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EXCENTRICIDADES

¿En qué caprichos gastan su dinero los millonarios?

5 de junio de 1989


"La revolución Reagan, mientras caía en un enorme déficit público, contribuía a crear un ambiente propicio para los amasadores de fortunas, sostiene el escritor Vance Packard en un libro publicado recientemente que ya es un best seller en los Estados Unidos e Inglaterra: "Los ultrarricos. ¿Cuánto es demasiado?".

La primera conclusión de Packard, que entrevistó a 30 multimillonarios con fortunas promedio de 330 millones de dólares, es que en ese caldo de cultivo que alimentó la reaganomics, los archimillonarios tienen caprichos de niño, pero encajan más bien en obras como "El avaro" de Moliere, que en parábolas como la de la multiplicación de los panes y los peces. El despilfarro no es pan de todos los días y más bien algunos de estos ricachones se caracterizan por la tacañería. Son famosos los cuentos que se tienen de Paul Getty, que instaló en sus casas teléfonos de monedita para que ningún invitado le pusiera conejo en llamadas de larga distancia, y el de la reina Isabel II de Inglaterra que, a pesar de poseer una considerable fortuna que algunos calculan en 7.500 millones de dólares, vive obsesionada con el gasto de luz e invariablemente recorre todas las noches las habitaciones del palacio de Buckingham apagando los bombillos como cualquier ahorrativa ama de casa de clase media. Menos conocido es, sin embargo, el caso de Harvey Bright, a quien se le atribuye la friolera de 500 millones de dólares, pero quien es considerado como un tacaño de antología: una vez se negó a pagar 85 centavos de dólar por una taza de café pues la consideró demasiado costosa.

La pregunta, sin embargo, es ¿en qué gastan su dinero los millonarios?
Uno de los más generosos con su billete es Malcom Forbes, magnate que edita la revista Forbes en la que anualmente se hace un ranking de las grandes fortunas, y que, recientemente fue figura central de las revistas del corazón por su romance--ya marchito--con Elizabeth Taylor. Forbes es un apasionado de las fiestas en las que no escatima un peso para dar lo mejor de lo mejor, y un aficionado de los medios de transporte: en 1987 poseía una flotilla de 33 helicópteros y otra de 300 limosinas. Posee uno de los barcos privados más grandes del mundo y tiene una colección de motos que supera las 70. Fuera de su inmensa residencia en los Estados Unidos, es propietario de castillos en Francia y de un palacio en Marruecos, casas en Londres y en las islas Fidji, sin contar con cierto número de haciendas en distintos lugares de Norteamérica. Colecciona huevos Fabergé hechos para la familia imperial rusa y afirma poseer dos veces más de los que conserva el Kremlin.

Robert Guccione, editor de Penthouse y considerado uno de los reyes del porno, es el dueño de una de las mansiones más grandes de Manhattan que le costó 30 millones de dólares, sin contar las obras de arte con las que decoró sus paredes: Van Gogh, Renoir, Chagall, Modigliani Matisse, Picasso, Dalí... Aparte de excentricidades menores como sala de cine y piscina, lo más espectacular de esa casa es el baño: una serie de columnas corintias sostienen el marco para una fantasía de oro y mármol, el asiento del inodoro está enchapado en oro y la grifería es de oro de 24 kilates. Se dice que sólo el mantenimiento de su casa tiene un costo fijo de tres millones de dólares al año.

Allen Paulson, con "modestos" 500 millones, es propietario de una compañía aérea. El año pasado decidió, con sus 65 años a cuestas, dar la vuelta al mundo en uno de sus aviones, el Gulfstream IV, una nave de 19 asientos, y con otros tres pilotos dio la vuelta a la Tierra en 36 horas y 8 minutos con cuatro escalas, en lo que constituyó un nuevo record mundial.

"Muchos 'ultrarricos' tienen sus propios aviones -dice Packard-.
Un abogado que trata con gente muy pudiente me contó la historia de un industrial de Nueva York que tenía un avión con capacidad para vuelos intercontinentales. Sin embargo, cuando viajaron a Europa decidieron también que su avión era muy lento. Volaron a bordo del Concorde para ahorrar tres horas. Su propio avión el lento, les seguía con su equipaje y luego podían emplearlo para moverse por el Viejo Continente,.

