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Las sesiones de la Corte fueron reducidas a 90 minutos por la salud del acusado.

HISTORIA

El último carcelero

John Demjanjuk está siendo juzgado por su participación en la muerte de 27.900 judíos hace 60 años durante el Holocausto. Podría ser el último de los juicios a los criminales de la era nazi. , 110726

5 de diciembre de 2009

El acusado hizo su entrada a la sala de juicio en Munich en una silla de ruedas empujada por un policía. Estaba cubierto con una manta desde el cuello hasta los pies, la cabeza descolgada hacia atrás, los ojos cerrados y la boca abierta de par en par. El débil anciano asistía a la Corte para ser juzgado por genocidio. Se trata de John Demjanjuk, de 89 años, detrás de cuya fragilidad aparente se esconde el criminal de guerra nazi más buscado del mundo, partícipe de la muerte de 27.900 judíos en los campos de exterminio de Treblinka y Sobibor.

En la sala, 40 sobrevivientes del Holocausto y familiares de las víctimas lo esperaban sentados para dar testimonio de uno de los capítulos más oscuros de la historia de la humanidad. Porque aunque hayan pasado más de 60 años, para ellos esta es la última oportunidad de hacerle justicia a la tragedia que vivieron. No ven a Demjanjuk como un anciano indefenso, sino como el carcelero que despojó a sus seres queridos de sus pertenencias, los obligó a desnudarse y los empujó hacia su muerte en las cámaras de gas. Si la Corte lo encuentra culpable, podría recibir hasta 15 años de condena.

El guardia puso al acusado junto a la mesa del abogado defensor Hans-Joachim Lutz. Alegó que resulta inadecuado condenar a Demjanjuk por su edad y su delicado estado de salud. Pero para la mayoría de los testigos eso no es más que una puesta en escena para escapar de la condena. Y cuando el jurista dijo que someter a su cliente a juicio es una tortura, los ánimos de la sala se calentaron. “Aberrante, ¿cómo puede hablar de tortura cuando su trabajo era obligar a los judíos a entrar a las cámaras y esperar media hora a que murieran asfixiados?”, dijo Rudolf Solomon, de 70 años, quien perdió a su madre en Sobibor.

Lutz no paró ahí. “John Demjanjuk fue obligado a matar. So pena de perder su vida, este anciano que hoy está vulnerable y aterrorizado por un juicio en los últimos días de su vida, en su juventud tuvo que ejecutar trabajos que los verdaderos nazis le impusieron. Su tragedia está en la misma posición que la de las víctimas”, dijo. El juez tuvo que ordenar silencio. Los familiares y los sobrevivientes, de pie, le gritaban al anciano que permanecía inmóvil.

Y es que a pesar de las pruebas que hay en su contra, Demjanjuk hábilmente ha eludido a la justicia por muchos años. Nació en Kiev, Ucrania, y a los 20 años se enlistó en el Ejército Rojo. Según los documentos, en un cierto momento cambió de bando y se unió a los nazis con la idea de ser entrenado como guardia, consciente de que el propósito de los campos era exterminar a los judíos. Cuando terminó la guerra, en 1945, pudo esconderse, como muchos criminales, entre los millones de desplazados que dejó el conflicto. Y así, en 1952, consiguió entrar a Estados Unidos como refugiado. Por 25 años vivió pacíficamente en Ohio como mecánico de carros, pero en 1977 se abrió una investigación en su contra. En 1986 fue extraditado a Israel, donde dos años después fue condenado a muerte al ser identificado por los sobrevivientes de Treblinka como ‘Iván el Terrible’, un sádico carcelero nazi al que se le imputan más de 50.000 muertes. Pero después de siete años en la cárcel, el sistema judicial israelí decidió que no había pruebas suficientes y Demjanjuk regresó a Estados Unidos.

Por 16 años continuó impune junto a su esposa y sus hijos, jugando al gato y al ratón con los investigadores del Centro Simon Wiesenthal y las autoridades estadounidenses. Dos veces se ordenó extraditarlo a Alemania y otras tantas burló la justicia. Alegaba problemas de salud y ser perseguido injustamente por el gobierno alemán. “¿Por qué si los altos mandos militares nazis están libres, sus esclavos como Demjanjuk deberían pagar el precio?”, dijo entonces su abogado. Finalmente, en 2008, los médicos determinaron que estaba en condiciones de resistir el proceso y fue deportado.
Este podría ser el último de los juicios a criminales de guerra nazi, y de ahí su importancia. “Para los familiares es casi algo simbólico, porque necesitan clausurar el capítulo”, le dijo a SEMANA Sergio Widder, representante del centro Wiesenthal para América Latina. Pero para la justicia supranacional se trata de enviar un mensaje. Efraim Zuroff es conocido como un ‘cazador de nazis’ y es director del centro Wiesenthal en Jerusalén. “Nosotros –dijo a esta revista– hemos perseguido a estos genocidas por tantos años porque queremos exponer sus crímenes y castigarlos, y seguiremos haciéndolo hasta que haya posibilidad de llevarlos ante la justicia. Condenar a Demjanjuk es decir fuerte y claramente que no vamos a tolerar el genocidio, y que la justicia llegará sin importar dónde se escondan o qué tan viejos estén”.

Demjanjuk no se presentó al tercer día del juicio. Según su abogado, tenía una fiebre que no cedía y era inhumano llevarlo. Por orden del juez, el caso estará cerrado hasta el 21 de diciembre. Justo ese día, 19 sobrevivientes más iban a tomar el estrado para testificar en contra del acusado. Y aunque están frustrados y saben que el carcelero se está aprovechando de las flaquezas de su edad, no piensan moverse. Después de esperar 66 años, qué es un par de semanas más.