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EL NIñO Y LA T.V.

Nieto de Alberto Lleras, el monarca de la televisión

18 de mayo de 1987

Pase lo que pase finalmente con la adjudicación de la nueva programación de T.V., es probable que ninguno de los 20 millones de televidentes colombianos conozca a quién le corresponderá ejecutarla: un sardino de escasos 27 años, tímido, introvertido, nieto del ex presidente Alberto Lleras, que prácticamente en menos de un año realizó una meteórica carrera hasta convertirse en director de uno de los institutos más controvertidos del país: Inravisión.
El propio Felipe Zuleta Lleras era el que menos podía imaginar que subiría tan alto y tan rápido, cuando la entonces directora encargada de Inravisión, María Cristina Mejía, lo nombró su asistente en 1986 a pocos meses del cambio de gobierno. Pero lo que en cualquier otro funcionario habría sido apenas una "palomita", para Felipe Zuleta se convirtió en un auténtico trampolín. Porque no solo sobrevivió al cambio de gobierno, sino que fue ascendido a secretario general. Y cuando el gobierno de Barco se vio obligado a buscar velozmente un reemplazo del recién nombrado director de Inravisión, Armando Sánchez Torres, quien se había caído por problemas con su hoja de vida, considero que no había mejor carta para reemplazarlo que el joven secretario general. Aunque sin extenso curriculo, poseía dos claras ventajas: un somero conocimiento del Instituto, y sin proponérselo, y de pronto hasta tratando de evitarlo, la mejor recomendación del país: la de ser nieto de su abuelo.
LOS LLERAS SOMOS ASI
No hay duda de que Felipe Zuleta Lleras llena a cabalidad la descripción de "huesudos y pedregosos" que el ex presidente Alberto Lleras asigna a su familia, en su libro "Mi gente". Con un extraordinario parecido físico a su abuelo, el nieto parece haberle heredado, además, muchas características de su temperamento. Distante, poco apasionado y esencialmente cerebral, Felipe Zuleta es un Lleras de la cabeza a los pies. Y no podría ser de otra manera. Durante su vida ha pasado más tiempo al lado de sus abuelos que de sus propios padres, Consuelo Lleras y Guillermo Zuleta, quienes se separaron cuando él estaba muy niño.
Bachiller del Colegio San Bartolomé, donde se graduó hace nueve años, aún hoy continúa siendo el típico bartolino: bien peinado, bien vestido, poco rumbero y bastante madurado biche para el escaso cuarto de siglo que ha vivido.
Durante diez meses estudió medicina en la Universidad Militar, pero a] cabo de ese tiempo "tiró la toalla". El mismo no supo jamás si fue porque definitivamente no había nacido para ser médico, o si lo que lo espantó fue el duro régimen militar, que lo obligaba a trotar todos los sábados a la madrugada, vestido de soldado, lo que para un muchacho absolutamente antideportista no dejaba de ser una física tortura.
Aprovechando que a su madre la nombraron embajadora de Colombia ante la OEA viajó en 1980 a Estados Unidos a estudiar inglés. Y a su regreso, en el mismo año, pasó de aprendiz de enfermero a aprendiz de notario: se matriculó en la facultad de derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Durante los dos primeros años de su carrera vivió con sus abuelos. Sus amigos lo recuerdan como un muchacho "zanahorio", inteligente, estudioso, pero sobre todo ordenadísimo. Sus apuntes de clase los llevaba en un cuaderno norma de 80 hojas, que tenía gran pedido entre sus compañeros por su meticulosidad. Aunque desde esa época ya poseía una característica que él mismo acepta con orgullo, un "bajo perfil", era difícil que un nieto de Alberto Lleras pasara totalmente inadvertido, y más en una facultad de derecho. Sus profesores lo tenían muy en cuenta, y hasta el propio rector lo reconocía como el líder "natural" de su curso.
Estando en la mitad de su carrera resolvió abandonar la tutela de sus abuelos, y, de ser nieto de un ex presidente de la República pasó a ser prácticamente un estudiante de provincia, en una pensión de Bogotá: montando en bus, cocinando su propia comida, y estirando al máximo los 23 mil pesos que se ganaba en un modesto puesto en Bavaria, pues con ellos también se pagaba sus estudios universitarios.
CON PIES DE PLOMO
Entre el muchacho anodino y desapercibido, que hace poco más de un año entró como asistente de la dirección, y el actual director de Inravisión hay una gran distancia. Si antes nadie parecía notar su presencia, hoy difícilmente hay un solo rincón del Instituto que no esté sometido a su directa influencia. Por este motivo, muchos afirman que "el muchachito se subió de lote".
