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Esta es la única foto que se conoce del ladrón cibernético Albert González, quien actualmente está recluido en el Centro de Detención Metropolitano, en Brooklyn.

DELINCUENTE

El pirata cibernético

Un estadounidense de 29 años es el mayor ciberladrón del mundo. Hoy paga en una cárcel la pena más grande que se le ha impuesto a alguien por un delito informático.

4 de diciembre de 2010

El día en que Albert González se vio obligado a enterrar una bolsa con 1,2 millones de dólares cayó en la cuenta de que su fortuna estaba aumentando de forma descontrolada. Con esa plata, que había conseguido robando los datos de tarjetas de crédito y débito en Estados Unidos, alquilaba las suites más caras de los hoteles de Miami, compraba autos de lujo y organizaba fiestas de cumpleaños de más de 75.000 dólares. "Cuando me fijé, la bola de nieve ya se había formado y era difícil detenerla. Intenté dejarlo, pero no pude", declaró hace pocos días al diario The New York Times.

Entre 2005 y 2007 tuvo acceso a más de 180 millones de cuentas de tarjetas de crédito, por lo que hoy es considerado el mayor ciberladrón del mundo. Lo más sorprendente de la historia es que el hombre siguió delinquiendo después de que las autoridades perdonaron sus delitos a cambio de que colaborara con el FBI. La Policía lo volvió a capturar en 2008, y solo ahora se sabe cómo logró engañar a las autoridades durante tanto tiempo.

Desde pequeño, González, de padres cubanos, era muy hábil con los computadores. A los 14 años entró al sistema informático de la Nasa y más adelante hizo lo mismo con el del gobierno de la India desde un computador de su colegio, en Miami. Su familia nunca sospechó de sus actividades ilegales, pues el joven se desempeñaba como monaguillo en la iglesia de su barrio y rara vez se metía en problemas. González aprendió sobre computación de forma autodidacta y, en 2000, determinado a convertirse en millonario, se retiró de la universidad y creó su propio grupo de hackers.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que un agente de Policía de Nueva York, a donde González se había mudado, lo detuviera por accidente. Resulta que el oficial estaba investigando una serie de robos de carros en Manhattan cuando vio que el cubano-estadounidense estaba retirando plata de un cajero, con diferentes tarjetas de crédito. Lo detuvo y, tras varios interrogatorios, González accedió a desmantelar shadowcrew.com, un sitio especializado en delitos informáticos. Gracias a su colaboración, no tuvo que enfrentar un proceso judicial.

La operación fue todo un éxito y González no solo se ganó la confianza de los oficiales del FBI, sino que también pudo ingresar a las bases de datos de grandes empresas e intervenir los datáfonos de supermercados y almacenes. Al tiempo que trabajaba para el gobierno, el hombre participaba en una red internacional de hackers con la que clonó tarjetas de crédito de usuarios en Estados Unidos, América Latina, Europa y Asia. Con tal de aumentar su ego y ganar cientos de millones de dólares, decidió correr el riesgo y convertirse en un agente doble. "La emoción siempre vencía cualquier sentimiento moral", admite.

Durante ese lapso, González también usó información privilegiada para advertirles a sus compinches de las investigaciones que el organismo de inteligencia llevaba a cabo. En 2007, las autoridades empezaron a investigar una serie de delitos informáticos de los que habían sido víctimas varias compañías, y, gracias a los registros de mensajería de uno de los socios de González, la Policía lo sorprendió, el 7 de mayo de 2008, en la suite del hotel National de Miami Beach. A principios de este año, González fue condenado a 20 años de prisión, la pena más alta que una corte gringa ha impuesto a una persona por un delito informático. Al final, sus presentimientos se hicieron realidad y González no pudo completar la operación de robo que alguna vez denominó: "Hazte rico o muere en el intento".