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Jane Goodall, experta en chimpancés estuvo en Bogotá

La reconocida primatologa estuvo en Colombia para hablar de su investigación, presentar la iniciativa Raíces y Retoños y enviar un mensaje de paz .

2 de noviembre de 2013

Aunque hoy se saluda de mano con príncipes, grandes empresarios y presidentes de las más importantes naciones, el reino de Jane Goodall es el reino animal. Lo supo desde muy pequeña cuando llevaba a los gatos y perros de su casa a dormir a su cuarto, en las noches frías de Bournemouth, al sur de Inglaterra. Su madre, gran aliada de sus sueños, en lugar de regañarla la convencia de que era mejor que ellos durmieran en el jardín junto a los otros animales. Goodall cuenta que su primer profesor fue Rusty, un perro que le enseñó que los canes tenían personalidad y emociones.


Esa pasión fue alimentada por historias como las del Doctor Dolittle, personaje que decide no atender a seres humanos sino a animales con los cuales habla en su propia lengua. “Yo estaba tan compenetrada en esa historia que les decía a mis compañeros de colegio que podía hacer lo mismo y que entendía lo que un pájaro decía con su canto. Ellos me creían”. También sintió gran fascinación por Tarzán. Leía los libros sobre este personaje una y otra vez y cuenta que hasta se enamoró de él. “El único problema fue que se casó con la Jane equivocada”, dice en broma.

Goodall estuvo de visita en Bogotá y en toda su gira no se desprendió de Mister H., el chimpancé de peluche que ha sido su compañero de viaje desde hace 22 años. “Este es su país número 63”, aclara, y su primera visita a Colombia. Y, obviamente, la de ella también. A sus casi 80 años esta etóloga inglesa, doctora honoris causa por más de 45 universidades del mundo, tiene la energía para viajar 300 días al año. Es mensajera de paz de la Onu lo cual no debe confundirse con ser embajadora. Embajadores de la Onu hay muchos, más de 100 dicen, pero mensajeros solo 12, y ella fue elegida por Kofi Anan en 2002 para enviar un mensaje de paz.

Raíces y Retoños

El suyo tiene que ver con la protección del planeta a través de una iniciativa conocida como Roots and Shoots, cuya traducción sería Raíces y Retoños. Se trata de una red que conecta a jóvenes de más de 120 países que tienen en común la realización de proyectos locales para hacer de la tierra un mejor planeta.

 Algunos trabajan con basuras, otros con perros callejeros, otros con enfermos que necesitan la compañía de animales para mejorar su ánimo. Hay quienes optan por hacer cultivos orgánicos. “Las posibilidades van de la mano de la imaginación”, señala. Quienes tienen proyectos similares pueden conectarse vía internet, no importa si un interlocutor está en Indonesia y el otro en la Patagonia. 

La iniciativa nació cuando escuchó a unos niños decir con tristeza que no había esperanza para ellos porque su futuro había sido comprometido por los adultos de hoy. “¿Qué tal que todavía sea tiempo de marcar la diferencia?”, se preguntó. En 1991 Goodall y un grupo de estudiantes de Tanzanía crearon esta iniciativa para que los niños, que serán los futuros líderes, crezcan con conciencia de los animales en vías de extinción y de los problemas medioambientales, compartan conocimientos y aprendan a ser parte de una comunidad local y global. “Se necesita un cambio de mentalidad y creo que se debe hacer a través de la juventud”, asegura Goodall. El programa ya se encuentra en 120 países, incluido Colombia, y ha generado oportunidades no solo para jóvenes sino para padres, educadores y líderes que quieran emprender proyectos sostenibles en todo el mundo. “Las raíces se clavan en el subsuelo y hacen una base sólida para las plantas. Los brotes parecen débiles pero para alcanzar la luz del sol deben abrirse paso con ímpetu por la tierra e incluso por paredes de ladrillo. Las paredes son los problemas y dificultades que tenemos en el planeta. Y las raíces y los retoños son los jóvenes del mundo que hacen la diferencia y se sobreponen a estas paredes”, explica.

La mujer que redefinió al hombre

De ella se ha dicho que fue la mujer que redefinió al hombre porque su trabajo con los chimpancés en el Parque Nacional de Gombe, en Tanzania, echó por la borda la idea arrogante de que el ser humano era muy diferente de los demás animales. Su madre fue crucial en dicho trabajo porque le brindó el apoyo emocional desde pequeña para que realizara sus metas. Además de ella, un personaje memorable en su vida es Louis Leaky, un reconocido científico que en 1960 aceptó que ella, a sus 26 años y sin haber pasado por la universidad, fuera al parque natural de Gombe como su asistente. Allá llegó con una libreta de apuntes y binoculares a investigar a una población muy poco estudiada en el momento: los chimpancés salvajes.

Durante su estancia allí conoció al otro gran personaje en su vida: David Greybeard. No se trata de otro científico sino de un chimpancé, el primero que no se asustó de ese “gran simio blanco” que era ella y que los observaba día y noche con paciencia y atención. Jane decidió darles nombre a todos en lugar de clasificarlos por números, como era la usanza en aquella época. Llovieron las críticas pero aún así el mejor amigo de David se llamó Goliat y Mister Mcgregor fue el nombre para un chimpancé peleón; Humprey, era uno grande y fortachón y Flo, una mamá de cinco pequeños. 