Para algunas personas es simplemente que los Lleras son así. Pero su más cercanos colaboradores aseguranque lo que Felipe Zuleta hizo fue meter en cintura a las programadoras. Alrededor de 76 llamadas diarias en promedio recibía el director de Inravisión, recién posesionado, por parte de programadoras que pedían excepciones al reglamento: entrega tarde de materiales, elasticidad de horarios, cambios de programación... La fórmula para quitárselas de encima fue obligarlas a cumplir el reglamento y establecer que, bajo su dirección nadie tendría corona. Tan solo en la tres primeros meses que van corrido de este año, Inravisión ha impuesto más multas por violación del reglamento que en los dos últimos años.
El déficit del Instituto se ha reducido de 1.100 millones de pesos a 400, los gastos por servicios generales han disminuído en 52 millones de pesos. En eso ha sido definitivo el estilo personal del director: no hay un solo gasto que tenga que realizar el Instituto incluyendo desde la compra de una pila de linterna hasta la de un costoso equipo de video, que no lleve la firma de Felipe Zuleta y de los dos subdirectores de Inravisión.
Sin embargo, meter en cintura a las programadoras y a los trabajadores y cuadrar el presupuesto del Instituto ha demandado jornadas de trabajo hasta de 20 horas, incluyendo sábados y domingos. Esto, que no es cómodo para nadie, lo es menos todavía para un joven que, como Felipe Zuleta, lleva menos de un año de casado. Su esposa, Juanita Castro, que apenas acaba de cumplir 21 años, se ha tenido que conformar con verlo un promedio de una hora diaria.
En los pocos ratos que deja libre el trabajo de Inravisión, se reúne con amigos "con los que no deba decir cosas inteligentes todo el tiempo". Y sóbre todo con los que no tenga que hablar de televisión, un tema que lo ha alejado de almuerzos, cocteles y comidas. El actual director de Inravisión no va a nada. Y le ha confiado a sus amigos más cercanos que de televisión es de lo único que le hablan en los encuentros sociales, con pedidos como que "ni de vainas nos vaya a quitar la Pantera Rosa y el Super Agente 86".
GENTE COMO UNO
Salvo por lo inusual de su jornada laboral, sus amigos opinan que Felipe Zuleta es el más normal y cotidiano del mundo. Pasa de zar de la televisión colombiana, a marido de lavar y planchar. Porque evidentemente lava y plancha, pero además se turna con su esposa para lavar la loza, tender la cama, embolar los zapatos y llevar la ropa a la lavandería. Le gusta la música clásica, comer bien, y de su época como estudiante de medicina le han quedado ciertos resabios hipocondríacos que él cultiva casi como un hobby.
Aunque en términos generales Felipe Zuleta es una persona desconocida en el país, es también uno de los personajes importantes del régimen, al poseer una cosa que todo el mundo valora y que muy pocos tienen: línea directa con el presidente Barco.
Pero la confianza que le ha depositado el Presidente no se circunscribe a Inravisión. También es la persona clave en Focine, la controvertida compañía cinematográfica estatal. En las reuniones de su junta directiva habla con mucha autoridad y en un par de ocasiones ha palmoteado sobre la mesa, en un gesto más parecido al de su tío, el ex presidente Carlos Lleras, que a su propio abuelo.
Pero esta gran autonomía le ha causado ciertos roces con su superior jerárquico, el ministro de Comunicaciones. Uno de estos se produjo cuando el ministro presentó un candidato para la secretaría general del Institulo, pero Zuleta no le gustó y solicitó un voto de confianza para nombrar a su propio recomendado, Jorge Ramírez.
Algo incómodo con este "kindergarden", como la ha bautizado en más de una ocasión, el ministro de Comunicaciones presentó entonces un candidato para la gerencia de Focine. De Palacio respondieron con un decreto en el cual se nombraba para ese cargo a otro candidato de Zuleta.
A lo cual esta vez sí se opuso el ministro, exigiendo el retiro del decreto. Así se hizo. Y el impasse ha mantenido a Focine vacante hasta la actualidad.
Paradójicamente, un funcionario de tanto poder, es al mismo tiempo el primer gerente de Inravisión que, desde que entró en vigencia el Consejo de Programación que supuestamente representa a la comunidad, no ha intervenido en la licitación, que es la gran piñata del paseo. Como todos sus antecesores, él sólo tiene voz, pero no voto. Sin embargo, a diferencia de ellos, que cumplieron papeles protagónicos en pasadas licitaciones, en la que está por adjudicarse Zuleta ha desempeñado un papel secundario, cercano al del televidente raso que espera simplemente la decisión del Consejo para saber qué es lo que le toca ver en los próximos cuatros años.
¿Hasta donde llegará este sardino poco dado por temperamento y tradición a desempeñar papeles secundarios? Es difícil de pronosticar. De lo que si no hay duda es de que, a pesar de su corta vida pública, nadie considera hoy en día a Felipe Zulela simplemente como un nieto de Alberto Lleras.-