró liberar al padre del campo de concentracion de los turcos, nadie sabe cómo y poco después se marchó a Buenos Aires en un barco sucio y miserable, lleno de ansiosos inmigrantes. En esa ciudad compartió un pequeño cuarto con un primo lejano y su mujer, en La Boca. Pasó hambre de nuevo y cuando ya no aguantaba más consiguió trabajo en la compañía de teléfonos. Su ambición se hizo notoria y un compañero decía: "El único momento en que sabes lo que Onassis tiene entre las manos, es cuando va a la letrina".
Se asoció a un club, "El Remo" y durante varios meses llevó una doble vida, durante el día trabajaba en la Telefónica y por la noche aparentaba un dinero que no tenía. Una noche, por primera vez, fue a la ópera y se enamoró de la soprano, Claudia Muzio, quien le seriviría de puente para conocer personas influyentes. Comenzó a importar tabaco del Oriente, fracasó y organizó entonces su propia fábrica, con dos marcas, "Primeros" y "Osman" Sostenía tres vidas: su trabajo en la Telefónica, en la fábrica de tabacos y en el club. Para acabar con la competencia, cometía toda clase de trucos sucios y para asegurarse la publicidad de sus productos hizo que la soprano fumara en público sus tabacos. En el libro, muy bien documentado, se analizan las raíces del papel que el sexo siempre tuvo en las actividades financieras de Onassis y cómo, algunos de sus grandes logros los obtuvo a través del cuerpo de una mujer.
Conoció a Alberto Dodero, un multimillonario hijo de inmigrantes italianos y con él entró a los más altos círculos sociales y financieros argentinos, incluyendo a Eva Perón, con quien sostendría un fugaz romance. Otra de sus frases de entonces resume bien su ubicación: "Sólo yo y Dios podemos conseguir algo de la nada".
A los 28 años su comercio con Grecia llegaba a los 2 millones de dólares, unos 9 millones de los actuales. En 1931 el gobierno griego lo nombró Cónsul suplente en Buenos Aires mientras, sagazmente, dejaba correr la leyenda de sus falsas operaciones de espionaje. Supo que una compañía canadiense estaba vendiendo 10 barcos a 30 mil dólares cada uno. Se fue al Canadá, regateó y jugó con ellos y al final les compró 6 naves, a 20 mil cada una.
Conoció a quien sería uno de sus amores más tormentosos, Ingeborg Dedichen, hija de un naviego noruego y casada dos veces. Ella le preguntó un día: "¿ Por qué cuando llevas smoking pareces un hampón?".
Entre todas las mujeres que tuvo en su vida, ésta le causaría mayores desplantes y conflictos, más que María Callas. Ingeborg contaría después cómo, "le gustaba lamerme entre los dedos de los pies al hacerme el amor, cuidadosamente, como un gato...." pero, los celos, la desconfianza que lo torturaban lo obligaban a escribir largas cartas desde todos los rincones del mundo hasta donde viajaba, contándole a la muchacha cómo, en la soledad de su hotel tenía que complacerse solitariamente mientras la recordaba.
Ya entonces su vida estaba a bordo de los barcos y unos pocos aviones porque destestaba volar. Iba de Atenas a Buenos Aires, de parís a Nueva York, de Londres a Montevideo. No almorzaba y se quedaba con un sandwich mientras leía papeles. Para ahorrarse el costo de los taxis prefería caminar en Londres. Además, se enredaba con el metro.
Aunque se movía en los círculos más exquisitos de Londres, París y Nueva York, además de Buenos Aires, sabía que junto a esos personajes no era nadie pero seguía empujando: "Podía cortarles las piernas a los competidores, en rebanadas, una por una". Transportaba entonces tabaco, cereales y maderas y decidió dar el salto. Descubrió el petróleo y lo que significaba transportarlo. Encargó la construcción del primer petrolero de 15 mil toneladas del mundo a un costo de 800 mil dólares y lo bautizó "Ariston". Tenía 30 años y apenas estaba comenzando. Después ordenaría dos petroleros más.
Regresó a Buenos Aires, sus barcos comenzaron a navegar bajo varias banderas y durante la guerra enfrentó toda clase de restricciones. Las relaciones con Ingeborg eran peores y decidió, gracias a las estrellas con quienes se acostaba, mudarse a Los Angeles y convertirse en uno de los seductores más famosos de Hollywood. Paulette Godard, Simone Simón y Verónica Lake se contaban entre sus conquistas. Enloqueció con la belleza fría de Geraldine Spreckles mientras Edgard Hoover, director del FBI, enviaba cartas a todas partes acusando a Onassis de espía fascista. Comenzó a golpear a su amante e Ingeborg aparecía en todas partes con el cuerpo lleno de moretones y heridas. Confesó entonces que los golpes a las mujeres le producían placer sexual.
Se enamoró de quien sería su primera esposa, Tina Livanos, una británica nacionalizada norteamericana. Stavros Niarchos, su gran rival en barcos y petróleo estaba casado con la hermana de Tina, Eugenie, quien se suicidaría después. Niarchos, años después, se casaría con Tina, de quien también enviudaría.
