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El rey sin corona

El magnate y 'playboy' italiano Gianni Agnelli fue uno de los grandes mitos del siglo XX. La dinastía busca un sucesor a la altura de la leyenda.

1 de marzo de 2003

Gianni Agnelli pasará a la historia como el hombre más rico de Italia y el playboy más importante de Europa. Su combinación de fortuna y figura, algo bastante inusual, lo convirtió durante el último medio siglo en una leyenda viva en el mundo de los negocios y en los círculos de la alta sociedad. Con su muerte no sólo el clan Agnelli se quedó sin patriarca sino que Italia perdió a su rey sin corona.

Este calificativo no era sólo un título informal para explicar la enorme influencia de Agnelli en todos los ámbitos de la vida de su país. Los italianos ven a su numerosa familia como el reemplazo de la monarquía destronada con la llegada de la República en 1948. Al regir los destinos de la Fiat (Fabbrica Italiana Automobili di Torino) 'L'Avvocato' (el abogado), como era conocido por su familia y sus empleados, llegó a controlar directa o indirectamente el 25 por ciento de las empresas en la bolsa de Italia. Un nivel de poder individual que no existe hoy en ningún país del mundo.

Para Agnelli nada de esto vino por casualidad. Desde su nacimiento, el 12 de marzo de 1921, el abuelo Giovanni vio en él al heredero destinado a continuar la empresa fundada en 1899, y su premonición resultó exacta. Con la muerte de Edoardo, su padre, Gianni se convirtió, a los 14 años, en el delfín de la dinastía.

Al igual que el padre y el abuelo, el nuevo favorito acudió a una estricta escuela militar. Aunque en 1941 tuvo que suspender por un tiempo sus estudios de derecho para ir a la guerra, al volver del frente se graduó como abogado de la Universidad de Turín y se dedicó a cultivar las dos facetas que lo distinguirían durante toda su vida: las de industrial y playboy, con un especial énfasis en esta última. Con una renta anual de un millón de dólares desde los 18 años, un gusto desbordado por el esquí, los carros y las mujeres, y la vicepresidencia de la Fiat en sus manos, Gianni se hizo visitante asiduo de la Costa Azul y miembro entusiasta del jet set internacional.

El joven Agnelli era probablemente el mejor partido de Europa de su tiempo y las mujeres lo rodeaban constantemente. Entre sus conquistas más famosas se cuentan, entre otras, Anita Ekberg, la voluptuosa actriz de La dolce vita, de Fellini; la adinerada Pamela Churchill Harriman, ex nuera de Winston Churchill y más tarde embajadora de Estados Unidos en Francia, y la actriz norteamericana Rita Hayworth. Junto a ellas y a muchas otras, Gianni se dedicó a disfrutar por varios años del despreocupado ritmo de vida de la Riviera Francesa. Esta época estuvo marcada por lujosos yates, fiestas hasta la madrugada y autos veloces.

Fue precisamente mientras conducía su Ferrari a 200 kilómetros por hora que chocó contra un camión en la Corniche, la carretera con vista al mar que atraviesa el principado de Mónaco. El accidente, que casi le cuesta la vida, cambió su vida y sus valores, según el propio Gianni, y le dejó una leve cojera de por vida, lo que no hizo sino aumentar su caché. El cambio fue tan drástico que un año después, en 1953, finalmente sentó cabeza y se casó con la princesa napolitana Marella Caracciolo di Castagneto, con quien tendría dos hijos: Margherita y Edoardo.

Aunque nunca abandonó su gusto por las mujeres y la buena vida a partir de ese momento se dedicó casi por completo a la Fiat. Su gran instinto le permitió tomar lo que su abuelo había empezado como una fábrica de carros en serie y transformarla en un poderoso emporio con participación en sectores tan diversos como las telecomunicaciones (el diario La Stampa), el fútbol (el equipo Juventus), la Fórmula 1 (la escudería Ferrari), la biotecnología y la industria de alimentos, entre muchos otros. Sin embargo la fabricación de automóviles siguió siendo el principal negocio de los Agnelli.

Pero aunque la gestión de Gianni al frente de la Fiat fue gloriosa durante muchos años al final de sus días se hizo melancólica. Desde que asumió la presidencia del conglomerado familiar, en 1966, hasta su retiro en 1996, el patriarca de los Agnelli vivió la bonanza de la industria automotriz en todo su furor, pero también conoció las vacas flacas.

A pesar de que en sus épocas de oro Fiat llegó a ser la marca más vendida en Europa en la década de los 70 los carros japoneses y norteamericanos llegaron pisando duro. La fuerte competencia obligó al presidente de la Fiat a hacer uso de toda su audacia como empresario, llegando incluso a abrir una planta en Rusia en plena Guerra Fría. Aunque Occidente no vio la iniciativa con buenos ojos Gianni no dudó en invertir 800 millones de dólares en un negocio que dio mejores resultados en imagen que en utilidades.

Pero el negocio más controvertido no fue ese. En 1976 Gianni le vendió el 10 por ciento de su empresa al coronel Muammar Gadafi, considerado el antecesor de Saddam Hussein como símbolo del totalitarismo islámico. El industrial se defendió diciendo que Libia siempre había tenido nexos con Italia y que su empresa necesitaba liquidez. En esta ocasión el escándalo fue tan grande que a los pocos meses Agnelli se vio obligado a endeudarse hasta el cuello para recomprar sus acciones, dejando al coronel libio con una inesperada y jugosa ganancia sobre su inversión inicial.

La situación de la industria siguió decayendo hasta que a finales de los 90 se volvió insostenible. Muy a su pesar, en 2000 Gianni se vio obligado a vender el 20 por ciento de Fiat a la General Motors, con una opción de esta última para comprar el ciento por ciento de la empresa en 2004.

Y si los negocios no marchaban bien, la vida familiar de los Agneli no era precisamente un cuento de hadas. Para Gianni los últimos años estuvieron marcados por la muerte y la incertidumbre. Su sobrino Giovanni Alberto, el heredero escogido, murió en 1997 víctima de un cáncer, cuando sólo tenía 33 años de edad. Y su propio hijo, Edoardo, quien nunca fue considerado el delfín por su adicción a la heroína y su misticismo religioso, se suicidó en noviembre de 2000 arrojándose de un viaducto cerca de Milán. A sus 46 años llegó a la conclusión de que la carga de ser un Agnelli era demasiado pesada.

En vista de la falta de candidatos idóneos el más probable sucesor de Gianni es su nieto mayor, John Philip Elkann, hijo de Margherita. Aunque sólo tiene 26 años el joven ya ha recibido una educación digna de su condición de futuro potentado y seguramente deberá asumir en un futuro cercano las riendas de la familia. Mientras tanto Umberto, de 68 años, hermano menor de Gianni, fue designado como presidente del holding familiar.

Aunque aún es temprano para decir si John Philip estará a la altura del reto de relevar a su abuelo en la industria italiana, lo cierto es que difícilmente podrá reemplazar al patriarca peliblanco y de expresión leonina en el corazón de los italianos.