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El sicólogo que vio a Rochom dice que ya empieza a balbucear y a reconocerse en el espejo. Algunos aldeanos la describieron como mitad humana y mitad animal y dijeron que deberían enjaularla y cobrar por verla

odisea

Fuera de la civilización

La historia de la joven camboyana perdida en la manigua es sólo el más reciente de los inverosímiles casos de niños que crecen sin contacto humano.

27 de enero de 2007

Que un niño pueda crecer aislado de la raza humana es considerado casi imposible. Aparte de unos pocos casos históricos, en el imaginario colectivo estos hechos con tintes de leyenda parecen exclusividad de la ficción al estilo de Tarzán y El libro de la selva. Pero hay un gran número de historias reales que no siempre tienen final feliz. El más reciente se dio hace algunos días, cuando una joven de unos 27 años fue hallada mientras trataba de comerse el arroz de uno de los granjeros de una remota villa camboyana. Al parecer, había emergido de lo más profundo de la selva, desnuda, extremadamente delgada, caminaba encorvada y en vez de hablar emitía ruidos extraños.

La noticia de la 'mujer salvaje' llegó a oídos de Ksor Lou, un policía de la región que al verla reconoció a su hija perdida hacía 19 años. Aunque hasta ahora muestra poco interés por quienes aseguran ser sus familiares, e incluso al comienzo gritaba cuando las personas se le acercaban, Lou afirma que se trata de Rochom P'ngieng, su pequeña que se perdió a los 8 años de edad mientras arreaba búfalos en 1988.

Pese a la euforia del momento, las dudas que despierta el caso han hecho que se les pida a los padres hacerse pruebas de ADN. Los más escépticos sospechan que se trata de una mujer con retraso mental que tal vez fue mantenida en cautiverio, pues tiene cicatrices como si hubiera estado atada por mucho tiempo. Lou sostiene que posiblemente las heridas fueron producidas por trampas de animales, que su hija destroza la ropa que le ponen y ha tratado de huir a la selva varias veces, aunque ya empieza a comunicarse balbuceando y por medio de señas, como tocarse la barriga cuando tiene hambre. "Hay muchas exageraciones en este tipo de situaciones y conocer toda la verdad es difícil, pues no se sabe con certeza lo que les sucedió antes de que aparecieran", dijo a SEMANA Antonio Vélez, autor del libro Homo Sapiens, en el que reseña algunos casos parecidos.

Uno de los relatos más legendarios es el de un joven que al parecer pasó la mayor parte de su corta vida encerrado en un oscuro calabozo, tan estrecho, que no podía ni estirarse ni ponerse de pie. Tenía 16 años cuando en 1828 apareció caminando con mucha dificultad en una calle de Nuremberg y era incapaz de hablar. Al principio pasó por loco o retardado, hasta cuando garabateó en un papel el nombre Kaspar Hauser, con el que se le llamó desde entonces. Dice la historia que durante su cautiverio nunca escuchó voz humana, no vio la luz del sol, ni el rostro de quien lo alimentaba con pan y agua. Por eso en un principio no toleraba otros alimentos ni soportaba la claridad, aunque veía bien en la oscuridad, ni distinguía los seres vivos de las cosas.

Según habría relatado con el lenguaje infantil que alcanzó a desarrollar gracias a una intensa terapia, su captor le daba algo para dormirlo y cuando despertaba, tenía la camisa limpia y las uñas cortadas. Para enseñarle a escribir su nombre se habría ubicado a espaldas del joven, para que éste no lo viera, mientras le movía su mano con el lápiz.

En 1833, cuando apenas trataba de recuperar el tiempo perdido, fue misteriosamente asesinado. Al parecer, alguien lo citó con el pretexto de contarle la verdad de su identidad, pero en lugar de ello fue apuñalado. Se ha especulado que era el hijo ilegítimo de un noble o hasta de Napoleón.

Uno de los casos en los que hay evidencia más sólida es el de Saturday Mthiyane, reseñado por el investigador Andrew Ward, que creó la página FeralChildren.com en la que registra unos 100 casos de niños ferales o salvajes. Varios testigos aseguran que a mediados de los 80 vieron en una provincia de Suráfrica a un niño de unos 5 años con un grupo de monos que a veces robaban bananos a los aldeanos. Cuando los pobladores quisieron atraparlo, sus hermanos primates reaccionaron agresivamente para protegerlo. En 1987 fue internado en la escuela Ethel Mthiyane para niños discapacitados. El choque con la civilización fue tan duro, que se portaba violentamente y mordía a sus compañeros. Una década después, un grupo de periodistas visitó la escuela y encontró que aunque ya caminaba, no hablaba, se alimentaba con comida cruda y banano. En su traumática experiencia quedó desvirtuado el mito de Tarzán.

En cuanto a las madres adoptivas de la naturaleza, las lobas parecen ser las más dedicadas. Una de las historias es la de Amala y Kamala en India, al estilo Rómulo y Remo, los fundadores de Roma. En 1920 algunas personas le informaron al reverendo Singh de Midnapore, director de un orfanato, que dos figuras fantasmales merodeaban en la selva junto a una manada de lobos. El misionero organizó una expedición para descubrir el misterio y se encontró con dos niñas, la mayor de unos 6 años, a la que bautizaría Kamala, acurrucada con otra de 2 años, a la que llamaría Amala. Para llevarlas de regreso al mundo de los 'suyos' tuvo que matar a la madre lobo. Según estableció por la diferencia de edades y el poco parecido físico, las pequeñas no eran hermanas y supuso que habían sido recogidas por los lobos en momentos distintos, pues ciertos animales sociales suelen aceptar crías ajenas.

Nunca pudieron ser 'domesticadas': se levantaban con la luz de la luna, aullaban, caminaban en las cuatro extremidades, por lo que sus cuerpos estaban atrofiados; tenían la vista muy desarrollada y olfateaban todo. "Cuando una de las zonas del cerebro no se usa, otra la invade. Los ciegos, por ejemplo, desarrollan el oído. Hasta las cosas más elementales como hablar, ver, oír y caminar necesitan pasar por un proceso de aprendizaje. Aunque haya instrucciones preprogramadas, la estimulación es necesaria", explica Vélez. Destrozaban a mordiscos la ropa, no comían en tazones, pero les robaban a los perros del orfanato los huesos que les daban. Un año después Amala murió. Kamala hizo su duelo aullando en una esquina del cuarto. En 1929 falleció de fiebre tifoidea. "Al reintegrarse a la sociedad humana, muchas de sus necesidades básicas como la alimentación no son comprendidas y eso acelera su deterioro", dijo a SEMANA Ward.

Todo parece indicar que también en India en los 50, otra madre lobo necesitada de cariño robó al pequeño Ramu, de un año, a su madre humana mientras ésta dormía. Fue recuperado seis años después y además de su manera de andar con las rodillas y las manos, lo más sorprendente fueron sus filudos dientes. Sólo aceptaba carne cruda y lamía la leche del vaso. No le interesaba la compañía de los humanos, pero durante una visita al zoológico no quiso desprenderse de la jaula de los lobos.

Y los anteriores son apenas algunos ejemplos. Se han registrado casos de niños amamantados por perros, osos y leopardos y otros tan increíbles como niños gacela capaces de correr a 50 kilómetros por hora. Lo que más llama la atención es que pocos son capaces de sonreír. Quizá porque nunca aprendieron a hacerlo. O quizá porque no les gustó lo que encontraron en la civilización.