En diciembre de 1946 se casaron y durante la luna de miel en Buenos Aires, Onassis iría a la cama con Eva Perón. Bebía demasiado y desarrolló su teoría de la "OPM" (Other People Money). Ya lo llamaban "El griego de oro". Alejandro, su hijo mayor, nació en abril de 1948. Cristina, en diciembre de 1950. Tenían casas y apartamentos en Nueva York, Buenos Aires, Atenas, París y en el sur de Francia, un castillo con 42 habitaciones y más sirvientes que en el Palacio de Buckingham.
Acusado por el gobierno norteamericano de siete cargos, lo detienen durante 40 minutos y sale con una fianza de 10 mil dólares. Había firmado un acuerdo secreto con Arabia Saudita para transportar petróleo, saltándose acuerdos internacionales y provocando la reacción de sus competidores. Ese acuerdo sería rescindido después.
Sus barcos cazan cuanta ballena encuentran, no importa el tamaño y el presidente Odria, del Perú, encabeza una campaña para frenar sus abusos. Se hace amigo de Rainiero, invierte en Montecarlo, son famosas sus fiestas en el "Cristina" donde impera la vulgaridad: los asientos del bar están forrados con prepucios de ballenas y una noche le dijo a Gretta Garbo que se encontraba sentada sobre el pene más grande del mundo. Contrató un publicista para que mejorara su imagen. Sirvió de celestino para casar a Marilyn Monroe con Rainiero pero éste se hallaba más interesado en Grace Kelly. Los balleneros del mundo reunidos en Tokio lo atacaron por las matanzas que provocaba.
En 1956 conoció a su ídolo de siempre, Winston Churchill y su primer encuentro fue desastroso. Entró al negocio del transporte aéreo con su propia línea y un año después conoció al senador John Kennedy y su esposa Jackeline. Mientras tanto los niños permanecían abandonados entre secretarios y niñeras, cultivando numerosos traumas. A los 10 años de edad, Alejandro ya tenía 50 trajes en su ropero y como regalo de cumpleaños recibió una lancha rapidísima.
Conoció a quien sería el tormento de su vida, María Callas y esta relación provocó el divorcio de sus respectivos cónyuges. Malhablado, en todas las reuniones contaba detalles de lo que la Callas le hacía cuando recorrían Londres, de madrugada y a bordo de un Rolls. Jackie perdió su tercer hijo, pasó unas vacaciones en el "Cristina" en medio de la desaprobación de sus familiares y en noviembre el Presidente era asesinado en Dallas y Onassis era invitado como huésped de la casa Blanca durante los funerales. Tendría que soportar las burlas de Bob y las hermanas. Lloró la muerte de Churchill, peleaba públicamente con sus socios, las relaciones con la Callas empeoraron y comenzó a verse secretamente con Jackie Kennedy.
La familia del difunto estaba recelosa de esas relaciones. Lo encontraban vulgar y detestable, capaz de andar en bata a las once de la mañana. Cuando Bob fue asesinado, no fue invitado de nuevo a la Casa Blanca. Jackie hacía campaña para mejorar la imagen de Onassis entre los Kennedy pero era una misión imposible. Todos hablaban de la boda inminente. Los periódicos, la gente en la calle, lo reconfirmaban y luego lo desmentían. Había que salvar escollos religiosos. Muchos censuraban esa relación y los hijos de Onassis reaccionaron negativamente. Se casaron en Escorpio, la isla privada del millonario en octubre de 1968. Los amigos sostienen todavía que de los dos, quien tenía más ganas de casarse era ella. A sus amigos, el marido contaría que durante los primeros meses llegaron a hacer el amor hasta cinco veces una sola noche.
Los Coroneles dieron el golpe en Grecia y Onassis se unió a ellos, por conveniencia. A los dos años de su nuevo matrimonio se fue en busca de la Callas y con Jackie sólo se encontraba en las vacaciones de verano. El mundo asombrado presenció los gastos escandalosos que ella hacia. Una vez firmó un cheque por 10 mil dólares, sólo para ropa. Se presentó el juicio contra el fotógrafo que la acosaba, Ron Galella y Jackie ganó. Alejandro, resentido con el padre que no reconocía su brillante trabajo al frente de la linea aérea "Olimpia", se mató en un accidente en enero de 1973.
La muerte de Alejandro, los problemas síquicos de Cristina, su matrimonio fracasado con Jackie, las peleas con los competidores, los juicios que seguían pendientes, los barcos que ya no rendían como antes, ayudaron a acelerar la declinación del magnate quien murió en marzo de 1975. Un día después del funeral, Cristina subió al puente del yate que tiene su nombre, abrió loa brazos, sonrio tétricamente y saludó a la tripulación. Era la nueva cabeza del imperio.
(Datos y Fotos tomados de "Ari, la vida de Aristóteles Sócrates Onassis", por Peter Evans, Planeta).