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Hecho en Colombia

Tanto se ha avanzado en materia de moda en el país, que hay quienes se refieren a los diseñadores como los arquitectos de los hilos perfectos.

27 de septiembre de 1993


LOS CREADORES de la moda en Colombia realizan prendas tan finas y bien terminadas, que están a la altura de las que elaboran prestigiosas marcas europeas. Reyes, Toro y Miranda son algunos de los nombres Erre Ese, Salleg T. y Taller Barroco, algunas de las nuevas marcas. ¿Los clientes? Los mismos que compraban Christian Dior y Giorgio Armani, en París, Nueva York o Miami.
Para quienes piensan que la moda es farándula y superficialidad, los nuevos gurúes del diseño nacional les tienen noticias: no se consideran costureros mayores, sino filósofos de la moda, arquitectos e ingenieros del vestir, conceptores integrales de producto, empresarios de alto vuelo que participan en un negocio con tanto o más movimiento que el del café.
Los hay de alta costura, especializados en trajes para ocasiones especiales. En Bogotá, los asiduos a cocteles y comidas elegantes establecidas como Alvaro Reyes, Ayerbe Quintana, Alonso Uribe, Claudia Scherer o Amelia Toro. Pero sus vestidos, con etiqueta de un millón de pesos, pueden lucirse en muy pocas ocasiones, incluso en una ciudad con agitada vida social como Bogotá.
Fuera de la capital, están surgiendo en la reñida pasarela de la alta moda nombres como el de John Miranda, un descendiente de caribes nacido en Medellín, y quien, como muchos de sus colegas, sufre las restricciones de una clientela bastante reducida. Colombia definitivamente no es una nación europea, con su elegante aristocracia y su intrincada maraña de nobles.
Pero Miranda se distingue de otros en su rechazos de la pedrería y en su defensa de lo que él llama "una propuesla minimalista", es decir, con economía de trazo y , marginamiento de la lentejuela. Miranda ya despertó fuertes críticas en el último Concurso Nacional de Belleza por haberle diseñado a la representante de Chocó, Magali Caicedo, un traje de gala "sin luces".
Miranda se autodefine como "un vanguardista esencialmente limpio". Como muchos otros diseñadores de alta moda, acude a los reinados de belleza.
Muchas candidatas pasan por su taller del barrio de Laureles, igual que señoras de alcurnia y novias acomodadas. Pagan por el gusto de hacerse a un modelo exclusivo uno o dos millones de pesos, dependiendo de la complejidad del diseño y la confección de la prenda. Otra forma de mantenerse en la competencia es participar en los concursos que organizan empresas como Dupont (productora de la Lycra) o Bayer (fabricante del Dralón). Recientemente, Miranda causó estupor con el vestido que presentó en el concurso de Dupont: tallado y con un velo transparente cubriendo el busto.
Alto, desgarbado, vestido de bluejeans y con una modesta chaqueta Everfit, Miranda es un arquitecto de profesión, con estudios de diseño de moda en el Instituto Secoli, de Milan.

