Home

Gente

Artículo

Glenn Close estudió las películas de Charles Chaplin para darle vida a su personaje.

HOLLYWOOD

En cuerpo ajeno

El papel de Glenn Close como mayordomo en 'Albert Nobbs' recuerda los casos de otras actrices que han desempeñado papeles masculinos.

4 de febrero de 2012

Mucho antes de que Glenn Close alcanzara el estrellato con papeles de mujer seductora en películas como Atracción fatal y Relaciones peligrosas, quería interpretar a un hombre. Treinta años después, el sueño finalmente se le cumplió. Acaba de ser nominada a un Óscar por su rol de mayordomo en Albert Nobbs, una cinta que estaba planeando desde que, en 1982, representó al personaje por primera vez en una obra de teatro de Broadway. Tras varios intentos fallidos, el proyecto finalmente despegó bajo la dirección de Rodrigo García Barcha.

La historia se desarrolla en la Irlanda del siglo XIX y retrata la vida de Nobbs, un empleado de hotel que guarda un oscuro secreto: en realidad es una mujer disfrazada de hombre que trata de sobrevivir en una época dominada por el machismo. Lo sorprendente es que su identidad y rasgos femeninos están tan diluidos que ni siquiera se acuerda de su verdadero nombre ni de su tono de voz, pues desde los 14 años decidió cortarse el pelo y fajarse los senos (una práctica conocida como cross-dressing) para conseguir un trabajo digno. La transformación de Close es tan convincente que no solo le ha merecido importantes reconocimientos en festivales de cine de todo el mundo, sino que también ha hecho recordar a otras actrices que han escondido sus curvas para interpretar a personajes masculinos.

Las pioneras de estos roles son Julie Andrews en Victor Victoria y Barbra Streisand en Yentl, dos musicales protagonizados por mujeres que cambian de género para poder estudiar y acceder a mejores oportunidades laborales. Uno de los casos más conocidos de los últimos años es el de Gwyneth Paltrow en Shakespeare enamorado, donde personifica a una joven que gana el papel de Romeo en la obra del dramaturgo inglés haciéndose pasar por un hombre. Tal fue su éxito entre la crítica y el público que en 1999 arrasó con todos los galardones a Mejor Actriz Principal: obtuvo una estatuilla dorada, un Globo de Oro y el Premio del Sindicato de Actores (SAG).

Un año más tarde, el turno le llegó a Hilary Swank con su interpretación de Brandon Teena, un adolescente transgenerista asesinado por sus compañeros cuando descubren que es una mujer. Para estar a la altura del personaje de Boys Don't Cry, Swank se cortó el pelo, bajó de peso e intentó vivir como un hombre un mes antes de que empezara el rodaje: todos los días se cubría el pecho con vendajes y se ponía medias en la entrepierna. La estrategia, además de despistar a los vecinos que solían confundirla con su hermano, le significó el primer Óscar de su carrera cuando apenas tenía 25 años.

Al igual que Swank, Cate Blanchett se sometió a una dura preparación física y mental para hacer de Bob Dylan en I'm Not There, película en la que seis actores interpretan al bardo de la música folk en diferentes momentos de su vida. Además de las largas sesiones de maquillaje, la australiana siguió una dieta estricta durante varias semanas y se dedicó a ver todos los documentales, videos y conferencias de prensa del artista durante su gira de 1966. Todd Haynes, el director de la cinta, dice que escogió a Blanchett porque su figura era perfecta para capturar la silueta femenina que Dylan tuvo en esa época de excesos. El papel, como era de esperarse, le valió su cuarta nominación a los premios de la Academia.

Tres años después, aunque sin el mismo éxito de sus antecesoras, Angelina Jolie aceptó abandonar por unos minutos su fama de símbolo sexual en Salt, donde encarna a una agente de la CIA que en una escena debe adoptar la apariencia de un oficial de la Armada. Para lograrlo el equipo de producción tuvo que diseñarle unas orejas, una nariz y un cuello de látex. El resultado es tan impresionante que ni siquiera Maddox, su hijo mayor, la reconoció cuando la visitó durante el rodaje.

En Hollywood cada vez son más las actrices que dejan el labial por la barba. De hecho, la tendencia ha ganado tanto terreno en la industria que este tipo de papeles por lo general tiene cabida en dramas, mientras que los hombres disfrazados de mujeres suelen prestarse para personajes de comedia sin mayor mérito. Glenn Close, de 64 años, es una prueba del reto que implica para una actriz cambiar de género. Quizás por eso esperó tanto tiempo para llevar al cine al mayordomo irlandés: "Siempre pensé que el día que interpretara al Albert Nobbs de mis sueños podría retirarme".