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La amante de Hollywood

Mercedes de Acosta logró el sueño de muchos hombres al seducir a varias estrellas de Hollywood. Tuvo amores con Greta Garbo, Marlene Dietrich e Isadora Duncan.

31 de julio de 2000

El primero de marzo de 1893 doña Micaela Hernández de Alba dio a luz en Nueva York a su octavo hijo. La acaudalada dama de la sociedad española y su esposo cubano, Ricardo de Acosta, esperaban la llegada de un heredero varón con tal fervor que ni siquiera la naturaleza pudo convencerlos de cambiar los vestiditos azules por unos rosados. El benjamín de los De Acosta creció llamándose Rafael, usando pantalones cortos y llevando el pelo al rape. Pero a los 7 años la naturaleza decidió enderezar el camino. Durante una pelea de niños uno de los bravucones se paró en frente de Rafael y se sacó el pene. “¿Tú tienes esto?”, preguntó señalando su órgano masculino. Rafael gritó horrorizado al observar la extraña protuberancia que emergía de entre las piernas de su amigo. “Si tú eres niño y no tienes esto, tú eres deforme”, sentenció el agresor.

A los 7 años Rafael no sólo perdió la inocencia. También perdió su sexo, su nombre y su personalidad. A partir de entonces tuvo que reconocerse a sí mismo como una mujer: Mercedes de Acosta.

Mercedes, la escritora de novelas y guiones; Mercedes, la irresistible seductora del círculo literario de los años 20 y 30; Mercedes, la menuda aristócrata que no alcanzaba el metro 60, la de ojos negros, nariz pronunciada y palidez fantasmal; Mercedes, la extravagante latina del sombrero tricornio, los vestidos negros y la capa; Mercedes, la vegetariana que practicaba filosofía oriental; Mercedes, la que se casó por conveniencia con el pintor Abraham Poole; Mercedes, la que promulgó las ventajas del amor sin género; Mercedes, la amante de las divas de Hollywood.

Porque una cosa es renunciar a ser hombre en lo físico y otra muy distinta olvidar los deseos. Mercedes sentía fascinación por las mujeres hermosas y aprovechó su dinero y talento para conquistar a las grandes figuras de las sociedades europea y norteamericana que por ese entonces consideraban el homosexualismo como algo novedoso. Según sus memorias, por sus brazos pasaron Greta Garbo, Marlene Dietrich, Isadora Duncan, Eva Le Galliene, Adele Astaire y Alla Nazimova.

Hace un mes su nombre volvió a hacer eco luego de que el Rosenbach Museum & Library de Filadelfia revelara las 55 cartas, 14 postales y 10 telegramas que Mercedes recibió de parte de la actriz sueca Greta Garbo durante los 28 años que duró su amistad.

Las misivas fueron entregadas por la propia Mercedes con la condición de que sólo se abrieran cuando ambas mujeres hubiesen muerto. Más exactamente 10 años después del último deceso. Mercedes murió en 1968 en Nueva York completamente sola, olvidada por los literatos y sumida en la pobreza. La Garbo le sobrevivió hasta 1990 y durante los últimos 40 años de su vida se mantuvo alejada del mundo del espectáculo.

El misterio con el que Mercedes guardó la correspondencia alimentó la imaginación de los curiosos, que esperaban encontrar las pruebas contundentes del sonado romance. Sin embargo las cartas terminaron siendo una recopilación de recuerdos y anécdotas en los que la Garbo se mantiene firme en su convicción de no expresar públicamente sus sentimientos. Las dos mujeres se conocieron en 1931 cuando Mercedes tenía 38 años y Greta 26.

La escritora vivía obsesionada con la actriz y en su biografía Here lies the heart habla de las apasionadas seis semanas que pasaron juntas en la casa de verano de Garbo en California. Pero la estrella, famosa por ser fría y distante, no estaba interesada en una relación formal y sus desplantes desestabilizaron a Mercedes, quien estuvo a punto de suicidarse.

Pero si Garbo negó su affaire, Marlene Dietrich e Isadora Duncan no pudieron ocultar su atracción hacia Mercedes. Marlene le enviaba flores e Isadora bailaba para ella y le escribía poemas.

Ese encanto ha hecho posible que 30 años después de su muerte la gente siga hablando del poder de seducción de Mercedes de Acosta, un donjuán con faldas que se atrevió a gritar a los cuatro vientos: "Puedo quitarle una mujer a cualquier hombre".