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El tiempo es oro

Profesionales de diferentes disciplinas le donan al Banco del Tiempo su esfuerzo y dedicación para ayudar a los más necesitados.

26 de agosto de 2002

A una edad en la que muchas personas no piensan en trabajar Alvaro Ramos, un médico cirujano de 76 años, pensionado hace casi tres, ha vuelto a empezar. Sagradamente todos los miércoles y los viernes dedica las mañanas a atender a más de 40 ancianos que viven en la fundación Mis Años Dorados, que ayuda principalmente a personas de la tercera edad de escasos recursos en su mayoría abandonadas. Aunque se ha convertido en una especie de médico de cabecera de estas personas no recibe remuneración alguna. Pero así suene a frase de cajón, el dinero no es lo que le importa. Se trata de aportar parte de su tiempo y de sus conocimientos porque él es un donante del Banco del Tiempo, donde se depositan horas de trabajo.

El banco es una estrategia de la Fundación Colombia Presente, institución presidida por Ana Milena Muñoz de Gaviria, cuyo objetivo es recibir las horas disponibles de las personas que deseen entregar tiempo libre y orientar a los donantes para que lo inviertan en ayudar a los demás con su propia experiencia. "Hay muchas maneras de participar y de hacer donaciones para solucionar los problemas sociales, pero generalmente se piensa en dinero. El problema es que a veces la gente da la plata y se desentiende de la situación o en la mayoría de los casos no tiene este recurso. En cambio todos tenemos tiempo", afirma Ana Milena.

Pensando en esto, a finales de 2001 nació en Bogotá este singular banco y ya empiezan a verse los resultados. Hasta el momento están inscritas 3.796 personas y actualmente se están donando 4.679 horas semanales a 386 entidades, entre las que se encuentran fundaciones sin ánimo de lucro, juntas de acción comunal, instituciones públicas, parroquias y microempresas. Se estima que gracias al proyecto se están beneficiando directamente más de 30.000 colombianos, principalmente desplazados, niños, jóvenes y ancianos en situación de riesgo, personas discapacitadas y enfermas. Según Ana Milena, "está demostrado que en Colombia el Estado no puede hacerlo todo. Por eso la importancia de que los ciudadanos retribuyan con parte de su tiempo a esa otra Colombia que está desamparada".

Conocer este proyecto motivó al doctor Alvaro Ramos a hacer parte de él. Siempre había sido un hombre muy activo hasta que un cáncer amenazó su vida y lo postró en la cama de un hospital casi 50 días. "Pensionado que no trabaja se muere en dos años", pensó cuando su salud mejoró, recordando un viejo adagio médico. Hace seis meses llenó el formulario para inscribirse en el banco, donde ofreció sus conocimientos en medicina, y a los pocos días le avisaron que necesitaban sus servicios en la fundación para ancianos. "Similia cum similibus curantor", es la frase que pronuncia en latín y explica lo que quiere decir: "Las similitudes se buscan y se mejoran", porque tal vez sus más de 70 años sean la clave para poder entender mejor a sus pacientes. Para él no hay mejor pago que volver a escuchar un "gracias, doctor". Eso le recuerda lo útil que es.

Una situación similar vive Elvira de Angulo, una odontóloga jubilada que desde finales del año pasado dona las tardes de los miércoles a la Fundación Eudes. Allí cuida la salud oral de jóvenes entre los 17 y 35 años, portadores del VIH. "En silencio siento que estoy haciendo algo por personas que a diario son discriminadas. Yo no estoy prevenida, simplemente estoy protegida", afirma. Y si se le olvida tomar las medidas necesarias sus pacientes se lo recuerdan: "Doctora, póngase la máscara que no quiero que se enferme", le pidió uno de ellos en una ocasión.

Luz Elena Alameda, una sicóloga de 37 años, decidió no quedarse con los brazos cruzados ante la falta de trabajo. Por eso decidió donar parte del tiempo que le quedaba disponible de una especialización que realiza en una IPS para prestar ayuda sicológica a personas de escasos recursos. En cuatro meses de trabajo tiene la satisfacción de haber contribuido a mejorar las relaciones familiares de sus 18 pacientes. "Hay mucho por hacer. La escasez de empleo ya no es disculpa", asegura.

Sin duda uno de los beneficios del programa es su flexibilidad. Para donar tiempo sólo se necesitan ganas pues las posibilidades son múltiples. Se puede ayudar desde el sitio de trabajo con asesorías virtuales y también participando en eventos específicos. Incluso se pueden invertir las horas en realizar actividades ajenas a la profesión, como arquitectos y abogados que todos los fines de semana se dedican a leerles cuentos a los niños en la Biblioteca Virgilio Barco. Algo similar sucede con José Higuera, un mecánico pensionado del Banco de la República que invierte su tiempo en la Asociación Colombiana Proniño con Retraso Mental, Aconir. Todos los martes y los jueves se convierte en instructor deportivo de estos niños. "Al principio fue difícil, eran muchachos con un desarrollo motriz estancado". Pero hoy ve los resultados de su dedicación: el próximo mes 60 de sus pupilos participarán en las olimpíadas distritales para niños discapacitados.

El Banco del Tiempo también ha seducido a figuras reconocidas del país, como la analista de medios María Teresa Herrán y el astrónomo Germán Puerta. Este último comprometió tres horas mensuales para enseñar astronomía por medio de talleres y observaciones por telescopio. "A quien le interese la astronomía jamás se le va a ocurrir disparar un arma", asegura y esa es su mayor contribución. La prueba de la satisfacción que él proporciona a los niños es la lluvia de papeles que al terminar la jornada llegan a sus manos para que él firme autógrafos. "Es increíble que en plena era espacial muchas personas no conozcan el cielo. Por eso estos niños son felices porque tuvieron la oportunidad de ver la galaxia, los anillos de Saturno, de ver las estrellas".

Por otra parte, María Teresa Herrán alterna sus actividades como docente y escritora con las visitas que realiza los jueves durante cinco horas a la Unidad de Atención Primaria de Desplazados. Ese tiempo lo aprovecha para realizar charlas con grupos de personas desplazadas por la violencia y hablar sobre sus dificultades, y sin hacerles promesas los ayuda a buscar los diferentes caminos para salir adelante. "Yo soy reacia a la caridad y creí en el proyecto porque estoy convencida de que es una obligación retribuirle a la sociedad lo que uno ha recibido. Uno no puede cambiar el mundo con cinco horas cada jueves pero sí si todos lo hacen".

Este discurso es el común denominador de todos los donantes de tiempo y hace que cobre sentido una segunda frase de cajón que todos ellos pronuncian: "Vale la pena aportar un granito de arena".

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