Elabora personalmente, y con gran maestría artística, todos sus bocetos, que guarda con tal cuidado que todavía conserva los que realizó en sus días de estudiante, cuando llegó incluso a formular toda una colección de ropa formal e informal inspirada en la obra pictórica de Omar Rayo.
Un mismo sentido artístico es el sello de las hermanas Olga y Eulalia Piedrahita, a través de su Taller Barroco, con boutiques en Bogotá y Medellín.
Pertenecientes a una tradicional familia antioqueña, Eulalia y Olga asistieron a colegios religiosos, antes de liberar sus horizontes con temporadas de estudio en Europa y Estados Unidos.
A su regreso decidieron "jugar" con la moda. Y bajo la orientación de Alicia Mejía, la mecenas de los diseñadores colombianos, se iniciaron en un negocio que muy pronto tomó un rumbo de marca parecido al de la célebre diseñadora inglesa Laura Ashley.
A diferencia de Miranda, las Piedrahita no trabajan con diseños preconcebidos, sino que dejan "hablar" al material. Es una manera muy original y peculiar de suplir su desconocimiento de costura y moldería. Lo que las Piedrahita venden es una prenda de ensueño para la ejecutiva moderna y ocupada. "Es la mujer que quiere darse un gusto especial y paga por él de su propio bolsillo, sin tener que pedirle al marido que la vista", dice Eulalia.
Dentro del concepto de crear no una prenda sino un ambiente de vestuario está el trabajo del taller Erre Ese, dirigido por un célebre ex hippieantioqueño llamado Luis Bernardo Llano. En Erre Ese, antes de llegar a la "pieza" (Llano habla de "pieza" y no de prenda), se crea primero la atmósfera del negocio: planos para el almacén, detalles de decoración y mobiliario, ganchos exclusivos para colgar la ropa, iluminación, vitrina, maniquíes.
Trabaja los materiales hasta los mínimos detalles decorativos, y lo que no encuentra en el mercado, lo manda hacer. Aunque no parezca, lo que ya no busca es "rendirle un homenaje a lo cotidiano". Los modelos de la Erre Ese exclusivamente diseñados para climas tropicales están dirigidos a gente que, según Llano, "quiere estar en lo justo: ni p'allí ni p 'acá. Mejor dicho:
vendemos una actitud de vida".
Miranda y Llano comparten con Julio Salleg, otro diseñador costeño residente en Medellín, la pasión por la pedagogía, porque todos han llegado a convencerse de que no hay diseño sin negocio, y que eso de administrar hay que aprenderlo y dominarlo. Salleg toma clases de administración en la Colegiatura Colombiana de Diseño, éstas incluyen temas aparentemente tan ajenos al diseño como redacción e inscripción de un empleado en el Seguro Social.
"Lo primero que hay que decirles a los aspirantes es que esto no iste en hacer dibujitos, y menos cuando el semestre cuesta 330 mil pesos". De los 35 alumnos que ingresaron a la colegiatura hace cinco años, se graduaron en 1992 apenas cuatro.
Esa necesidad de tener una visión empresarial de amplia cobertura puede alcanzar altos grados de refinamiento en compañías como el Grupo Estudio de Moda, tal vez el primer fabricante de bluejeans en Colombia. Se trata de la empresa que crearon dos visionarios que comprendieron la magnitud de un negocio de ropa que, solamente en Colombia, vende dos jeans por habitante cada año Jaime Alberto Alvarez, ex jefe de moda de Fabricato, y Clara Inés Restrepo, ex gerente de Epoca Publicidad en Medellín, se retiraron de sus puestos y se aventuraron a montar su propio negocio de confección que, inicialmente funcionó en un garaje.
Fue el nacimiento de sus propias marcas: US Wear y Emanuelle, con las cuales irrumpieron en el mercado de la moda nacional hace 12 años. Hace tres acabaron con su propia línea para adquirir las licencias de los fabricantes de jeans europeos y latinoamericanos más buscados coma Marithé & Francois Girbaud, de Francia; Diesel y Unlimited, de Italia; y Chopper, de Brasil. Hoy el grupo Estudio de Moda fabrica y exporta, desde Colombia, prendas de índigo y otros productos que se venden en varios países de Europa y América, incluido Estados Unidos.
Alvarez y Restrepo han llegado a desarrollar una estrecha relación con Francois Girbaud, firma que es considerada el papá del jean en el mundo. Girbaud acuña constantemente frases como "Jeanealogía", "Jeaneration 21", "Ingenierú jeanética" y "Arquitectura del vestir".
Estudio de Moda recibe de las casas matrices europeas los cortes, las guías de costura los tipos de lavado del índigo los modos de presentación, los artes para las campañas publicitarias, y los planos y colores para el mobiliario de 30 tiendas distribuidas por todo el país. Todo un paquete para aumentar la penetración de lo que es ya un producto sin fronteras.
El hecho de que los europeos se hayan fijado en Colombia para desarrollar una punta de lanza en America Latina se deriva de lo que Alicia Mejía, de Colombiamoda 93, llama "nuestro clima textil". Un clima que no genera una moda autóctona, sino un ambiente propicio "para trabajar moda y es también un clima que beneficia a muchos consumidores nacionales, porque según Alicia Mejía, "ya no hay que salir del país para encontrar lo que uno busca". En su guardarropa, dice, y no hay ni un cinco por ciento de cosas importadas. "El ingenio y creatividad de nuestros diseñadores me han cautivado".

Un país de moda EN EL DESARROLLO DE LAindustria de confecciones en Colombia intervienen varios factores: un mayor poder adquisitivo de la población; gustos más exigentes y depurados; repunte del talento autóctono, y existencia de una insdustria textil con proyección internacional.
La moda, para quienes trabajan en el sector, es un próspero negocio. Actualmente, la cadena textiles confecciones factura en Colombia el mismo valor de la cosecha cafetera, lo que equivale a unos dos mil millones de dólares. Da empleo directo a 150 mil personas e indirecto a medio millón, según Roque Ospina, director ejecutivo del Instituto para la Exportación y la Moda.
El sector ha sido golpeado últimamente por la apertura económica, debido a la competencia desleal, la subfacturación y el llamado dumping o inundación del mercado con "desechos" de otros países.
Pero el peor problema es la carencia de una mejor infraestructura de puertos y carreteras. "Los productos colombianos llevan un sobrecargo del 12 por ciento, y ningún productor nacional puede esperar que le compren a ese precio porque, pobrecito, el país no le ha dado buenas vías", concluyó Roque Ospina.