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Los investigadores ya examinaron con georradares y termografía infrarroja el subsuelo de la iglesia, donde está enterrado Miguel de Cervantes. En los próximos días diez expertos forenses y antropólogos entrarán a la cripta y seleccionarán los restos óseos para analizar en el laboratorio. | Foto: A.F.P.

MISTERIO

En busca del Manco de Lepanto

El posible hallazgo de los restos de Miguel de Cervantes en un convento de monjas de clausura en Madrid sorprendió al mundo entero. ¿Cómo es posible que España no haya rescatado antes los despojos mortales del mayor escritor de su historia?

15 de junio de 2014

Los investigadores están convencidos de que Miguel de Cervantes Saavedra yace bajo la iglesia anexa al convento de las Trinitarias Descalzas, en pleno centro de Madrid, y que en pocas semanas identificarán su cadáver. El reciente trabajo con georradares y termografía infrarroja reveló la existencia de cuatro grandes bóvedas de enterramiento y cinco áreas más con posibles tumbas en el subsuelo. Así que en los próximos días los expertos entrarán a la cripta más grande, donde el dispositivo muestra entre 30 y 33 nichos con restos humanos, y allí esperan hallar el esqueleto manco del padre de la novela moderna. 

“Localizar los despojos de Cervantes y darles el trato que se merecen dará fin al olvido en que el país ha mantenido a nuestro autor más universal, y serán como un imán para atraer más turismo a España”, dijo a SEMANA el historiador Fernando Prado, el mayor impulsor de esta búsqueda. De hecho, la Alcaldía de Madrid, que hasta ahora solo ha gastado 12.000 euros en la prospección, estima que el revuelo internacional por esta noticia podría significarle a la ciudad unos 16 millones de euros en campañas de promoción.

Este baile de cifras contrasta con la miseria en que murió el autor de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, quien jamás pudo vivir de sus libros y sufrió todo tipo de necesidades a lo largo de sus 69 años. Falleció pobre en 1616, y por deseo expreso lo sepultaron en el convento de las Trinitarias, cerca de su casa en Madrid. Casi nadie asistió a su sepelio; solo algunos monjes franciscanos. Sus años de vejez fueron especialmente penosos por las enfermedades y la falta de dinero, mientras sus obras cobraban fama en Europa y América y enriquecían a muchos editores en ambos continentes.

Ahora el problema es confirmar la autenticidad de  los despojos. “Buscamos un hombre de unos 70 años, con marcas en el pecho por arma de fuego y una lesión en el brazo izquierdo”, dice Prado, quien ha dedicado los últimos años a buscar financiación. Al principio todas las instituciones públicas y privadas de España se negaron a participar, y luego, cuando consiguió convencer a varias universidades de Estados Unidos que se mostraron entusiasmadas con el proyecto y le garantizaron los fondos, la Alcaldía de Madrid decidió apoyarlo también. En total, Prado cree que la búsqueda costará por lo menos 100.000 euros.

Un informe oficial de 1870, realizado a petición de la Real Academia Española de la Lengua, confirmó nueve áreas de enterramiento bajo el Convento de las Trinitarias. Lo primero que los forenses buscarán allí es si los restos presentan rastros de plomo de arcabuz en el esternón y en la mano izquierda, pues Cervantes fue herido de bala en la batalla de Lepanto en 1571, frente a las costas de Grecia. Las esquirlas le dañaron los nervios de la mano y, aunque esta quedó prácticamente inservible, nunca se la amputaron. Tras seis meses en el hospital, Cervantes se reincorporó a la vida militar y participó en varias incursiones en el norte de África. En su vejez el escritor perdió casi todos sus dientes y muelas, otra pista para identificarlo.

Pero han pasado casi 400 años desde su muerte y no se sabe qué tan deteriorado está su cuerpo. También se ignora si los huesos de las criptas subterráneas están entremezclados, pues a lo largo de estos siglos algunas tumbas han sido cambiadas de lugar para abrir espacio. Los arqueólogos y antropólogos consultados por esta revista aseguran que será muy complicado demostrar con total certeza que los restos corresponden a los del escritor. “La falta de descendencia de Cervantes para contrastar su ADN y el hecho de que las heridas de guerra eran comunes en aquella época parecen obstáculos insalvables”, precisó a SEMANA Iván López, del área de Estudios Forenses de la Universidad Complutense. 

Los expertos tratarán primero de identificar en los huesos las lesiones. La última opción es hacer pruebas genéticas, pero se trata de un procedimiento muy caro. Como Cervantes no tuvo hijos, tendrían que comparar su ADN con el de su hermana, Luisa, cuyos restos yacen en un monasterio de Alcalá de Henares, ciudad natal del escritor. La confianza de este equipo se basa en los éxitos de los investigadores de la Sociedad Científica Aranzadi, del País Vasco, que desde 2000 han hallado más de un centenar de fosas comunes con víctimas de la dictadura franquista en toda la geografía española.
Y si no encuentran a Cervantes, la investigación chocará de frente con el blindaje de las monjas de clausura. Ellas solo autorizaron la búsqueda bajo la iglesia, pero será muy difícil acceder a las criptas del edificio adjunto donde las Trinitarias Descalzas residen y donde además hay zonas de enterramiento. ¿Qué guardan las catacumbas de ese convento del siglo XVII? Algunas sorpresas, seguro.