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El "show" de Truman

Más de dos décadas después de su muerte, la vida de Truman Capote sigue generando fascinación. Dos películas y la publicación de una novela inédita son la prueba.

22 de noviembre de 2005

Truman Capote siempre persiguió un mismo sueño: "Como el poderoso cóndor, que con sus predadoras alas se recorta en el cielo cobrizo, he aguardado y acechado a mi presa. Mi víctima es la inmortalidad. Ser alguien y ser recordado", escribió en su poema Arena para la copa de las horas, una de sus primeras creaciones. El ave alcanzó a su presa y por eso, años más tarde, haciendo honor a la verdad y a su ego, se atrevió a decir: "Sólo hay un único Truman Capote. No hubo nadie como yo antes ni habrá nadie como yo después de mi muerte". No se equivocó: su historia personal, de la cual dio pinceladas en sus obras, es tan interesante como sus escritos. Tanto es así, que a la celebración de los 40 años de la publicación de su pieza maestra A sangre fría en la revista The New Yorker, se suma la película Capote, que ha recibido los elogios de la crítica en Estados Unidos. Ya en 1967 la novela había inspirado una cinta protagonizada por Robert Blake y Scott Wilson como los asesinos Perry Smith y Dick Hickock. Pero en esta oportunidad la película recrea los seis años que el autor dedicó a trabajar en la novela. Una vez, bromeando, Capote dijo que le gustaría que Greta Garbo fuera la encargada de personificarlo, pero esa tarea le correspondió a Philip Seymour Hoffman, para muchos un seguro candidato al Oscar. "Ha hecho mucho más que interpretar a Capote, lo ha resucitado", asegura Gerald Clarke, autor de la biografía en la que se basa la producción. Con su actuación logra transmitir la personalidad excéntrica del escritor que se movía entre la genialidad y la frivolidad, sus actitudes femeninas con que manifestaba su abierta homosexualidad y la faceta oscura y manipuladora para conseguir sus objetivos. Capote revive con más fuerza que nunca, pues el mismo tema inspiró otra película titulada Have you heard? que se estrenará el próximo año y en la que lo interpreta Toby Jones. Y en medio de esta fiebre, la editorial Random House anunció la publicación de su primera novela, la inédita Summer crossing. Escribió sus 144 páginas antes de cumplir los 20 años, pero nunca quiso publicarla porque la consideró mediocre. No diría lo mismo de la novela del crimen en el pueblo de Holcomb, Kansas, de la cual opinó orgulloso que "no le cambiaría ni una coma". A sangre fría significó tanto su cumbre más alta como su caída al vacío. Él mismo diría: "Escribir el libro no me resultó tan difícil como tener que vivir con él". Pero fue con esta obra que logró la fama al mezclar magistralmente las técnicas periodísticas con las literarias. Y con ella llegó la aceptación que había perseguido desde niño, motivado por su solitaria infancia. "Las cosas no me han sido fáciles desde 1924, cuando nací", confesó al periodista Lawrence Grobel. Truman Streckfus Persons nació en Nueva Orleans en un hogar disfuncional. Su madre era una mujer alcohólica, más preocupada por conseguir amantes que la ayudaran a escalar socialmente, que por su hijo, a quien siempre reprochó por sus tendencias sexuales. Cuando consiguió un nuevo marido adinerado, hizo que este adoptara al niño y le diera el apellido Capote. Años más tarde se suicidaría. Su padre fue arrestado varias veces por estafa y contrabando y sólo se interesaría en su hijo cuando empezó a ser popular. También, en sus inicios, se sintió rechazado por los directivos de la revista The New Yorker que, aunque lo contrataron como corrector de pruebas, no le permitieron publicar sus escritos. Siempre fue considerado un "bicho raro" debido a su escasa estatura, su arrogancia, el particular modo de vestir con chalecos de terciopelo, pantalones de cuero y foulard, su voz nasal y chillona y su amaneramiento. Estas características luego jugarían a su favor al convertirlo en centro de atención. Una vez consiguió el reconocimiento con la publicación de sus relatos en