En los antojos de los ricachones, la pasión por los deportes compite con la de los medios de transporte. Entre otras razones, según el escritor que escudriñó en sus vidas, "porque los clubes deportivos son un maravilloso escudo contra los impuestos". Harvey Bright fue el principal comprador de los Dallas Cowboys, un equipo de fútbol americano, en lo que se considera el trato económico-deportivo más importante de la historia. La suma del valor de la planta y el alquiler del estadio superó los 80 millones de dólares. El deporte más rentable, según la investigación de Packard, es el fútbol, "porque todos los clubes se reparten los ingresos de televisión".

En general, los ultrarricos de Packard son personajes poco conocidos por el gran público. La mayoría encaja perfectamente en el modelo americano del self made man y sólo unos pocos de los que él entrevistó se sientan en los laureles dorados cosechados por sus padres. Muchos han mordido el polvo y han conocido la austeridad. Algunos han logrado reconocimiento social no propiamente por su charm personal, sino por ese otro que sospechosamente da el hecho de contar con el respaldo de jugosas cuentas bancarias, que aprovechan para convertirse en patrocinadores de eventos artísticos o de beneficencia que, entre otras cosas, son buenas vías para frenar los desangres por impuestos.

Adnan K ashoggi, ahora en la cárcel, y quien fuera considerado en un momento dado como uno de los hombres más ricos del mundo, tampoco pudo escapar a la tentación de ser "original". Los grifos de oro de su yate "Nabila" y sus suntuosas fiestas de cumpleaños hacían las delicias del jet set internacional.

Pero pasar de 300 millones de dólares no es condición sino que de la extravagancia. Hay muchos famosos y ricos, aunque menos ricos que los ultrarricos de Packard, que pueden competir en franca lid en materia de excentricidades. El cantante Michael Jackson, por ejemplo, andrógino y extraño, posee una cámara de oxígeno en donde pasa horas para mantener su juventud. Y Sylvester Stallone ha invertido fortunas en una noble extravagancia: un pequeño museo privado con más de 240 piezas de artistas como Bacon -su favorito-, Botero, Rodin, Delvaux y Warhol. Y la sensual Kim Bassinger, la protagonista de "Nueve semanas y media", ha logrado hacer realidad un pequeño capricho: comprar un pueblo. Se trata de Braselton, Georgia, que tiene 500 habitantes y que le costó 20 millones de dólares. Sus planes son convertirlo en un sitio turístico con un moderno centro comercial y eventualmente con estudios cinematográficos.
Julio Iglesias, dicen que por agüero, después de cada presentación bota el vestido y la camisa que utiliza.

Casos tristes de extravagantes y ricos, también hay. Uno de ellos el de la "pobre niña rica" de Barbara Hutton, que dilapidó su fortuna en maridos y caprichos. Cuando alguien que conocía le gustaba, su manera de demostrarlo era regalándole un abrigo de piel o un Rolls-Royce. Cuando murió, su cuenta bancaria marcaba 3.500 dólares. Terry Allen Kramer heredera de un grupo de empresas cuyo valor supera los 700 millones de dólares, le confesó a Packard toda su amargura por una vida sentimental marcada por el fracaso.

Pero podría decirse que el colmo de la excentricidad de un millonario es renunciar a sus millones. Y es lo que han hecho las mujeres Rockefeller.
De las ocho que llevan el apellido y se encuentran entre las 100 mujeres más ricas de los Estados Unidos, Sandra Ferry adoptó el nombre de su madre y regaló buena parte de su fortuna.
La mayor, Abbv, es una marxista furibunda y su hermana, Marion, afirmó que "las fortunas deberían extinguirse".

Así, pues, aquellos que dicen que la plata no hace la felicidad pueden tener algo de razón. Pero lo cierto es que si no la hace sí ayuda mucho aunque haya casos que permitan afirmar, como los de Cristina Onassis o Bárbara Hutton, que los ricos también lloran.-- -