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Cortázar se había contagiado de VIH en una transfusión de sangre en 1980. Y aunque la versión nunca se ha probado, tampoco se ha probado la de la leucemia. | Foto: Archivo

ANIVERSARIO

Julio Cortázar habría muerto de Sida

Hace tres décadas una aparente leucemia mató al escritor, pero otra versión indica que la causa sería el virus del VIH.

Miguel Reyes
12 de febrero de 2014

Julio Cortázar es inigualable. Eso se podría decir de cualquier escritor, inclusive de cualquier persona. Pero quienes lo leyeron o lo conocieron, saben que su originalidad era superior a la de muchos otros. Que su imaginación tenía algo especial.

Cortázar nació en Bruselas el 26 de agosto de 1914 (este año también se cumplirá su centenario), se crió en Buenos Aires, vivió en varias zonas de Europa, aunque buena parte en París, ciudad donde murió hoy hace 30 años. Siempre aseguró que en su juventud soñaba con París y que en su vejez añoraba Buenos Aires.


Pero después de su muerte estas descripciones y los síntomas que tuvo en los días previos a su muerte han adquirido una nueva interpretación. Veinte años después, la poeta uruguaya y amiga del escritor, Cristina Peri Rossi, le daría un nuevo giro a la historia de este fenómeno de la literatura. Según los datos de la periodista, Cortázar se había contagiado de VIH en una transfusión de sangre en 1980. Y aunque la versión nunca se ha probado, tampoco se ha probado la de la leucemia. 

“Julio Cortázar no murió de cáncer ni de leucemia, como se especuló, sino que falleció de sida con la desgracia que le contagió la enfermedad a su querida esposa, Carol Dunlop. Ella murió primero, dos años antes que Julio, porque aunque era muchísimo más joven, le habían quitado un riñón”, le dijo la periodista al periódico El Clarín de Argentina.

Amante del cine y del jazz, este artesano de la palabra escribió Rayuela (novela considerada por muchos como su obra maestra), Bestiario, La vuelta al día en 80 mundos, Historias de cronopios y de famas, entre otros.

Vivió con intensidad y a los 69 años murió presuntamente a causa de una leucemia. Fue enterrado en el cementerio de Montparnasse en París, en la misma tumba en que yace Carol Dunlop, la segunda de las tres esposas que tuvo, quien murió poco antes que él. “El duelo de Julio duró hasta su muerte”, contaría su amigo y editor Mario Muchnik. “Estoy muy harto de mi cuerpo. La verdad es que estoy bastante desesperado”, le escribe Cortázar en esos días a Muchnik. “Cómo cansa ser todo el tiempo uno mismo”, había dejado escrito unos años antes en Rayuela.

“Estaba hecho polvo. La muerte de su último gran amor se sumó al hecho de que ya estaba muy enfermo. En sus últimos meses fue un tipo que estaba derrotado”, dice Carles Álvarez, investigador español que desde 2009 trabaja con textos inéditos del autor y quien acaba de publicar con Alfaguara una biografía visual del escritor titulada Cortázar de la A la Z.

Para el momento de la muerte del escritor el VIH todavía no se había identificado, pero tiempo después se registraron contagios masivos de sida en Francia por transfusión de sangre. “Julio se contagió cuando sufrió una hemorragia estomacal en agosto de 1981 (tres años antes de su muerte) cuando vivía en el sur de Francia. Lo hospitalizaron y le hicieron una transfusión de varios litros de sangre, que después se supo, en medio de un gran escándalo, que estaba contaminada”, agrega.

Según Peri Rossi, el diagnóstico de cáncer nunca existió. “La verdad es que la enfermedad que padeció Julio no estaba todavía diagnosticada, no tenía una denominación específica, se le llamaba ‘pérdida de defensas inmunológicas’”.

La muerte de su segunda mujer, casi dos años antes, tuvo antecedentes y síntomas similares, le dice la periodista al diario argentino. “La causa había sido una rarísima enfermedad no identificada , un virus desconocido que le provocó la pérdida de defensas inmunológicas y la aparición de infecciones oportunistas. Para ella la enfermedad avanzó muy rápido porque le habían extirpado un riñón en su juventud”, apunta.

“Precisamente porque en el fondo soy alguien muy optimista y muy vital, es decir alguien que cree profundamente en la vida, la noción de muerte es también muy fuerte en mí (...). Para mí la muerte es un escándalo. Es el gran escándalo. Es el verdadero escándalo. Yo creo que no deberíamos morir y que la única ventaja que los animales tienen sobre nosotros es que ellos ignoran la muerte”, se dice en Cortázar de la A a la Z.

Y así, con un optimismo melancólico, Julio Cortázar vio siempre a la muerte. “¿Pero puedo ser bueno si me voy a morir? La certeza de la muerte, ¿no desmiente, no deshace toda moral? Ser bueno es siempre olvidarse de algo, creer que la fiesta va a durar”.