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"Este es Jack el destripador"

Después de más de un siglo la escritora Patricia Cornwell asegura haber encontrado la identidad del asesino en serie más famoso de la historia.

23 de noviembre de 2002

La pobre mujer estaba echada de espaldas sobre la cama, completamente desnuda. Tenía la garganta seccionada de oreja a oreja hasta la columna espinal. Las orejas y la nariz estaban separadas a cuchillo con mucha limpieza. Y también los pechos, que estaban sobre una mesa al lado de la cama. El estómago y el abdomen abiertos y el rostro mutilado de tal forma que no podían reconocerse los rasgos. El hígado estaba sobre el muslo derecho, así como el útero". Así relató un diario londinense de 1888 los hechos ocurridos el 9 de noviembre en una habitación de la calle Miller's Court, en el sector de Whitechapel, en Londres. La víctima: una joven prostituta llamada Mary Kelly, y su verdugo, uno de los asesinos en serie más famosos de todos los tiempos y cuya identidad ha sido un enigma durante más de un siglo: Jack el destripador.

De acuerdo con los reportes oficiales este es el último crimen que se le atribuye después del asesinato de otras cuatro prostitutas del East End de Londres. Ciento catorce años más tarde el destripador vuelve a ser noticia. La escritora norteamericana Patricia Cornwell, reconocida por sus novelas negras, acaba de publicar su libro titulado Retrato de un asesino: Jack el destripador, caso cerrado. Lo novedoso de este libro es que no es una más de sus novelas de ficción protagonizada por su personaje recurrente, el forense Kay Scarpetta, sino que se trata de una obra de investigación en la que, según ella, basada en pruebas de ADN y documentos científicos, revela la verdadera identidad del criminal: el pintor impresionista Walter Sickert, discípulo artístico de James Whistler, amigo de Edgar Degas y uno de los artistas más populares de la época victoriana.

Las propias pinturas del artista parecen darle la razón. En ellas el tema recurrente a partir de 1900 son las mujeres asesinadas, mutiladas y desnudas en camas de hierro. Para la autora los lienzos guardan una gran similitud con las escenas post mortem de las víctimas de Jack. En 1908, dos décadas después de los hechos, Sickert pintó una serie de cuadros inspirados, según él, en el asesinato de una prostituta en el barrio londinense de Camden Town. Sin embargo en uno de ellos se ve a una mujer con un collar de perlas y en una posición similar a la que tenía Mary Kelly al ser encontrada muerta. Los títulos de sus obras también parecen dicientes: La habitación de Jack el destripador y El asesinato de Camden Town.

A pesar del revuelo que ha causado la publicación son muchos los escépticos que piensan que las pinturas sólo se deben a una obsesión del artista por el tema. Después de todo el nombre de Sickert podría parecer uno más en una larga lista de señalados. Un abogado llamado Montague John Druitt se convirtió en el primer sospechoso. Hijo de un cirujano y proveniente de una familia con antecedentes de enfermos mentales, hizo pensar a la policía que su perfil encajaba perfectamente en el molde, más cuando desapareció justo tras el crimen de Mary Kelly.

También la nobleza se vio inculpada. Según una de las teorías que empezaron a circular en la década de los 60 el asesino de la capa negra y el sombrero de copa fue el duque de Clarence, el príncipe Alberto, nieto de la reina Victoria, un cazador compulsivo y asiduo visitante de prostíbulos. Según esta tesis el duque sufría de sífilis, enfermedad que le habría transmitido una prostituta, por lo cual decidió vengarse. Por otra parte, la versión de una conspiración real cobró fuerza en los años 70. El príncipe Alberto se habría casado en secreto con una prostituta llamada Annie, con quien tuvo una hija. De acuerdo con esta teoría, para evitar escándalos la reina Victoria delegó la tarea de resolver el problema al médico real, el doctor Guillermo Gull. Este habría matado a todas las compañeras de Annie que conocían el secreto. La película Desde el infierno, que protagoniza Johnny Depp, narra esta historia.

En 1992 apareció un diario escrito aparentemente en 1889 por un comerciante de algodón llamado James Maybrick. En sus páginas aseguraba ser el asesino de prostitutas y contaba con detalle cada uno de los crímenes. Sin embargo, años más tarde, expertos determinaron que la tinta no pertenecía a esa época.

Después de tanta especulación y si Scotland Yard no llegó a ningún lado ¿cómo pudo hacerlo una escritora? Cornwell cuenta que se tropezó con el tema por casualidad en mayo de 2001, cuando visitó la agencia de inteligencia británica pues tenía la idea de mencionarla en una próxima novela de Scarpetta. Sin embargo la historia del asesino en serie la apasionó de tal manera que desde entonces empezó a indagar en los archivos. Así descubrió a Walter Sickert. El artista ya antes había sido involucrado con los asesinatos pero no tan directamente. En 1976, bajo el título Jack the Ripper, the final solution, se publicó un libro del escritor Stephen Knight, que aseguraba haber recogido las notas de un hombre llamado Joseph Sickert, hijo de Walter, quien habría afirmado que antes de morir su padre le confesó que había conocido al destripador cuando daba clases de pintura al príncipe Alberto? en síntesis, la misma teoría de la conspiración real.

Cornwell estudió la biografía del pintor y tuvo acceso a varias cartas escritas por él que se encontraban en una oficina de archivo en el condado de West Sussex. Además contrató un equipo de forenses y compró 31 lienzos de Sickert, llegando a desgarrar uno de ellos en su búsqueda de evidencias. Esta obsesión le costó seis millones de dólares pero gracias a ello descubrió una serie de detalles. Sickert, antes de dedicarse a la pintura, fue actor y en esa época utilizaba el seudónimo 'Mr. Nemo', que en latín quiere decir 'nadie'. En un archivo de Londres sobreviven 250 cartas que el destripador escribió entre 1888 y 1896 a manera de pistas para la policía, cinco de ellas aparecen firmadas como 'Nemo'.

Según las investigaciones Sickert nació con una deformidad en su pene que requirió una cirugía que lo habría dejado "mutilado e impotente", algo que concuerda con las historias de Jack, pues al parecer el destripador no tenía relaciones sexuales con sus víctimas. Esta circunstancia desataría su impulso asesino.

Sin embargo ni las pinturas, ni sus rasgos sicóticos son evidencia contundente para inculparlo. Lo sorprendente en realidad fueron los resultados de una prueba de ADN. Los científicos obtuvieron una secuencia de la saliva en una estampilla adherida a una carta supuestamente enviada por el destripador, que se comparó con otras muestras extraídas de la correspondencia de Sickert. Aunque la muestra de las cartas del pintor estaba contaminada con ADN de otros individuos algunas secuencias de esa molécula coincidían con las encontradas en la misiva del asesino. Algunos expertos ponen en duda la fidelidad de la prueba. Si bien es cierto que el análisis efectuado descartaría al 99 por ciento de la población londinense de la época, el restante 1 por ciento dejaría a varios cientos de miles de individuos como sospechosos.

En realidad hasta aquí llega la investigación pues Walter Sickert se llevó con su muerte, en 1942, toda la evidencia al ser cremado. Aun así, aunque el libro de Cornwell no contenga certezas y sólo sea uno más de los 200 que se han publicado sobre el tema, sí tiene una historia digna para un muy buen guión cinematográfico.