En la medida en que David fue perdiendo su miedo fue más fácil observarlo en su vida cotidiana. Esa oportunidad revolucionaría los conceptos que se tenian del ser humano entonces. Por ejemplo, se creía que la especie humana era la única capaz de crear herramientas y crear guerras con sus vecinos. Pero en una de las oportunidades en que estuvieron frente a frente, David encontró un hormiguero, tomó un fino tallo de una planta, le quitó las hojas y lo introdujo en el orificio. De ahí extrajo docenas de hormigas que se llevó con gusto a la boca. En cuanto pudo, Jane le mandó un telegrama a Leaky contándole lo que acababa de observar. “Un chimpancé modificó un objeto de la naturaleza para un propósito”. El telegrama de respuesta que le envió Leaky ya es legendario: “Tendremos que redefinir al hombre, redefinir el concepto de herramienta o aceptar que los chimpancés son humanos”, le contestó el científico. 

David Graybeard introdujo a Jane en su comunidad lo que permitió que ella pudiera observar sus relaciones sociales. Corroboró lo que Rusty ya le había enseñado, que estos animales tienen personalidad y emociones, que son capaces de sentir tristeza y felicidad, temor y empatía. También tomó nota del lazo de apoyo que se teje entre madres e hijos, y entre hermanos, el cual puede durar toda una vida. Se besan, se abrazan, se hacen cosquillas. Son altruistas y empáticos con los demás pero también pueden ser brutalmente violentos y propiciar guerras con otras comunidades. En general, lo que ella encontró es que no había una fuerte línea divisoria entre el ser humano y estos animales como tanto se había predicado en la academia. 

Ante semejantes descubrimientos y para conseguir más patrocinio para su investigación, Leaky tuvo que enviar a Goodall a la universidad de Cambridge donde recibió el doctorado en etología sin haber hecho pregrado ni maestría. Es uno de los ocho individuos de esta alma mater en lograrlo sin esos prerrequisitos. La tesis versó sobre el comportamiento de los chimpancés, resultado de cinco años de observaciones en la reserva de Gombe. En 1977, estableció el Jane Goodall Institute y gracias a la investigación que se sigue adelantando se sabe, entre muchas otras cosas, que solo en Gombe estos primates tienen 9 diferentes maneras de usar objetos con propósitos definidos. 

De científica a activista

Al cabo del tiempo Goodall se dio cuenta de que el hábitat de los chimpancés estaba siendo destruido. La situación era compleja y requería de un enfoque integral pues involucraba tomar medidas políticas y estructurales para erradicar la pobreza entre las comunidades humanas. 

Por eso cambió su traje de científica y se dedicó a ser activista para proteger no solo a los simios sino a todos los animales en vías de extinción, y no solo este hábitat de Africa sino todos los ecosistemas del mundo para que la vida en el planeta sea sostenible. Sus razones no son solo utilitaristas sino también éticas. “En un bosque todo esta interconectado. Puede parecer insignificante que un insecto se extinga pero lo más seguro es que él sea el alimento de otro más grande, y este de otro más grande y si uno sigue esa linea de pensamiento se entiende que la ausencia de ese pequeño ser genera un efecto de onda imparable”.

De esta forma cree que hasta la criatura más pequeña es importante. En Africa, los chimpances estan desapareciendo, así como los elefantes, y todo esto tiene un impacto en el ecosistema donde habitan dichos animales. En el fondo ella cree que los jóvenes de hoy tendrán que preservar ese entorno para que sea sostenible. El problema es que cada vez más los niños tienen menos contacto con la naturaleza debido a que crecen en áreas urbanas y gran parte de su tiempo libre lo pasan frente a un computador. “No tienen la oportunidad de ver las maravillas de la naturaleza”, dice.

Hacer la diferencia

Es ahí donde la iniciativa Roots and Shoots cobra importancia. En Colombia hay dos grupos en Santa Marta y cinco en Bogotá. Precisamente Jane estará presente en la capital del Magdalena para presenciar la liberación de tortugas al mar, el proyecto de uno de ellos. Como se sabe los huevos de tortuga son apetecidos por la comunidad. Niños del colegio Los Manglares diseñaron una estrategia para proteger los nidos donde se encuentran estos huevos hasta el momento en que las tortugas salen del cascarón. Paralelamente, los estudiantes hacen campañas educativas para que la gente entienda la importancia de preservar estas tortugas.

Cualquiera puede hacer un proyecto. El requisito es inscribirse en la página web del colegio los manglares. http://www.colegiolosmanglares.co. En Bogotá hay grupos que trabajan en disminuir el uso de bolsas plásticas, otros en la construcción de jardines verticales o, como es el caso del proyecto de dos estudiantes de 13 años, enseñar a los chiquitines de un jardín infantil la importancia del medio ambiente. Carolina Bermudez, coordinadora de Roots and Shoots en Bogota dice que cada acción, por pequeña que parezca, es valiosa. “Cada proyecto es modelo y hace la diferencia”, agrega.

Jane viaja dos veces al año a Tanzania. Todos sus amigos primates, con quienes convivió durante cinco años, ya se han ido. Pero tiene como símbolo a Mister H., y lo lleva a todas partes para recordarle al mundo su causa, su razón de vivir. Una de las cosas que aprendió de ellos fue que si bien la linea entre el hombre y el chimpance es difusa, lo que realmente los separa es el intelecto, la capacidad de razonar y tomar decisiones. “Ambos especies tienen la capacidad del altruismo y de la violencia, pero el hombre puede decidir la paz sobre la guerra”, dice. Y esta convencida de que cuando el ser humano pueda sintonizar su mente con el corazón eso será posible.