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ESPERAME EN EL CIELO

Desde hace un año un abogado caleño se enfrenta a una famosa academia de tenis en Estados Unidos por la muerte de su hija en un accidente de tránsito.

2 de septiembre de 1996

angela María Lopera llevaba un diario personal en el que dejaba constancia de toda las cosas que cambiaban su vida. Como tenía 13 años fueron muchas las páginas que llenó con grandes y pequeñas novedades. García Márquez era el hombre que más sorpresas le daba después de su padre y su ídolo, Mario Alberto Lopera, un abogado tributarista de Cali que se escapaba de su trabajo para recogerla en el colegio Simón Bolívar y hablar con ella horas enteras. En una página de su diario, fechada el 12 de octubre, Angela María describió su pesar ante la triste historia de la Nena Daconte, que se desangra en brazos de su novio desesperado en el cuento de El rastro de tu sangre en la nieve. A Santiago Nassar, el protagonista de Crónica de una muerte anunciada, lo halló inocente de la violación de Angela Vicario porque "si la hubiera perjudicado no habría pasado tan rico la noche anterior a la boda".Con la misma gracia escribió historias de su propia imaginación, como la de la Mujer Química que inventó el remedio para curar la tristeza o la de una muchacha que se ató una roca al cuello y se tiró al mar luego de que su padre la descubrió besándose con su novio: "Al verla morir, el papá, muy triste, dijo: 'Se acabó el amor". Pero lo que más resaltaba en su diario los primeros meses de 1995 era la frase "... more days to go to US, yeah!", en la que ponía los días que le faltaban para viajar a la academia de tenis Ric Bollettieri en Bradenton, Florida. Por su estricto ritmo de entrenamiento, la academia es uno de los centros preferidos por miles de padres de Colombia y del resto de América Latina que sueñan con convertir a sus hijos en campeones precoces. Se calcula que, en promedio, 400 niños colombianos asisten cada año. Para Angela María, ganadora y finalista de varios torneos regionales en Cali y quien había asistido a la academia desde 1992, este verano de entrenamiento era definitivo para convertirse en una campeona nacional. Pero su nombre terminó como una estadística más de los accidentes de tránsito en Estados Unidos. Uno de los caddies de la academia, que según los abogados de la familia había pasado dos días trasnochando y tomando cerveza, se quedó dormido mientras manejaba el automóvil en el que llevaba a la tenista a un torneo en Tampa. El carro se estrelló contra un separador de metal causando la muerte instantánea a Angela María, quien iba dormida. Al recogebolas, Rafael Salazar, de 22 años, no le pasó nada. En el informe policial dijo que se había quedado dormido.A esa misma hora, en la carretera que lleva al aeropuerto de La Guardia de Nueva York, su papá manejaba contando las horas que le faltaban para verla. Lopera se había encargado de llevar personalmente a Angela María a la academia. Habló con directores y empleados del centro para advertirles que la cuidaran como si fuera su propia hija, y dejó su tarjeta de crédito para cualquier gasto de emergencia. "Papá quería que cada cosa de las que yo pensaba se cumpliera _escribió Angela María en su diario_ y por eso estaba aquí, para él mismo explicarlas y rogar que así se hicieran". Pero todo salió al contrario. "Se la entregaron a un muchacho que no era ni entrenador ni chofer en un acto de inmensa irresponsabilidad de una academia que está montada para recibir niños de todas partes del mundo y que no los trata como niños sino como números, porque lo que interesa es el negocio", dijo Mario Alberto Lopera a SEMANA.Desde el día de la tragedia, 16 de julio de 1995, Lopera no ha levantado cabeza. Su principal actividad es escribir los recuerdos de su hija. En la Navidad pasada se encerró en el cuarto de un hotel de Islas Caimán para terminar de escribir Espérame en el cielo, una biografía de Angela María que no está dividida en capítulos sino en ilusiones, combinada con un álbum familiar y extractos del diario de la niña. Anteriormente publicó Encuentro con la vida y recientemente Angie, un poema de amor. La publicación de los tres libros, a un costo de unos 40 millones de pesos, la hizo sólo con la idea de desfogar su dolor y su rabia, de denunciar a la academia y, según dice, de estar más cerca de su hija. Lopera está sorprendido por las ventas. El primero va para la cuarta edición.En la parte legal su dolor tampoco lo ha dejado ahorrar fondos ni esfuerzos. Contrató en Miami a una firma de abogados para demandar a la academia y ahora toma cursos intensivos de inglés para entender mejor el proceso judicial. Si se mantiene en el trabajo como consultor tributario es, en gran parte, gracias a la solidaridad de sus clientes _la mayoría multinacionales_ que le han perdonado sus demoras y ausencias. En diferentes documentos legales los abogados de la academia sostienen que el accidente no fue responsabilidad de la institución y que los exámenes del conductor no arrojaron rastros de alcohol en la sangre. Alegan también que la niña no llevaba puesto el cinturón de seguridad. La academia organizó un torneo como homenaje póstumo a Angela María y descubrió una placa en sus instalaciones.Lopera, de 45 años, no está dispuesto a darse por vencido y le pidió a un fiscal del distrito de Tampa que mantenga abierta la investigación criminal mientras se recaudan testimonios de personas que departieron con el recogebolas en vísperas del accidente. Una amiga de Salazar ya declaró que en la madrugada del accidente le hizo ver a él que no estaba en condiciones para manejar.Lopera podría pedir una millonaria indemnización, pero lo que quiere es que alguien responda penalmente por la muerte de su hija. Linda Doceretz, portavoz de la academia, dijo a SEMANA que tenía instrucciones de no hacer ningún comentario sobre el caso. "En lo que sí estamos de acuerdo es en que fue una tragedia que nos afecta a todos", dijo. Desde que empezó su curso de verano, Ana María llamaba todos los días para hablar con su padre, su madre Isabella y su hermano Mario, de 17 años. A ella le parecía exagerada la frecuencia de las llamadas, pero Lopera le había rogado que no dejara de hacerlo. La última vez que hablaron, en vísperas de un encuentro de toda la familia en Estados Unidos, Mario Alberto Lopera le dijo a Angela María que si no la veía se iba a morir y, como un terrible presagio de lo que ocurriría horas después, ella le respondió: "Yo ya me morí papá, yo ya me morí".