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HACIENDOSE EL LOCO

17 años después de la masacre, Charles Manson sigue preso tras un dictamen de la justicia: no está loco.

14 de abril de 1986

Durante todos estos años el hombrecito ha intentado olvidar la madrugada del 9 de agosto de 1969 cuando, en perfecto y alegre estado de iluminación atacó la mansión que el director Roman Polanski y su mujer, la actriz Sharon Tate, tenían en el número 10050 de Cielo Drive en Hollywood y después de varias horas de drogas, sexo, sangre y licor dejó un reguero de muertos que todavía siguen siendo leyenda en esa zona de Los Angeles.
Ha intentado olvidar los gritos de la actriz quien, con ocho meses de embarazo, le pedía que no la matara que salvara el bebé, y los gemidos de dos homosexuales para quienes esa noche en la inmensa casa era una más dentro de la agitada vida de los Polanski.
Durante estos diecisiete años el mundo, a través de libros, películas y programas de televisión recordaba y olvidaba al hombrecito, Charles Manson, recluido en la prisión de Vacaville, pasando por largos períodos de misticismo, dictándole sus memorias a un amigo, tocando la guitarra, sirviendo de sacristán en la capilla de la cárcel y dando la impresión de que nunca ha estado cuerdo, que sus facultades mentales alteradas fueron la causa de los crímenes cometidos no sólo en la casa de los Polanski sino en una residencia vecina. Hace pocos días y echando mano de esa confusión que existe entre sicólogos y periodistas en torno a su personalidad, Manson intentó salir de la prisión bajo palabra, tomar una casa por cárcel y someterse a un largo tratamiento siquiátrico.
Pero el juez dijo que no, que Manson debía cumplir su condena a cadena perpetua, lo mismo que los otros compañeros de ese grupo que los fines de semana gozaba revolcándose en la arena del llamado Desierto de la Muerte, en California, el mismo desierto donde Antonioni filmó Zabriskie Point.
Para el juez y el fiscal que reabrieron a petición del interesado este caso, Manson no está enfermo, tiene que seguir purgando la muerte de quienes han podido conformar un número mayor ya que esa noche, por ejemplo, el escritor Jerzy Kosinski y una amiga, al perder el vuelo que los llevaría de Nueva York a Los Angeles, se salvaron de ser asesinados.
La reaparición de Manson sorprendió a millones de personas que lo vieron en televisión, tímido, cortés, hablando con su voz aflautada, respondiendo a un juez más joven para quien el acusado era apenas un número en un expediente.
Después de haber propiciado entre grupos pequeños el culto a Satanás durante la época en que mató a Sharon Tate y sus amigos, Manson entró en una etapa de depresión que poco a poco fue derivando hacia un misticismo escandaloso.

EL CLAN ENCARCELADO
Repitiendo una y otra vez algunas canciones de Los Beatles y Los Rolling Stones, se encerraba en la capilla de la penitenciaria, con un mono azul que le daba el aire de un místico escapado de un reformatorio: sin problemas de sueño, evitando los tranquilizantes, sin fumar, comiendo mucho, leyendo con una voracidad asombrosa, quienes lo tratan de cerca en Vacaville sostienen que este, es otro Manson, que nada tiene que ver con el impulsivo y lascivo muchacho que llenó el rubio y gordo cuerpo de la Tate con heridas salvajes.
Atrás han quedado las noches en blanco, cuando se dedicaba a escribir "Cerdos" en las puertas de las casas decentes, cuando rompia bombillas y lámparas callejeras, cuando provocaba pequeños incendios, cuando dirigía una "Familia" que compartía con él su culto a Satanás. Cuando ahora le preguntan por esa época, sonríe y dice: "Algún día nuestra familia volverá a reunirse, volverá a estar agarrada de la mano con los puros de corazón, volverá a escribir mensajes en las casas de los poderosos".
Todos los miembros de su clan están detenidos: Linda, María Teresa, Lynette, Patricia, Bárbara, Laura, Stephanie, Beth Tracy, entre otros nombres, purgan distintas sentencias en varias prisiones estatales: con ellos, Manson sostiene una nutrida correspondencia aunque en los últimos años dejó de escribirles tanto cuando descubrió que había un coleccionista que estaba pagando hasta mil dólares por cada una de sus cartas manuscritas.
¿Cómo hizo este hombre ahora sonriente y tímido que nada tiene que ver con la imagen del monstruo divulgada por la prensa, para retener a tantos jóvenes, para convertirse en un ídolo para esa generación que lo imitaba en todo? Un amigo sicólogo que lo ha tratado durante todos estos años tiene una explicacion: Manson les contaba con su voz persuasiva, que la vida no vale vivirla si no se convierte en un viaje mágico, alucinado y como los jóvenes encontraban con su compañía, en su "Familia", todo el licor y las drogas y el sexo que querían probar hasta la saciedad, entonces obedecían todas sus órdenes, como decapitar gatos ajenos o ahorcar perros o matar ancianos o entrar a la mansión de quienes consideraban cerdos, capitalistas y pecadores.
Hablador con todos los que quieren oírlo, insistiendo en las relaciones que existen entre Dios y el Demonio (a quien sigue considerando su modelo aunque vaya todos los días a la capilla católica de la prisión), Manson había sido condenado a muerte el 19 de abril de 1971 luego de un proceso interminable que se tomó diez meses. El mismo día de la condena, se ordenó su traslado a la prisión de San Quintín con el fin de ejecutarlo según las leyes de California. Pero el 18 de febrero de 1972 la Corte Suprema del estado derogó la pena de muerte para siempre y Manson se salvó, seis votos a favor y uno en contra de esa medida. Ese día, cuentan los amigos, gritó más de mil veces "Aleluya".
En su habitación (los detenidos de Vacaville siguen un régimen que ha eliminado el formato de las celdas), tiene nevera y televisor en colores y algunos libros. Prefiere estar en la capilla, tocando la guitarra y ayudando al aseo del recinto. Durante todos estos años ha tratado de olvidar la madrugada en que mató a la mujer embarazada que le suplicaba, según testigos de la masacre: "Por favor... sólo quiero que se salve mi bebé... déjeme ir... se lo suplico", ha tratado de olvidar esas lágrimas y esos chillidos pero no ha podido. Su misticismo es quizás una forma de exorcismo.
Lo más irónico de esta historia que muchos seguramente habían olvidado es que ese día, cuando los cadáveres fueron descubiertos, la Policía sólo pensó en un sospechoso: el marido de la víctima, Polanski, quien siempre ha tenido fama de pervertido. Los policías ya habían visto "El bebé de Rosemary".