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El último viaje

Albert Hofmann solía defender a su hijo problema, el LSD.

3 de mayo de 2008

Albert Hofmann solía defender a su hijo problema, el LSD. Decía que su prohibición le negaba posibilidades a la ciencia en el estudio de enfermedades como la esquizofrenia y el análisis del funcionamiento de la mente. Por eso hasta el momento de su muerte, la semana pasada, a los 102 años, luchó por reivindicarlo y además porque se permitiera calmar con esa droga el sufrimiento de pacientes terminales. Sin embargo, reconocía los riesgos de utilizarlo para fines distintos al médico. El descubrimiento del ácido lisérgico ocurrió por accidente en 1943 mientras el químico suizo estudiaba en los laboratorios de la farmacéutica Sandoz un hongo presente en cereales para encontrar un estimulante circulatorio. Hofmann se percató de sus efectos sicodélicos cuando una gota del compuesto le cayó en el brazo y describió su experiencia como una mezcla de "angustia, vértigo y visiones sobrenaturales, con un profundo sentimiento de felicidad y paz". Tiempo después, el ácido se convirtió en medicamento para pacientes siquiátricos, pero luego se popularizó entre los hippies y los artistas. En 1965 Sandoz descontinuó su producción debido a la mala reputación de la droga por las historias de suicidios y crímenes cometidos bajo su influencia. Para Hofmann "el LSD se ilegalizó en 1968 por motivos políticos, dado que fue la sustancia de culto de los movimientos antiguerra de Vietnam". Cuando se le preguntaba si el ácido era el secreto de su longevidad, aseguraba que no había vuelto a consumirlo hacía mucho tiempo: "Todo lo que me ha podido dar ya me lo dio y ahora intento vivir de acuerdo con estas vivencias. El LSD me abrió los ojos".