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Cuando Jan-Michael Vincent protagonizó Lobo del Aire, en los años ochenta, muchos lo consideraban de los más churros del aire. | Foto: Jet Set

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Jan-Michael Vincent: el triste final de un churro de Hollywood

El actor, que perdió su exitosa carrera a causa del alcohol y las drogas, murió irreconocible y mutilado. Esta es su historia. Artículo de la revista Jet-Set.

5 de abril de 2019

Los afiebrados por la televisión de los años ochenta seguro recuerdan su personaje de Stringfellow Hawke en Lobo del Aire, serie que se emitió en Colombia y en la cual actuó junto al gran Ernest Borgnine.

Ser alto y apuesto le valió a Jan-Michael Vincent roles en más de 70 producciones en las pantallas grande y chica, al lado de estrellas como Burt Reynolds, Ali MacGraw, Charles Bronson y Kim Basinger.

Empezó a cultivar un serio prontuario de arrestos y condenas por peleas en bares, conducir ebrio y golpear a sus parejas

Su estrella no se hubiera apagado antes de tiempo de no ser porque sus excesos con la bebida, cocaína y heroína, le ganaron la partida.

Foto: Al final de sus días, Vincent vivía como un viejo escualido, sin una pierna y sin voz. Su aire de churro y su época dorada ya habían pasado. 

Lobo del Aire, lanzada en 1984, fue tan exitosa que Jan-Michael cobraba 200.000 dólares por capítulo, lo que hizo de él el mejor pagado de la época.

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Pero las adicciones hacían que metiera la pata y empezó a cultivar un serio prontuario de arrestos y condenas por peleas en bares, conducir ebrio, golpear a sus parejas y violar su libertad bajo palabra. 

Sufrió varios accidentes de tránsito por conducir en estado de ebriedad. Una vez, se rompió las vértebras y otra, perdió las cuerdas vocales

A causa de todo ello, la serie fue cancelada en 1987 y, aunque su carrera no se acabó en ese momento, sí empezó a declinar, porque él se volvió difícil en el set, hasta que las grandes productoras dejaron de darle trabajo y se vio forzado a aceptar papeles en cintas clase B. Actuó por última vez en 2002.

Foto: Lobo del aire, la serie que lo llevó a la fama.

Su vida licenciosa también le costó la salud, pues sufrió varios accidentes de tránsito por conducir en estado de ebriedad. Una vez, se rompió las vértebras. Otra, una herida en las cuerdas vocales le dejó la voz ronca para siempre.

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El más grave sucedió en 2012, cuando una infección obligó a los médicos a amputarle la pierna derecha.

Así, antes de morir de un paro cardíaco en un hospital de Carolina del Norte, el guapo y fornido surfista rubio se había convertido en un anciano escuálido, lívido y con dificultad para moverse. Un triste final para un artista de su talla.

* Este artículo hace parte de la última edición de la revista Jet Set