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"El Presidente mató a mi hijo"

Una ama de casa, madre de uno de los soldados norteamericanos muertos en Irak, se convirtió en el símbolo del movimiento antibélico de Estados Unidos y el mayor dolor de cabeza para Bush.

20 de agosto de 2005

"¿Cuál fue? la noble causa por la que murió mi hijo en Irak?", es la pregunta que Cindy Sheehan quiere que le conteste George W. Bush. Por eso, el 6 de agosto esta mujer californiana de 48 años decidió ir a buscar la respuesta y esperar por ella frente al camino que conduce al rancho de la familia Bush en Crawford, Texas, donde el mandatario está pasando sus vacaciones de verano. "Y si la causa es tan noble, como él siempre dice, ¿por qué el Presidente no envía a sus hijas a Irak?", es otro de sus interrogantes. Aunque el jueves de la semana pasada, pese a no tener una respuesta, tuvo que suspender su vigilia y regresar a Los Ángeles debido a que a su madre le dio un derrame cerebral, prometió regresar cuanto antes. Esta ausencia temporal no minimiza la incomodidad que le ha generado al Presidente, más cuando sus adeptos se han multiplicado por todo el país.

Hace dos semanas, cuando montó una especie de campamento a tres kilómetros de la residencia presidencial, Sheehan empezó a convertirse en el nuevo símbolo de la lucha contra la guerra. Y es que ya no son ni los demócratas, ni el Congreso, ni los medios más liberales los que encarnan la oposición, sino una madre doliente y que le ha dado un rostro humano a la protesta antibélica. Ha dicho que su hijo Casey Sheehan, así como los más de 1.840 soldados norteamericanos caídos en combate desde cuando comenzó la invasión al país árabe en marzo de 2003, han muerto por las mentiras del gobierno. "¿Dónde están las armas de destrucción masiva?", pregunta con indignación, al igual que los cientos de padres que se han sumado a su movimiento pacifista. Según ella, su objetivo es que Bush les dé la cara. De no ser así, asegura que trasladará su campamento al frente de la Casa Blanca con la idea de que su protesta logre que los soldados que están en Irak vuelvan a sus casas, aunque para su hijo ya es muy tarde. "Yo le fallé a Casey. Realmente yo le fallé", le contó a la revista Time.

El cabo del ejército Casey Sheehan, de 24 años, murió en Bagdad el 4 de abril de 2004 a las pocas semanas de haber llegado a Irak, donde trabajaba como mecánico de vehículos todoterreno Humvee. Desde 2000 se había enlistado con el sueño de convertirse en capellán asistente. Pero ese fatídico día, mientras hacía parte de una misión de rescate de soldados heridos, su unidad fue bombardeada, lo que causó su muerte y las de seis compañeros más. Dos meses después, el presidente Bush se reunió brevemente con su madre y otros familiares de los soldados caídos para expresarles que compartía su dolor. Cindy explica que aunque se trató de un encuentro tranquilo, sus reservas acerca de la guerra aumentaron: "Él dice que mi hijo murió por una buena causa, pero esa buena causa no existe", afirma frente a la posición del mandatario según la cual para honrar a los que han sacrificado sus vidas hay que continuar con la campaña en Irak. "Mi hijo ha sido asesinado por George Bush y no permitiré que él lo siga utilizando para sus objetivos". Sin embargo, algunos medios han registrado que su posición es extraña, pues aseguran que luego de la reunión, la mujer habría descrito al Presidente como un hombre sincero, religioso y de buenas intenciones.

La vida de Cindy ha cambiado radicalmente. No sólo perdió a su hijo, sino que su activismo le ha traído varios problemas. Debido a sus continuas ausencias, perdió su trabajo en los Servicios de Salud del condado de Napa, California. Por si fuera poco, su matrimonio se destruyó. Ella argumenta que su esposo, Patrick Sheehan, quien fue su novio desde el colegio y es el padre de sus cuatro hijos, tuvo una manera diferente de manifestar el dolor y no comprendió su nueva dedicación. Además, algunos miembros de su familia la han criticado. Se sabe que uno de sus hijos le escribió un correo electrónico implorándole que regresara a casa para apoyar a sus seres queridos en estos duros momentos, y que una tía escribió a una emisora radial diciendo que "ella parece estar promoviendo su propia agenda personal a expensas del buen nombre de su hijo". Lo cierto es que su odisea, que empezó como una lucha solitaria, ya se ha convertido en una causa nacional.

Tras la muerte de su hijo, Cindy fundó una organización llamada Gold Star Families for Peace, un pequeño grupo antiguerra que en sus inicios no tenía ningún tipo de reconocimiento. En esa época dictó algunas conferencias alrededor del país y participó en una audiencia ante el Congreso. Pero fue desde cuando se convirtió en vecina de Bush que su discurso tuvo eco. En un principio intentó acercarse al rancho, pero el servicio de seguridad se lo impidió, por lo que decidió improvisar un campamento frente a la propiedad. Entonces empezó la avalancha mediática y el campamento creció con los simpatizantes de su causa, al punto que hoy más de 60 familias hacen parte de su fundación, que ha recibido la donación de grandes sumas de dinero. La semana pasada, miles de personas realizaron vigilias en varias ciudades de Estados Unidos en puntos estratégicos, como al frente de la Casa Blanca, donde se encendieron cientos de velas por la paz. Incluso se ha llegado a decir que le han propuesto presentarse a un escaño de la Cámara de Representantes y hasta tiene asesores de imagen voluntarios haciéndole sugerencias. "Hable con Cindy", es el eslogan de sus adeptos, el cual hace alusión al deseo de esta mujer de reunirse nuevamente con el Presidente.

Sólo cuando el fenómeno Sheehan adquirió una gran dimensión, Bush decidió enviar a dos de sus altos funcionarios, el asesor de seguridad y el secretario de Estado adjunto en la Casa Blanca, para que hablaran con ella. Ambos le manifestaron que el Presidente no era indiferente a su tragedia, pero Cindy no dio su brazo a torcer y prefirió seguir esperándolo en persona. A los pocos días, Bush se refirió a ella durante una rueda de prensa: "He escuchado su posición a través de otros, que consiste en salir de Irak ahora. Pero eso sería un error para la seguridad de nuestro país". Sin duda, para él se ha vuelto un dolor de cabeza salir de su residencia, pues cada vez que lo hace, a través de los vidrios oscuros de su vehículo puede divisar el campo sembrado con cruces blancas marcadas con los nombres de más de 500 soldados que han perecido en la guerra.

Bush no ha sido el único vecino en sentirse incómodo. Pese a que autoridades locales han afirmado que no realizarán arrestos, a menos que los manifestantes intenten bloquear carreteras o invadir propiedades privadas, recientemente un hombre disparó al aire durante una ceremonia religiosa en el campamento y otro arrolló con su auto algunas de las cruces. Su actitud contrasta con la de otro vecino que ofreció a Cindy mudarse a su propiedad, a s?olo un kilómetro y medio de la del Presidente.

Por ahora, aunque algunos sectores la acusan de bajarles la moral a las tropas en Irak, de ser una especie de imagen publicitaria de la izquierda anti Bush o de buscar ganancias económicas a través de su fundación, la opinión parece favorecer su causa. De acuerdo con encuestas realizadas por los medios norteamericanos, cerca del 60 por ciento de los ciudadanos se oponen a la guerra, quizá muchos de los cuales se hacen las mismas preguntas que Cindy. De todas, para ella, la más urgente es saber "por qué el Presidente no puede perder 10 minutos de su tiempo para hablar con alguien cuya vida él ha devastado".