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COINCIDENCIA

El hombre duplicado

Esta es la historia de dos escritores homónimos, uno argentino y otro colombiano, que tienen un parecido físico sorprendente. Se conocieron porque los confundieron y hoy están escribiendo una novela juntos.

4 de diciembre de 2010

El argentino Eduardo Bechara Baracat no entendía por qué Valérie, la joven francesa de quien se había enamorado en El Cairo, le escribía correos electrónicos que titulaba La novia del torero: "¿Qué me quiere decir? No me siento un torero, y si lo fuera, sería pésimo", pensaba. Eduardo suponía entonces que ella se consideraba su novia y que lo veía a él como un matador. "Puedo ser tu torero si vos querés", le escribió en uno de sus mensajes de respuesta.

Tuvieron que pasar años para que Bechara se diera cuenta de que la chica, por quien tenía sentimientos muy fuertes pese a que la relación se había basado en un intercambio de e-mails, no estaba completamente enamorada de él. O, más bien, estaba en parte enamorada de él y en parte, de un novelista bogotano homónimo (Eduardo Bechara Navratilova), autor del libro llamado La novia del torero. La joven pensaba en ese momento que esa obra era del otro Eduardo. "Valérie tuvo sentimientos por Eduardo Bechara, un escritor sudamericano en conflicto con la vida y la muerte -diría después el argentino de 35 años-. Yo no era él, pero él tampoco podía reclamar su derecho sobre mi sentimiento".

La de Valérie no es la única coincidencia entre los Eduardos. Su parecido físico es, en palabras del colombiano de 38 años, "aterrador". La primera en descubrirlo fue Astrid Bechara Baracat, quien se encontró con el blog de un tipo igualito a su hermano mientras buscaba en Internet la letra de una canción compuesta por él. "Pensé que eras vos cuando vi sus fotos -le dijo por teléfono-. Se las mostré a mamá y quedó sorprendida. Ambos tienen la nariz larga, la frente ancha y la cara afilada; hacen los mismos gestos malencarados y hasta tienen el mismo lunar en la mejilla".

Hoy, los dos autores viven en un apartamento en Córdoba, Argentina, donde escriben una novela a cuatro manos que transcurre en Egipto. Cada uno es "marionetista" de un personaje, el resto lo construyen entre los dos. Al mismo tiempo, el Bechara colombiano, un abogado convertido en novelista, edita los cuentos de su "hermano perdido" y escribe su propia versión del encuentro.

Recuerda que la primera vez que se vieron fue el año pasado en Itacaré, un pueblo bohemio de la costa brasileña donde Bechara Baracat manejaba la Posada Mandala. Meses antes le había escrito, lo había invitado a su hostal para viajeros y le había dicho que su nombre sonaba como un conjuro: "De tanto nombrarlo, apareciste". Este le contestó que debía ir a Brasil por razones personales y que aprovecharía el viaje para visitarlo. Ambos coinciden en que verse de frente por primera vez fue como mirarse en un espejo. "Eduardo es más parecido a mí que yo mismo", aseguran.

Desde entonces, la gente no para de confundirlos o llamarlos gemelos. Los vecinos de Mandala saludaban a Bechara Navratilova como si fuera su conocido y, en Argentina, los amigos de toda la vida del compositor suelen preguntarle si el parecido no será producto de una aventura extramatrimonial de su padre en un viaje a Colombia. Todo indica que eso es imposible. Lo que sí es cierto es que los dos son descendientes de sirios y libaneses que emigraron de Oriente Medio para asentarse en Suramérica. El apellido Bechara, que significa "buenas noticias", viene de una tribu palestina.

Una de las primeras cosas que hicieron cuando se conocieron fue enviar un correo a Valérie, la francesa, para contarle la historia de su equivocación y el increíble encuentro posterior. Pero todas sus cuentas de correo aparecían inactivas. "Valérie me escribió diciendo que le habían diagnosticado un cáncer en el cerebro y que había regresado a París", recordó entonces el argentino. "No saber si ella sigue o no en este mundo es un elemento más para que esta parezca la más ficticia de todas las historias que hemos escrito", dice alguno de los dos, y el otro le responde: "Lo más curioso es que es el cuento más verdadero de todos. La realidad supera la ficción".