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EL TATARANIETO DE MAHOMA

Mahometano, millonario y misterioso, las tres emes que marcan la vida del último Aga Khan.

11 de julio de 1988

A diferencia de su abuelo, que alguna vez fue pesado contra diamantes, y de su padre, un playboy que se casó con Rita Hayworth, el actual Aga Khan, conocido en su círculo más íntimo como "K", se mantiene apartado de la publicidad y aleja a la prensa cada vez que se acerca demasiado. Se trata de uno de los hombres más ricos y poderosos, pero también más misteriosos del mundo, un estudiante de Harvard que de un momento a otro se convirtió en líder espiritual y gobernante de una comunidad de 15 millones de musulmanes ismaelitas.

Para darle su título completo, se trata del Príncipe Karim Al-Hussaini, el número 49 en la sucesión de los Imanes de la comunidad de los musulmanes ismaelitas del mundo, descendiente directo de Mahoma en una antigua línea de califas de Egipto. Su exótico origen hace perfecto juego con las dimensiones fantásticas de su poder y riquezas, dignas de las mil y una noches. El refinado esquiador olímpico de sus años mozos ha dado paso a un hombre de 51 años con las maneras de un magnate de los negocios y una pasmosa capacidad para pasar inadvertido a pesar de la flota de Mercedes y el jet privado en que se moviliza normalmente.

Ha estado casado con una inglesa durante 19 años, tiene tres hijos, habla inglés, francés, italiano y un poco de árabe y urdu, y tiene seguidores y súbditos en 25 naciones, principalmente en Asia, Africa y el Medio Oriente, mientras su pasaporte es británico. Las anteriores son a grosso modo las circunstancias que el mundo exterior conoce de la vida del legendario Aga Khan. Pero su permanente repudio a toda publicidad no impide que siga ejerciendo su fascinación sobre los apasionados por la vida del "gran mundo", como la revista norteamericana Vanity Fair, que dedicó en uno de sus últimos números un amplio artículo a desentrañar la vida de un personaje que parece sacado de la leyenda.

A despecho de su aura de cuento de hadas, el Aga Khan tiene unas riquezas que son muy reales y concretas, si bien nadie sabe con exactitud a cuánto ascienden. Sus ingresos sólo pueden ser objeto de especulaciones y aunque sus ayudantes dicen que su imperio personal y el de la comunidad ismaelita son independientes, el control del Aga Khan sobre ambos es absoluto. De acuerdo con la revista inglesa The Economist, las utilidades provenientes de bancos, negocios pequeños y hoteles financiados por la comunidad llegan a US$250 millones al año. Por otra parte, la comunidad tiene utilidades con las que provee salud, educación y desarrollo rural a sus miembros por no menos de US$130 millones anuales. Se afirma que el Aga Khan tiene intereses alrededor del mundo que le representan al menos US$1.000 millones en el negocio de seguros y en compañías privadas.
Aparte de esto, el inventario se enriquece con un desarrollo turístico que posee en Cerdeña, que incluye además de hoteles una aerolínea, y una cadena hotelera en Italia que abarca, entre otros, los palacios Danieli y Gritti en Venecia. Otros activos comprendidos bajo el paraguas de la compañía Fimpar, ascienden a US$145 millones, un paquete coronado con un portafolio personal de acciones que no baja de US$1.000 millones.

Pero eso no es todo. También controla la Fundación Aga Khan, con afiliados en Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña y Portugal, que suministra millones en desarrollo social en países africanos y asiáticos, y la Fundación de los Premios Aga Khan--el Nobel del mundo musulmán--, amén de 500 colegios, varias universidades, bancos, intereses petroleros, bienes raíces, una factoria de mármoles, etc. etc. Eso, sin contar sus activos más visibles, los caballos de pura sangre, que son más de 600 ejemplares que cría y mantiene en Irlanda y Normandía para ganar las principales competencias hípicas de Europa.

Pero si la anterior enumeración no lo diferencia de muchos de los grandes millonarios del mundo, lo que marca su particularidad es su relación con la comunidad ismaelita. En las raíces de su imperio están las donaciones voluntarias de sus 15 millones de súbditos, que lo veneran como descendiente de Mahoma. Sus óbolos son recolectados por los concilios locales y transferidos a los concilios nacionales, y lo que pasa después de allí es la potestad absoluta y omnímoda del Aga Khan.

Lo cierto es que tras 30 años de conducción del Aga Khan IV, los ismaelitas se pueden contar entre los más afortunados del mundo árabe.
Aunque el dominio del principe es total, su gabinete de colaboradores que trabajan en su sede central de Aigle mont, Francia, logra bajo su dirección que su pueblo sea realmente atendido, ya sea en Afganistán, Pakistán o en Africa oriental. Los ismaelitas están mucho mejor que sus contrapartes chiitas de Irán y aun que 15 millones de fieles los sunitas de Arabia Saudita. Para su pueblo, el Aga Khan es lo mejor que le puede haber pasado. En el corazón de todo este poder y riqueza, está un hombre a quienes muchos describen como "la persona más solitaria que he conocido", aunque dotada de un encanto personal limítrofe con la seducción. Pero a pesar de lo hipnótico de su voz y su mirada, quienes lo conocen afirman que su lenguaje es directo y muy técnico.

