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La foto que registró el encuentro entre Richard Nixon y Elvis Presley es la que más compran los estadounidenses en el archivo nacional. | Foto: A.F.P.

ENCUENTRO

Elvis & Nixon: historia de un encuentro

Presley le habría ofrecido a Nixon protagonizar una campaña contra los comunistas en 1970. Una nueva cinta con Kevin Spacey lo recrea y revela un lado impensado del músico.

9 de julio de 2016

No siempre estuvo en la cima. A fines de los años sesenta, el rey Elvis seguía recibiendo generosas regalías de las ventas de sus discos, pero había desaparecido de los escenarios por nueve años. Necesitaba revitalizarse y para lograrlo montó un regreso que, como solo los grandes consiguen, le devolvió el brillo. Grabó un programa de televisión de ratings elevados y luego, en 1969, agotó boletería en sus primeros shows en Las Vegas. Tras casi una década de olvido el rey había vuelto, y sus fans codiciaban sus boletos y sus discos.

Fortalecido por su renovado éxito, pero también afectado por su creciente adicción a los barbitúricos, a sus 35 años se planteó concretar un particular encuentro. Su objetivo: conocer a Richard Nixon, un hombre que había llegado a la Presidencia en 1969 y gozaba de una popularidad creciente ligada a sus promesas de acabar con la guerra de Vietnam y la segregación racial. El tiempo se encargaría de cambiar esa perspectiva.

La reunión entre el presidente y el rey del rocanrol marcó un antes y un después en una era en la que el entretenimiento y el gobierno no estaban ligados como ahora. Por esto ha sido registrado de varias formas: en una película de televisión de 1998, en el libro Elvis and Nixon de Jonathan Lowy de 2001, y en Elvis & Nixon, la nueva producción de Amazon Studios. En esta Kevin Spacey (House of Cards) interpreta al gobernante mientras Michael Shannon (Boardwalk Empire, Man of Steel) se pone los pantalones y las gafas estrafalarias de Presley, sin contar con el cuerpo ni el sex appeal del ídolo de Graceland.

De ese encuentro en la Oficina Oval de la Casa Blanca quedó una anécdota engrandecida por el peso histórico de sus personajes, simbolizada por la fotografía que más compran los norteamericanos en el archivo nacional de Estados Unidos, por encima de la declaración de independencia de 1776 y las imágenes de Apollo 11 en la luna.

La historia comenzó en el vuelo en el que Presley viajaba de Los Ángeles a Washington D.C. el 20 de diciembre de 1970. Según Lowy, en el alocado viaje, cargado de drogas, Elvis quería escapar un rato de sus apoderados. Aun cuando el Boeing 747 estaba en el aire en la madrugada del 21, utilizó cinco páginas de papelería institucional de American Airlines para escribir una carta a Nixon.

En una letra ilegible y en medio de tachones y borrones, expresaba: “Estimado Sr. Presidente. Soy Elvis Presley, lo admiro mucho y tengo gran respeto por su administración… Me gustaría conocerlo para saludarlo si no está muy Ocupado”. Las mayúsculas a voluntad evidenciaban el desorden en su cabeza, pero solo eran el comienzo. En la misiva añadía que lo respetaban los líderes de las corrientes de izquierda contra-cultural, los artistas pop, los Black Panthers y los movimientos hippies, por lo cual podía servir de agente infiltrado. “Puedo ser y seré útil para ayudar a mi país. He estudiado profundamente del abuso de drogas y de las técnicas comunistas de lavado de cerebros”, aseguró. A la carta sumó una decena de números telefónicos para entrar en contacto con él, y da su nombre secreto, Jon Burrows, para mostrar que no partía de ceros en temas de espionaje.

Apenas aterrizó el avión, Elvis y su asistente, Fred Schilling, se dirigieron a la Casa Blanca y entregaron su carta a un guardia de seguridad. Al presidente le llegó el rumor de la misiva, la recibió y le impactó la propuesta del músico. Tras consultarlo con sus consejeros accedió pues podía servirle para impulsar una causa antidrogas que usara Get High on Life como eslogan.

Se reunieron esa misma tarde. Hablaron de los Beatles, de quienes Presley se distanció al denunciar como antinorteamericanos. El cantante también aprovechó para mostrarle una serie de insignias policiacas que había coleccionado, y así reveló su verdadera intención. Quería que Nixon lo nombrara agente federal asociado a la Oficina de Narcóticos y Drogas Peligrosas.

Priscilla Presley se divorció de Elvis en 1973, pero en su libro reveló la intención poco patriótica del músico: “La placa de agente le significaba poder. Creía que con esta podría ingresar a cualquier país con las drogas que quisiera y armas”. El presidente le consiguió una que Elvis mantuvo cerca hasta el día de su muerte en 1977. Hoy día, como el resto de su legado, se puede ver en Graceland.