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El hombre que tumbó a Nixon

Después de más de 30 años en el misterio, 'Garganta Profunda', la legendaria fuente secreta del escándalo Watergate, salió a la luz en busca de dinero.

5 de junio de 2005

Los investigadores de la historia política reciente de Estados Unidos se han quedado sin su plato fuerte. La semana pasada se conoció la identidad del hombre que ocasionó la única renuncia de un presidente de ese país en su historia republicana. Durante más de 30 años se le conoció por el sugestivo alias de 'Garganta Profunda', el título de una película porno. Pero ahora se sabe que se trataba de Mark Felt, un espía nato que entregó su vida entera al FBI, y que ahora, a los 91 años y cerca de la demencia senil, ha querido reclamar la fama (y el dinero) que merece. Todo está revelado en un artículo de la edición que circula de la revista Vanity Fair, "Soy el tipo que ellos llamaban 'Garganta Profunda", escrito por el abogado de la familia Felt, John D. O'Connor.

Quedaba así develado el mayor secreto de los últimos años en la política norteamericana. Un misterio que comenzó el 17 de junio de 1972, cuando la campaña presidencial estaba en pleno apogeo. Esa madrugada varios sujetos fueron sorprendidos en la noche en las oficinas del Partido Demócrata, situadas en el exclusivo complejo hotelero y de oficinas Watergate, en Washington. Inicialmente se creyó que se trataba de un vulgar robo, pero pronto las investigaciones condujeron a una conclusión sorprendente. El grupo estaba compuesto por cubanos anticastristas, y el objeto de la irrupción era sembrar en el cuartel general demócrata múltiples micrófonos ocultos destinados a espiar sus estrategias electorales.

Como suele suceder en estos casos, pronto nació un interrogante clave: ¿hasta dónde sabía el presidente Richard Nixon, que aspiraba a la reelección, de los hechos de Watergate? Dos jóvenes periodistas del diario The Washington Post asumieron el reto de sacar todo a la luz: Bob Woodward y Carl Bernstein. Su serie de artículos sobre el tema se convirtió en un hito del periodismo investigativo y acorralaron al primer mandatario. Nixon se vio abocado a una moción de impeachment en el Congreso que hubiera conducido a su destitución y, tal vez, a la cárcel. Pero la noche anterior a la sesión decisiva, el presidente se dirigió al país para anunciar su renuncia.

Desde entonces fue un misterio la identidad de la fuente secreta que condujo a los periodistas por el complicado mundo de las intrigas palaciegas de la Casa Blanca de Nixon. Los periodistas se comprometieron a no revelar la identidad de la fuente mientras estuviera viva, y el hombre misterioso hizo lo mismo. La lista de sospechosos estaba llena de personas, algunas obvias y posibles, otras absurdas e increíbles. En ella figuraban el director del FBI, Patrick Gray, la famosísima periodista Diane Sawyer que trabajaba en esa época en la Casa Blanca, el vicepresidente que tomó el puesto tras la renuncia de Nixon, Gerald Ford, William Renquist, presidente de la Corte Suprema de Justicia, y obviamente Mark Felt, entonces subdirector del FBI. Pero además se llegó a especular que 'Garganta Profunda' podía ser el secretario de Estado Henry Kissinger y hasta el hoy ex presidente George H.W. Bush.

A pesar de que no dieron a conocer el verdadero nombre de la fuente anónima, en el libro Los hombres del presidente, los periodistas describieron la personalidad del informante. "Conciente de sus debilidades escondía sus defectos. Era incongruente, un chismoso incurable, cuidadoso de tomar un rumor por lo que era, pero fascinado por él... Podía ser pendenciero, tomar demasiado, extralimitarse. No era bueno escondiendo sus sentimientos, lejos del ideal de un hombre en su posición".

