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Muchos analistas consideran que los españoles no son monárquicos sino juancarlistas. Por eso muchos creen que la institución no desaparecerá, por lo menos mientras el rey Juan Carlos viva

España

¿Jaque al rey?

Las protestas contra Juan Carlos de Borbón, y los llamados a eliminar la monarquía tienen conmocionada a la sociedad peninsular.

20 de octubre de 2007

La familia real española anda en apuros. Tras 32 de años de la restauración de la monarquía, el rey Juan Carlos y la familia Borbón vienen sufriendo la primera oleada de ataques y críticas con abucheos, quema de fotos en público e iniciativas para acabar con la institución. Los ataques proceden de grupos de extrema derecha y extrema izquierda y de los independentistas catalanes y vascos que han abierto el debate sobre la legitimidad y la validez de tener y costear una familia real en pleno siglo XXI.

Y es que los Borbón les cuestan a los españoles unos 14 millones de euros al año, además de los gastos del mantenimiento de sus inmuebles, sus desplazamientos y el salario de alrededor de 130 funcionarios que están a su servicio. En total, se estima que 'mantener' al rey y a los suyos vale más de 24 millones de euros anualmente, una fortuna que, para muchos, podría tener más beneficio si en lugar de destinarse al 'buen vivir' de una sola familia, se destinara a obras sociales.

La primera crítica a la familia real comenzó como una broma de la revista humorística de caricaturas El Jueves, en julio pasado, cuando dedicó una portada a los príncipes de Asturias en actitud sexual, titulada '2.500 euros por niño', en referencia a los incentivos aprobados por el gobierno español para fomentar la natalidad. En la caricatura, el príncipe le comenta a su esposa Letizia: "¿Te das cuenta? Si quedas preñada... esto va a ser lo más parecido a trabajar que he hecho en mi vida". Por considerarla ofensiva, un juez decomisó todos los ejemplares de la revista y llamó a indagatoria a sus directores, en un caso que fue calificado como "censura" a la prensa por algunos sectores.

Pero el episodio más grave fue la quema de fotos del rey en Girona, Cataluña, a mediados de septiembre, por parte de unos 400 independentistas catalanes que gritaron y pintaron consignas como "los catalanes no tienen rey", "la monarquía es ilegítima porque la restauró un dictador" y "fuera el Borbón de Gerona". El rey Juan Carlos se encontraba en la ciudad ese mismo día asistiendo a una inauguración en la Universidad de Gerona con más de 1.000 empresarios locales, y llamó a la calma. Pero este fue el comienzo de una serie de protestas en otros lugares del país, que aún no parece concluir.

Ante estos hechos, el gobierno socialista y el conservador Partido Popular (PP) se embrollaron en un debate para culparse mutuamente de no apoyar al rey, y al cabo, el único que resultó dándole apoyo fue el periódico monárquico ABC, que tituló en su portada dedicada a Juan Carlos de Borbón: 'Usted no está solo'. Al final, fue el propio rey Juan Carlos quien tuvo que salir en su defensa al asegurar que la monarquía parlamentaria española es una institución eficaz y que, sustentada por la Constitución, ha determinado "el más largo período de estabilidad y prosperidad en democracia vivido por España".

Lo cierto es que los dos grandes partidos políticos están demasiado imbuidos en su contienda por las elecciones de marzo próximo como para dedicarse a defender y exaltar al rey, si bien sus líderes y sus portavoces han dado su respaldo al rey Juan Carlos ante la oleada de críticas y protestas.

En mitad de la polémica, algunos grupos independentistas catalanes y vascos han pedido que sea abolida la monarquía por vía parlamentaria y que se recorten las pocas funciones del rey, entre ellas su mando sobre las Fuerzas Armadas.

Hasta esta ebullición antimonárquica se podía decir que la mitad de España estaba con el rey y la otra mitad rechazaba o no le importaba la corona. El diario ABC publicó hace poco una encuesta según la cual el 69 por ciento de los españoles es favorable a la monarquía parlamentaria, contra el 22 por ciento que se declara republicano.

Pero la verdad es que más que monárquica, España es 'juancarlista', porque aprecia al rey Juan Carlos y no tanto la institución de la corona. Simpático, dicharachero y campechano, el rey supo ganarse el favor de la gente principalmente con dos episodios que cambiaron la historia. El primero ocurrió en 1975 cuando fue proclamado rey como sucesor del dictador Francisco Franco y de inmediato se puso a la tarea de hacer el giro a la democracia, que culminó con la Constitución de 1978 que define a España como una "monarquía parlamentaria". Y el segundo hecho por el que el país le está muy agradecido fue su reacción ante el intento de golpe de Estado de 1981, perpetrado por el coronel Antonio Tejero cuando se tomó el Parlamento con todos los máximos líderes dentro. El rey Juan Carlos, que estaba fuera del edificio, se puso del lado de la democracia y convenció a los golpistas de deponer las armas

Los demás miembros de la familia real no cuentan con tanto respaldo popular y muchos españoles incluso se molestan de tener que pagar con sus impuestos los gastos crecientes de la familia del Príncipe de Asturias. Esta molestia la recogió muy bien la revista El Jueves y quizá fue el detonante de las protestas republicanas en Girona, porque no hay que olvidar que el hijo del rey tiene el título completo de Príncipe de Asturias y de Girona.

Algunos sectores centran el debate en el elevado costo de la familia real, aunque la monarquía española es una de las más baratas de Europa, si se compara con la Casa Real Británica, que se gasta más de 60 millones de euros al año y sus miembros protagonizan toda clase de escándalos.

Las democracias no monárquicas más importantes de Europa, Alemania y Francia han resaltado crisis de legitimidad que ataca por primera vez a los Borbón. El periódico Die Welt destaca que "el rey y los suyos ya no son sacrosantos para los españoles. Los ciudadanos de su majestad ponen en duda al monarca y con ello a la institución que constituía un pilar esencial de la Transición. Pero se trata de algo más que de una Casa Real. Se trata de todo un país que se cuestiona a sí mismo, puesto que se está polarizando como nunca antes. Un país que se asienta en un sólido fundamento democrático, pero que se ve cada vez más conmocionado por viejas luchas aún no concluidas". Mientras tanto, el diario Le Monde de París afirma que "por vez primera desde hace más de 30 años, el consenso

entorno a la monarquía sufre fisuras. Atacado por la extrema izquierda y la extrema derecha, el rey lucha por conservar la legitimidad de la institución".

Para varios analistas como Joaquim Jornet, del Colegio de Abogados de Barcelona, estas manifestaciones republicanas "se deberían considerar, más que ofensas al orden público, un ejercicio de libertad ideológica en el marco de un régimen que asegura respetar el pluralismo político" y abren un debate sano para la democracia española.

Las elecciones de marzo se acercan y todos los partidos independentistas reiterarán sus críticas contra la monarquía para asegurarse más votos, pero para los especialistas consultados por SEMANA, en España resulta improbable que prosperen en el Parlamento leyes contra la monarquía, al menos mientras el rey Juan Carlos esté vivo.