En sólo cuatro generaciones, la exótica historia de los Aga Khan ha fascinado a Europa entera, desde que su bisabuelo, un jefe tribal, descendió de las montañas del Baluchistán hacia la metrópolis londinense, sólo para quedar tan fascinado con el modo de vida occidental como sus descendientes. En realidad el príncipe Karim es tres cuartas partes europeo, pero es el primero de su familia en ser integrado plenamente en la vida de la nobleza yla alta sociedad inglesa. Su padre, el famoso playboy de los años cincuenta, Alí Khan, nunca lo logró, aun a despecho de su inmenso encanto personal y su figuración internacional, y su abuelo no pudo nunca despojarse del exotismo que reflejaba su presencia en el Londres Eduardiano, aun a pesar de dominar la exclusiva escena hipica durante dos décadas.

Fue su abuelo, sin embargo, quien primero guió a su pueblo por el camino de la occidentalización, sin perder de vista la protección de sus creencia musulmanas, y buscó para su propia familia la integración a la sociedad inglesa, una meta que sin embargo tomaría dos generaciones más. Ese camino fue particularmente duro par su hijo Alí, padre de Karim. Para algunos, la desenfrenada carrera de playboy, que lo llevó a convertirse e centro de la alta sociedad europea de la época y a protagonizar sonados escándalos, como su romance adúltero con Rita Hayworth, fue en parte un desahogo por el increible desdén con que lo trataban algunos británicos aun a despecho de su elevadísimo rango.

Cuando Ali Khan se casó con Joal Yarde-Buller, perteneciente a una prominente familia, su padre el entonces Aga Khan debió respirar tranquilo. Siete meses más tarde, en noviembre de 1936, nació Karim.

Pero a despecho del remanso que significó por algún tiempo su matrimonio, Alí pronto volvió a las andadas y finalmente se divorció de su esposa para casarse en 1949 con Rita Hayworth, un enlace que tampoco sería el último. Entre tanto, el Khan de cuarta generación, Karim, estudiaba en los mejores colegios de Europa preparándose, sin saberlo, para suceder a su abuelo. Cuando éste murió el 11 de julio de 1957, Karim no había cumplido 21 años. El testamento tomó por sorpresa a todos al saberse que el nieto, y no el hijo, heredaría el título. Su padre, que moriria tres años más tarde en un accidente de automóvil, no le guardó ningún rencor, aunque, en opinión de sus conocidos, "nunca volvió a ser el mismo".
De un momento a otro, el estudiante de Harvard se convirtió en lider espiritual y material de 15 millones de seres humanos y uno de los hombres más ricos del mundo. Desde el primer minuto se supo que el nuevo Aga Khan tenía una concepción muy clara de sus deberes. Con la mayor frialdad, declaró a su madre: "Mis deberes religiosos comienzan hoy". Allí mismo recibió por primera vez el reconocimiento de delegaciones venidas de Pakistán, India, Singapur, Madagascar y otras.

Desde entonces, su vida transcurre entre el papel de lider espiritual y el de hombre de negocios internacionales.
A diferencia de su padre, solamente se ha casado una vez, tras un cortejo descrito como el único gesto romántico de su vida. La afortunada resultó ser la inglesa Sally Crichton-Stuart, a quien conoció en St. Moritz en 1968.
Ambos se encontraban en la plenitud, él con 32 y ella con 29 años, y lo que se vio fue un verdadero romance de película. Se casaron el 21 de octubre de 1969 por lo civil y una semana más tarde por el rito musulmán, en ambas ocasiones en París. La fiesta fue la más sonada del año, y concurrieron la Princesa Margarita, los Rotschilds, Charles Chaplin y señora, y la realeza europea, amén del jet set internacional.

Tras 19 años, la vida de la pareja no se diferencia mucho de la de otros personajes inmensamente ricos y poderosos. La consorte, ahora madre de tres adolescentes, ya no irradia belleza y sus amigos la describen como "tensa" y "angustiada". Su existencia transcurre entre sus residencias de Irlanda, la temporada hípica inglesa, Cerdeña, Ginebra, donde vive el hermano de Karim, pero la mayor parte de su vida social--que él atiende como una obligación más, pues, como buen musulmán, no bebe una gota de licor--tiene lugar en sus residencias palaciegas de Paris. Pero cada tres años, religiosamente, el Aga Khan hace un completo recorrido por los paises donde vive su comunidad, en Asia y Africa.

Sus grandes lujos son los caballos y los yates, unos y otros causantes de grandes satisfacciones pero también de preocupaciones. En 1983, uno de sus campeones fue robado para extorsionarlo por su devolución, pero apareció muerto. Su hijo Hussain tuvo a los 13 años un accidente en una de sus embarcaciones que por poco le cuesta la vida.

Puesto como está en dificil posición entre lo espiritual y lo temporal, el Aga Khan debe realizar un delicado balance para mantener su imagen, y en ello la prensa resulta de pobre utilidad, si no abiertamente inconveniente. Pero su aversión juvenil por la publicidad dio paso en su madurez a un obsesión por la intimidad y el secreto. Tras algunos incidentes provocados por articulos de prensa o por libros, por cierto bastante inofensivos, sobre su familia, el Aga Khan se ha recluido tras una barrera casi infranqueable de guardas y jefes de prensa, que manejan su información oficial. En la cima económica del mundo, y mientras paradójicamente se convertía en un hombre aún más occidental, el Aga Khan logró aislarse mucho más que cualquiera de sus mullahs en el minarete más alto de una remota mezquita. Eso, junto con su incalculable poder y sus enormes riquezas, lo hace, para muchos, el hombre más misterioso del mundo.