Se creía que solo cuatro personas en el mundo conocían la identidad del informante anónimo más famoso de la historia del periodismo: Woodward, Bernstein, Ben Bradlee editor de The Washington Post y naturalmente el mismo 'Garganta Profunda'. El artículo de Vanity Fair revela que con el paso del tiempo más y más personas fueron descubriendo la verdad. Primero lo supo Yvette La Garde, la compañera de Felt después de la muerte de su esposa durante la década del 80. Luego, en 1999, el tabloide Globe dijo haber descubierto al informante anónimo y que era Mark Felt. Aparentemente la información se había filtrado a través del hijo de Bernstein, a quien se le habría salido en un campamento de verano.

La Garde, quien conocía toda la historia de primera mano, fue a visitar a su amigo. Cuando la hija de Felt, Joan, le abrió ella se precipitó a preguntar por qué Mark faltó a su palabra al revelar la verdad. La sorpresa en la familia del ex agente del FBI fue gigantesca. Nunca imaginaron que aquel famoso personaje era, ni más ni menos, su padre y abuelo.

Pero Mark Felt en ese entonces negó su identidad secreta y declaró al tabloide que él no era el sujeto en cuestión y que si lo hubiese sido "lo hubiera hecho mejor y más efectivamente". Después de admitir la verdad a sus hijos y nietos les pidió que respetaran su secreto. Pero desde entonces Joan, según cuenta el abogado O'Connor, trató de convencer a su padre de revelar la historia para sacar algún dinero. No aceptaba que la gloria y la fortuna quedaran solo en manos de los periodistas.

El abogado asegura que Vanity Fair no pagó un centavo por la historia y que a pesar de las múltiples ofertas para películas y libros que están llegando a los Felt y que ellos seguramente aceptarán, lo que buscaba la familia era una reivindicación histórica para el abuelo. Él no había querido revelarse por miedo a la vergüenza que sentía por lo que hizo. Pensó que muchos considerarían sus acciones como una traición. Pero todo indica que ese miedo es cuestión del pasado, ya que según las declaraciones de su nieto Nick Felt "él recientemente le dijo a mi madre (Joan): 'Creo que la gente solía pensar que 'Garganta Profunda' era un criminal. Pero ahora lo consideran un héroe". La familia pidió a los medios que respetaran el espacio privado de Mark Felt y tuvieran en cuenta su edad y estado de salud, para prevenir las preguntas y el hostigamiento de los periodistas.

Bob Woodward era el único que tenía contacto directo con Mark Felt. El jueves pasado, dos días después de la revelación, publicó en The Washington Post un articulo extenso, que se cree es parte del libro que Bernstein y él escribieron hace tiempo y que pensaban publicar como un homenaje póstumo a 'Garganta Profunda'. Allí relata cómo conoció a Felt años antes de convertirse en reportero y que siempre lo consideró un mentor y un amigo. También cuenta las peripecias que hacían para comunicarse y mantener el secreto, y que el sigilo era tal que se encontraban en un garaje subterráneo en las madrugadas.

Woodward no cuestiona, como muchos hoy en Estados Unidos, las intenciones de Felt para acceder a ser el informante, a pesar de su puesto y de su condición. Se especula que en parte Felt accedió a 'traicionar' al gobierno por el resentimiento que guardaba hacia Nixon por no haberlo nombrado director del FBI después de la muerte de J. Edgar Hoover. Después de muchos años como subdirector, ese puesto parecía destinado para él. Otros dicen que actuó como un buen patriota que ante las irregularidades de una mala presidencia y maniatado a causa de su cargo, decidió actuar por sus propios medios y aprovechar su amistad con Woodward para poner todo al descubierto.

Lo cierto es que él a su edad, y por sus condiciones, probablemente no pueda disfrutar de los frutos de sus actos. Ya no fuma cigarrillo ni toma scotch, como lo describieron Woodward y Bernstein en su libro. Para salir de su casa debe estar acompañado por una enfermera que cuida de él desde que sufrió un derrame cerebral en 2001. Su estado físico y mental se encuentra bastante deteriorado y tal vez ya no es totalmente consciente de lo que está ocurriendo. Héroe o villano, su hija probablemente no volverá a sufrir por la educación de los nietos. Y se puede anticipar que tanto Woodward y Bernstein como los Felt, lograrán buenas tajadas del pastel.