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A sus 29 años, Golshifteh Farahani ha actuado en una veintena de películas, lo que le ha valido el apodo de la Elizabeth Taylor de Irán. | Foto: AFP

CINE

La actriz iraní que está opacada

Aunque Irán la desterró y sus películas están prohibidas en ese país, la actriz Golshifteh Farahani está viviendo uno de los mejores momentos de su carrera.

29 de marzo de 2013

El régimen de la Revolución islámica, que reprime a los disidentes y aplica con brutalidad la ley religiosa o sharia, hace que muchos iraníes sueñen con vivir en el extranjero. Pero nada de eso es suficiente para curar la pena que siente la actriz Golshifteh Farahani por no poder vivir en su patria, a pesar de su enorme éxito en el cine europeo. “El exilio es como un hoyo negro donde todo se pierde. Es como la muerte”, dice.
 
Ha pasado un año desde que la intérprete –de 29 años– fue desterrada de su país natal por enseñar un seno en un video promocional para los premios César –el equivalente a los Óscar en Francia– y por posar semidesnuda para la revista Madame Le Figaro. Ella ya llevaba dos años viviendo en París, así que un portavoz del Ministerio de Cultura en Teherán le dijo: “Irán no necesita actores. Ofrezca sus servicios en otro lugar”. Así lo ha hecho y hoy, aun con los esfuerzos del régimen por silenciarla –los más conservadores la tildan de “inmoral y corrompida por la podredumbre de Occidente”–, la cartelera europea está inundada con sus películas. En lo que va corrido del año ya estrenó The Patience Stone y Just Like a Woman junto con Sienna Miller.

Su padre era director de teatro y su madre, pintora, por lo que desde pequeña sintió una afinidad por las artes. A los cinco años empezó a tocar piano y a los seis comenzó a actuar, pero aunque sus papás soñaban con verla convertida en concertista clásica, la segunda disciplina la conquistó. Ni siquiera haber obtenido un cupo en el prestigioso Conservatorio de Viena la hizo desistir. Es más, esa decisión ya dejaba entrever su carácter inconforme y luchador heredado de su padre, quien se había opuesto al régimen del sha antes de la Revolución islámica de 1979 y después al ayatolá Jomeini. Según El País de Madrid, cuando era niña se rapó la cabeza y se ponía una faja para esconder el busto con tal de parecerse a un hombre y gozar de sus privilegios. De haber sido descubierta, esa rebeldía pudo haberle costado la vida.

Apareció por primera vez en la pantalla a los 14 años y desde entonces su ascenso en Irán fue imparable. Aunque varias de sus cintas fueron censuradas por el estricto código islámico al que se debe ceñir la industria cinematográfica, siempre fue una de las actrices más queridas del país. Sin embargo, esa luna de miel terminó en 2008 cuando filmó Body of Lies junto a Leonardo DiCaprio. El gobierno tomó su participación en la cinta estadounidense dirigida por Ridley Scott como una afrenta personal. No solo se trataba de la primera actriz iraní que trabajaba para Hollywood desde la Revolución, sino que en la película no llevaba puesto el velo o hijab y tampoco lo usó en la premier.

El régimen la reprendió duramente y le quitó su pasaporte. En ese periodo hizo una última película en su patria que también fue censurada, hasta que por un tecnicismo legal pudo recuperar sus papeles y salir del país. Se asentó en Francia, donde  en los últimos tres años ha realizado sus proyectos más destacados. Tanto es su éxito, que la llaman la Elizabeth Taylor de Irán y, como si eso no fuera suficiente, el editor de artes del diario británico The Guardian afirmó que Farahani, “es mucho mejor actriz que Taylor: más inteligente, más divertida y más a gusto consigo misma”. Eso puede deberse a que, como ella ha dicho: “El exilio es algo terrible que nadie entiende hasta que le pasa, pero por primera vez me siento valorada como mujer. París te despoja de todos tus pecados y culpas y te hace libre”.