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EL MAL DEL PAPA

Son cada vez más insistentes los rumores de que Juan Pablo II estaría sufriendo el mal de Parkinson.

18 de noviembre de 1996

Para el mundo católico no es un secreto que el Papa Juan Pablo II luce envejecido, cansado y demacrado. Hace unas semanas, los rumores sobre la existencia de un tumor canceroso tuvieron en vilo a millones de fieles. Pasada la cirugía y despejadas las dudas por parte de los médicos, los rumores sobre la enfermedad del Pontífice lejos de apaciguarse se han acrecentado. Aunque los funcionarios del Vaticano lo niegan, el comentario general es que el Papa sufre el temible mal de Parkinson. Pero esta no ha sido la primera vez que se habla del mal del Papa, quien en los últimos 15 años ha tenido que ser hospitalizado en seis oportunidades. La herida sufrida en el atentado de mayo de 1981 produjo en el Pontífice un serio daño a nivel del colon. En la intervención a que fue sometido de urgencia los médicos tuvieron que extirparle parte del intestino delgado. Un mes después Juan Pablo II regresaba al policlínico de Roma por cuenta de una infección intestinal. En los últimos cuatro años, cuando todo el mundo pensaba que las secuelas del disparo del turco Alí Agca habían sido superadas, la salud del Papa ha vuelto a ser noticia mundial. En julio de 1992 fue intervenido para extirparle un tumor del colon que, a pesar de ser del tamaño de una naranja, fue calificado como 'benigno' por el Vaticano. Durante la intervención los médicos descubrieron cálculos biliares y extirparon también la vesícula. En noviembre de 1993, por cuenta de una caída, el Papa se dislocó el hombro derecho, lo cual lo llevó de nuevo al quirófano. En abril del año siguiente una nueva caída le produjo la fractura del fémur y lo obligó a una nueva intervención para implantarle una prótesis de titanio. En diciembre de 1995 el Vaticano suspendió los compromisos del Pontífice debido a 'procesos febriles' que se repitieron a comienzos de este año. Luego, durante su visita a Hungría, tuvo que interrumpir su discurso en la abadía de Pannonhalma para apoyarse en el ábside de la iglesia. Después vino la operación de apendicitis hace dos semanas y, ahora, la inquietud por el extremo agotamiento que refleja en su rostro y los extraños temblores en su mano izquierda han vuelto a poner en evidencia la enfermedad del Papa. El Papa de aceroEso no era lo que imaginaban los fieles creyentes que el 16 de octubre de 1978 escucharon por primera vez el nombre de Juan Pablo II, quien hasta ese día era Karol Wojtyla, un cardenal de Polonia. El alborozo que siguió a su nombramiento no fue precisamente porque se tratara del primer Pontífice no italiano elegido desde 1522. Sino por su edad. Acostumbrados a tener como Papas a venerables y distantes ancianos, el mundo no recordaba haber visto un Papa de 58 años, y menos con una atlética figura que más parecía de un cura rebelde que de un Sumo Pontífice. Entonces el mundo católico respiró aliviado al pensar que acababa de elegir a quien regiría los destinos de la Iglesia en el comienzo del siglo XXI. De eso hace 18 años. Y aunque todo el mundo espera que el Pontífice celebre el Jubileo del año 2000, la verdad es que la salud de Juan Pablo II está cada día más deteriorada. En sus últimas apariciones en público, aun antes de la reciente operación de apendicitis, sus devotos feligreses no parecen reconocer en ese anciano agobiado y titubeante al enérgico y saludable Papa viajero de hace unos años. Aparte del agotamiento en el rostro o de la dificultad para caminar hubo un síntoma que los feligreses y los televidentes de las apariciones públicas del Pontífice notaron: el temblor permanente en su mano izquierda. Luego de la operación a que fue sometido hace dos semanas, en la cual los médicos disiparon los temores sobre la existencia de un tumor canceroso, el rumor de que el Papa Juan Pablo II esté sufriendo este mal ha ido en aumento. A pesar del buen humor que el Sumo Pontífice ha mostrado después de la cirugía, y la maratónica jornada que cumplió antes de su viaje a Francia, en el Vaticano crece la preocupación acerca de la enfermedad. En días pasados el New York Times señaló que, en privado, funcionarios del Vaticano han hecho algunas referencias al problema neurodegenerativo como un 'síndrome extrapiramidal', expresión médica para denominar una forma del mal de Parkinson. Según algunos expertos, además del temblor en la mano, la voz frágil y el paso lento y cancino del Papa son un síntoma claro de la enfermedad. De otra parte, en su aparición pública, después de la cirugía, la mano izquierda del Pontífice permaneció sospechosamente oculta a la vista de los feligreses que lo esperaban a la salida de la clínica romana.Tanto los funcionarios del Vaticano como los especialistas de la clínica Agostino Gemelli se han negado a responder preguntas sobre la creciente sospecha de este trastorno neurológico. Pero la reticencia más que desmentir la existencia del mal podría obedecer a que se trata de una enfermedad discapacitante. Hasta el momento, de los múltiples problemas de salud que Juan Pablo II ha sufrido en los últimos años, éste es el que más preocupa no sólo al mundo entero sino a la Iglesia. La posibilidad de que el líder de millones de católicos esté abocado a la incapacidad física no sólo preocupa y asusta sino que plantearía un tema que hasta ahora nadie sabe cómo sortear: la renuncia de un Papa por razones de salud. Pero la verdad es que a los fieles creyentes, que esperaban ver al líder de la Iglesia Católica ingresar al siglo XXI con paso firme, les ha resultado muy difícil contemplar el vertiginoso deterioro físico que ha sufrido el Pontífice. Al comienzo de su mandato por primera vez el mundo vio como Papa a un hombre fuerte y musculoso que aparecía en las fotografías esquiando en la nieve o echándose un piscinazo mañanero en su residencia de Castelgandolfo. Pero el atentado sufrido en 1981 fue al parecer un duro golpe a la salud de hierro del deportista cardenal Wojtyla. Al parecer, es sólo la voluntad de hierro lo que le ha permitido al Pontífice de 76 años cumplir su agitada agenda de viajes y compromisos en los últimos meses.