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EL HOMBRE DE LAS URNAS

El registrador nacional, Orlando Abello, se enfrentó al reto de sacar adelante las elecciones más difíciles de los últimos años.

24 de noviembre de 1997

Si en el pasado reciente la expectativa ante la elección de alcaldes, diputados, gobernadores, concejales y ediles giraba en torno del fenómeno de los antipolíticos, en esta oportunidad la atención del país,además de la enorme cantidad de alternativas que ofrecía el proceso político como tal _por la proliferación de candidatos cívicos y la dispersión de los partidos_, estuvo centrada en la tensa situación de orden público. La delicada coyuntura, motivada entre otras cosas por las tradicionales amenazas de saboteo de la guerrilla, pero alimentada por el retiro forzado del 10 por ciento de los candidatos a las alcaldías municipales ante la intimidación de las Farc y el ELN, hacía muy complicada la organización de la jornada electoral. De hecho, antes del domingo, de los 1.071 municipios colombianos 24 se habían quedado sin listas para Concejo y 96 sin candidatos a la alcaldía, mientras 22 no tenían ni lo uno ni lo otro. En medio de estas circunstancias la labor de la cabeza del proceso electoral, el registrador nacional, Orlando Abello, se tornaba especialmente delicada. Si la situación de orden público era difícil antes de las elecciones, lo era aún más asegurar que el domingo todo funcionara. Al fin y al cabo una cosa era medírsele a organizar desde la Registraduría unos comicios que respetaran a cabalidad el espíritu democrático, y otra garantizar que no se presentara ningún obstáculo al normal desarrollo del proceso electoral. Discutiendo poco y trabajando mucho, Abello se dedicó a cumplir con su labor. Consciente de su responsabilidad ante el país, le metió el hombro a un proceso que le ocasionó más de un dolor de cabeza. Apoyado en una eficiente tecnología y con una inversión cercana a los 60.000 millones de pesos, la Registraduría le hizo frente a unas elecciones particularmente excepcionales por el número de candidatos inscritos, con la instalación de más de 9.000 puestos de votación y de cerca de 54.000 mesas, además de la participación de 350.000 jurados y el apoyo de 13.000 funcionarios.Más allá del problema de orden público, algo que superaba las funciones de su cargo, lo cierto es que Orlando Abello enfrentó con ímpetu y determinación unos comicios especialmente duros en aras de sostener el mandato democrático constitucional.