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El diseñador durante el homenaje que le brindaron en la Semana Internacional de la Moda de Bogota, 2009. | Foto: Archivo particular

OBITUARIO

Hernando Trujillo: el industrial que no dejó de ser sastre

El domingo murió por afecciones cardíacas el empresario y fundador de la exitosa casa de confecciones.

18 de noviembre de 2013

Para hablar de Hernando Trujillo hay que contar la historia de cómo empezó en la década de los 30 en Medellín aquel modesto taller de sastrería que, con un par de máquinas de coser prestadas, se convirtió años después en una importante empresa de confección con más de 30 almacenes en Colombia, y con presencia en países de Latinoamérica y en Estados Unidos.

En 1942, Trujillo trabajó como asistente de diseño en Confecciones Colombia, lo que hoy es Everfit, donde inició “desde abajo”, dirigido por un técnico italiano llamado Benjamín Zomblera. Dado que Zomblera hablaba muy poco español y Hernando Trujillo había aprendido algo de italiano en el Instituto Salesiano de Pedro Justo Berrío, un internado de artes y oficios, Trujillo se convirtió en su asistente inmediato, su mano derecha.

Los conocimientos adquiridos en Everfit, lo llevaron a ser el primer director técnico colombiano en la producción de trajes a principios de los 50 en Valher (Valencia Hermanos), en Pereira. A finales de la misma década, Trujillo se trasladó a Bogotá, donde trabajó por corto tiempo en un taller mediano, Hermega.

Hernando Trujillo implementó en el país una modalidad de trabajo sin precedentes en el mercado de la confección por esas épocas: sólo ofrecía su mano de obra. Como no tenía recursos para la compra de materiales, recibía –junto con su hijo mayor- de sus clientes las telas, hilos y demás elementos para coser los vestidos que después eran entregados a sus respectivos destinatarios.

El pequeño taller funcionaba en el segundo piso de una casa ubicada en la carrera 42 con calle 12, en la capital, donde ya en 1965 la marquilla ‘HT’ empezaba a tener respaldo y reconocimiento en el mercado local.

A partir de entonces, comenzó a consolidarse una empresa que logró abrir almacenes en el exterior, en países como Estados Unidos y México, donde los sastres, las faldas plisadas y demás prendas femeninas de alta costura se lograron imponer con gran fuerza a través de la marca ‘Hernando Trujillo’.

Pese a que Trujillo logró posicionar su marca tanto en el país como en el exterior, hacia marzo de 2013 cambios en la estructura de la compañía, sumados a la incesante competencia con otras confeccionistas, las importaciones chinas y altos costos laborales produjeron la quiebra de la empresa.

Era la misma firma que por más de 40 años se mantuvo exitosa bajo la creencia de su fundador de que “un buen molde no hace necesariamente un buen vestido; de la misma forma en que un edificio no son sólo los planos”, en referencia a que más allá de lo trazado sobre el papel, la esencia de un traje está en su confección.