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EL ULTIMO EUNUCO

10 de febrero de 1997

Los espectadores que vieron la película de Bernardo Bertolucci El último emperador saben que la historia fue real. Lo que pocos saben es que otro personaje de esa historia fue Sun Yaoting, quien era un pequeño de 8 años cuando ingresó a la Ciudad Prohibida para servir como eunuco en la corte del último emperador. Al contrario de los niños castrados de Europa, los eunucos chinos no eran admirados por sus voces sino utilizados como sirvientes para custodiar a las mujeres que vivían en el palacio imperial. Poco después de que Sun Yaoting ingresara a la servidumbre, en 1912, la dinastía manchú fue derrocada y al emperador Pu Yi se le permitió seguir viviendo en el palacio. Sun llegó a ser un cercano amigo con el que pasaba el tiempo jugando tenis. Cuando Pu Yi partió exiliado a Japón, Sun se refugió en un templo, donde era considerado una reliquia de la vieja China. Desde entonces su gran preocupación fue encontrar sus genitales, pues según la tradición china un eunuco debe saber el destino de sus miembros amputados para asegurarse que reencarnará como hombre completo. Pero Sun Yaoting supo que, durante la revolución cultural, un amigo suyo los había destruido, temeroso de que los guardias rojos los encontraran. Con esa gran angustia murió hace unas semanas, a los 93 años, y con él desapareció el último eunuco imperial.