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OBITUARIO

El titular de la banca

Carlos Pacheco estuvo a punto de ser jugador de fútbol. Afortunadamente no lo fue y terminó fundando Colpatria, uno de los grupos empresariales más exitosos del país.

16 de abril de 2011

Carlos Pacheco Devia llegaba todos los días a su oficina a las ocho de la mañana en punto. Era su manera de dar ejemplo a los más de diez mil empleados de Colpatria, la compañía que fundó hace 56 años. Pacheco, quien murió la semana pasada a los 85 años, creía que el trabajo duro había sido el secreto del éxito de su compañía, que hoy es uno de los conglomerados económicos más grandes del país. No le gustaba, sin embargo, que la gente se quedara en la oficina después de las cinco de la tarde, pues estaba convencido de que el tiempo libre era un valor innegociable.

"Era un gran trabajador, un ciudadano ejemplar, un esposo y un padre muy dedicado -dijo a SEMANA Rodrigo Pacheco, el menor de sus cuatro hijos, quien hoy es responsable de los proyectos sociales de Colpatria-. Se preocupaba por los menos privilegiados. Pensó que haciendo empresa, creando empleo, podía colaborar con el desarrollo. Luego lo hizo a través de la filantropía". Uno de sus principales intereses era la educación, por eso apoyó económicamente a varias instituciones, entre ellas la Universidad de los Andes, donde hoy el edificio de la Facultad de Economía lleva su nombre.

De ascendencia tolimense, nació en Bogotá el 5 de septiembre de 1925. Creció en una familia que describía como modesta, trabajadora y liberal. Desde niño demostró que los negocios lo apasionaban tanto como el fútbol. Y las dos cosas se le daban bien. Entrenó con Millonarios a finales de los años cuarenta, cuando por el club bogotano pasaron algunos de los mejores jugadores del mundo. Luego tuvo una oferta para jugar con el Atlético Bucaramanga, pero la rechazó. "En ese momento mi papá ya estaba casado y habían nacido mis dos hermanos mayores -dice Rodrigo-. Pensó que la carrera de futbolista podía ser más corta, y optó por los negocios considerando sus responsabilidades".

Pacheco es uno de los símbolos más exitosos del hombre hecho a pulso. Estudió Contaduría Pública, y a los 19 años ya era auxiliar de contabilidad de Seguros Bolívar, una empresa nueva de la que se había enterado por un aviso clasificado en El Tiempo. Su primer salario fue de 125 pesos mensuales. Después de nueve años, decidió independizarse.

Esa decisión, arriesgada en su momento, acabó por representarle enormes beneficios, no solo a él sino al país. El 3 de noviembre de 1955 fundó la Sociedad Colombiana de Capitalización, la primera piedra de Colpatria. Cuatro años después, Pacheco ya tenía dos empresas de seguros. Luego se convirtió en el mayor accionista del Banco de la Costa, que dio origen al Banco Colpatria. Con el tiempo aparecieron la corporación de ahorro y vivienda, la financiera, la empresa prestadora de salud, entre otras. Sus negocios crecieron tanto que cuando falleció estaba en el proceso de readquirir el 48 por ciento de las acciones que le había vendido a General Electric por una cifra cercana a los 500 millones de dólares. Esa sola entidad bancaria, hoy en posesión otra vez de la familia, podría llegar a tener un valor no inferior a los 1.300 millones de dólares.

Lo que siempre diferenció a Pacheco de los otros magnates del país fue su sencillez. Hombre sobrio y discreto, mantuvo esa personalidad y ese bajo perfil hasta el final de sus días. El poder y la pantalla nunca le importaron. Sus prioridades fueron siempre la familia y la filantropía. El abogado Antonio Dueñas, quien lleva 38 años en Colpatria, dice que Pacheco era un jefe respetuoso, exigente y que hacía personalmente todas las entrevistas de trabajo. Lo recuerda como un hombre "jovial" y "admirador de Claudia Schiffer", que tuvo que pasar por momentos muy difíciles, como cuando fue secuestrado durante 15 días junto a su amigo y vicepresidente de la compañía, Nicolás Muñoz, quien murió en el hecho.

En 1997, Pacheco se retiró del ya consolidado Grupo Colpatria y le dejó la presidencia a su hijo Eduardo. Entonces habló con la decana de Filosofía de la Universidad de los Andes, cuadró un currículo especial de humanidades y se convirtió, a los 72 años, en el estudiante más experimentado de la facultad. Pero siempre siguió pendiente de su compañía. Por eso, uno de los últimos consejos que les dio a sus hijos fue que tuvieran un buen contador y que mantuvieran siempre "el ojo en la caja de los negocios, tanto del institucional, que es Colpatria, como el de las finanzas personales".