las revistas Harper's Bazaar y Mademoiselle, empezó a ingeniárselas para codearse con el jet set neoyorquino. A las celebridades las seducía contándoles sus propios secretos para ganarse su confianza. Fue así como consiguió que Marilyn Monroe le revelara que había intentado suicidarse al menos cuatro o cinco veces y que le gustaba bailar desnuda frente al espejo; que Marlon Brando le contara que James Dean lo llamaba por teléfono a todas horas y que él lo oía mientras hablaba con el contestador automático, y que Jackie Kennedy confesara que "si tuviera que describir a John, diría que es alguien con un cuerpo muy pequeño y una cabeza enorme". Esta fue la misma técnica que utilizó para lograr que Perry Smith y Dick Hickock le revelaran detalles de su historia. "Un rico agricultor, su esposa y dos hijos fueron encontrados hoy en su casa muertos a tiros. Les dispararon a quemarropa después de haberlos atado y amordazado", fue la noticia que apareció el 15 de noviembre de 1959 en The New York Times y que llamó la atención de Capote. De inmediato se trasladó a Kansas junto a su amiga la también escritora Nelle Harper Lee (Matar a un ruiseñor), para realizar la investigación. "Al principio fue duro, pero ahora soy casi el alcalde", diría Truman al referirse a su experiencia, pues no tuvo una buena bienvenida. Los habitantes lo llamaban "gallo desafinado" y llegaron a murmurar que alguien con una apariencia tan extraña podía ser el asesino. Pero con el tiempo consiguió incluso entablar amistad con Alvin Dewey, de la sección del FBI en Kansas, y quien supervisaba la investigación. Cuando ya había reconstruido la historia de los cuatro miembros de la familia Clutter, las autoridades encontraron a los responsables del homicidio. Capote contactó a sus influyentes amigos y hasta pagó caros sobornos a políticos para tener acceso ilimitado a los asesinos. Fue así como se creó una mutua dependencia: el escritor necesitaba a los villanos de la historia, conocer sus secretos más íntimos, y estos lo admiraban y se acostumbraron a su pequeña ayuda que consistía en dinero, comida y libros. Nunca los grabó, ni tomó nota delante de ellos, para que hablaran con mayor libertad. Su predilecto era Perry, pues, según dijo, eran "almas gemelas". Sólo era dos centímetros más alto que Capote debido a que sus piernas se habían deformado a causa de un accidente, había soportado una madre alcohólica, un padre ausente, amaba el arte y, ante todo, necesitaba afecto. "Pese al vínculo que habían creado, el autor necesitaba que murieran en la realidad para que adquirieran una vida literaria", explicó a SEMANA Miguel Mendoza, autor de Las horas negras, biografía de Capote. El escritor estuvo presente en el momento de la ejecución, el 14 de abril de 1965, y dio el último adiós a Perry, quien ya se había despedido por medio de una carta: "...quiero que sepa que le he tomado mucho cariño, adiós amigo, le deseo lo mejor". Desde entonces, los antidepresivos, el alcohol y la cocaína lo hicieron ingresar a su propio pabellón de la muerte. Ya agotado, en la década de los 70 decidió escribir un libro titulado Plegarias atendidas, sobre lo que más sabía: la vida secreta de la clase alta norteamericana. Su primer fragmento retomaba la historia de una mujer que supuestamente por equivocación había disparado a su esposo al creer que se trataba de un ladrón. En su versión, Capote se sirvió de los chismes y, con los nombres un tanto alterados, presentó a la mujer como una adúltera que por dinero acabó con la vida de su marido. Al leer el relato, la protagonista se suicidó. Sus amigos lo consideraron un traidor y se alejaron de él. Para defenderse diría: "¿Qué esperaban? Soy un escritor y me sirvo de todo. ¿Es que esa gente pensaba que me tenían como mascota de entretención?". De esta manera Truman Capote volvió a la soledad que tanto le dolía. Quizás este fue el sentimiento que describió en su autoentrevista publicada en Música para camaleones: T.C.: "Te quiero". T.C.: "Yo también te quiero". T.C.: "Más te vale, porque al fin y al cabo, sólo nos tenemos el uno al otro".