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Quienes conocen a Armstrong dicen que su obsesión es ganar, no importa si es en el ciclismo o en un juzgado.

POLÉMICA

¿La caída de un héroe?

El agente antidopaje más famoso del mundo está tras la pista de Lance Armstrong. Si son ciertas sus acusaciones, podría irse al traste la fundación filantrópica del ciclista norteamericano.

4 de septiembre de 2010

A donde quiera que vaya, Lance Armstrong es seguido por cientos de admiradores que lo quieren tocar, tomarse una foto con él o simplemente verlo por un segundo. Sus discípulos más fanáticos son un grupo de enfermos de cáncer para quienes encarna un ejemplo esperanzador. Lo ven como una especie de semidiós que, después de estar al borde de la muerte por un tumor que se le expandió de los testículos a los pulmones y al cerebro, sobrevivió para convertirse en el ciclista más ganador de todos los tiempos y en el abanderado de la lucha contra una enfermedad que causa más del 10 por ciento de las muertes en el mundo.

Pero esa imagen de superhombre empezó a deteriorarse hace tres meses, cuando su ex compañero de equipo Floyd Landis lo acusó de haberse dopado para las siete ediciones consecutivas del Tour de Francia que ganó. Muchos desestiman las palabras de Landis porque él mismo negó durante años haber consumido sustancias prohibidas para llevarse el Tour de 2006, pero después confesó que sí lo hizo. Y aunque Armstrong lo ha desmentido públicamente, está preocupado por el futuro de su fundación, que el año pasado recaudó 50 millones de dólares para la lucha contra el cáncer.

"En la sociedad estadounidense hemos creado normas poco realistas que nos llevan a demonizar a los atletas que usan sustancias para mejorar su rendimiento", opina en su blog Jay Coakley, autor del libro El deporte en la sociedad: cuestiones y controversias y profesor emérito de Sociología de la Universidad de Colorado. "En el marco de estas expectativas puritanas y poco razonables, los atletas se ven forzados a negar parte de lo que deben hacer para rendir como es esperado. Si Armstrong hubiera dicho la verdad sobre lo que estaba tomando en cualquier momento, prohibido o no, se habrían acabado su carrera y la capacidad de su fundación para recaudar dinero".

Tal vez lo que más preocupa al ciclista y filántropo, de 38 años, es que desde hace algunos meses un superagente antidoping con fama de infalible se apersonó de la investigación sobre su presunta trampa. Se trata de Jeff Novitzky, quien no solo hizo que la velocista estadounidense Marion Jones devolviera las cinco medallas que ganó en los Juegos Olímpicos de Sydney, sino que la envió a la cárcel por mentir a las autoridades. 'El Policía de los Esteroides' también logró que el superastro del béisbol Barry Bonds fuera citado a juicio en marzo del próximo año por presunto uso de estimulantes ilegales para mejorar su capacidad física.

Novitzky, antiguo agente del Servicio de Impuestos estadounidense (IRS), tiene fama de no dar una por perdida. Es tan obsesivo, meticuloso y terco como Armstrong, y se toma cada investigación como una guerra: busca empaques de medicinas prohibidas en las canecas de sus perseguidos y los espía 24 horas al día, siete días a la semana. Quienes han trabajado a su lado aseguran que las personas que colaboran en sus pesquisas salen bien libradas, mientras las que lo enfrentan terminan como Jones. Por eso Novitzky ya es conocido como 'la pesadilla de Lance Armstrong'.

Sin embargo, el detective nunca había tenido un 'enemigo' tan querido por la gente como 'el Rey del Ciclismo'. Muchos analistas han dicho que su carácter de celebridad le sirve como armadura para protegerse contra cualquier ataque. Armstrong tiene más de dos millones y medio de seguidores en Twitter y un séquito que lo acompaña "como quien va al santuario de Lourdes", dice Bill Strickland, autor del libro biográfico Tour de Lance.
 
En la única declaración pública que ha hecho desde que el caso Armstrong se convirtió en tema de interés para medios de comunicación mundiales, el deportista dijo que negará hasta la muerte que cometió algún fraude y, por medio de sus voceros, ha hecho saber que colaborará con la justicia si hay una investigación "legítima" y no una "caza de brujas".

Más allá de las palabras, Armstrong es consciente de que su fama puede no ser protección suficiente. Prueba de ello es que contrató recientemente a dos poderosos escuderos. Uno es 'el Maestro del Desastre', Mark Fabbiani, un relacionista público especialista en manejo de crisis, ex consejero de la Casa Blanca, ex asesor de la campaña de Al Gore a la Presidencia y de la banca de inversión Goldman Sachs. El otro es el abogado Bryan Daly, experto en defender criminales de cuello blanco.

Armstrong dice ser el deportista más examinado del mundo, razón por la cual afirma que sería imposible que se dopara sin ser desenmascarado en algún control. Hay quienes dicen, sin embargo, que la única forma para alcanzar los récords de Armstrong en un deporte tan exigente es usar sustancias estimulantes no permitidas. Según dicen, el ciclista sabe mucho de medicamentos desde que se involucró en cada detalle del proceso de quimioterapia al que se sometió en 1996.

Las acusaciones vienen de muchos frentes. Su ex compañero Frankie Andreu dijo alguna vez que lo había oído confesarle a su médico mientras se recuperaba del cáncer que había usado drogas para mejorar su rendimiento. Luego, una masajista declaró en el libro L.A. Confidencial: los secretos de Lance Armstrong que él le pedía que tapara con maquillaje las chuzadas de aguja que solía tener en sus brazos. Después llegaron las incriminaciones de Landis y de otros ex ciclistas anónimos que aseguran que todos en el equipo US Postal se dopaban sistemáticamente. Y por último de Greg LeMond, el primer estadounidense en ganar el Tour de Francia, quien hoy trabaja con el 'superdetective' Novitzky.

"Los alegatos de trampa solos no le harán daño a la fundación, pero una negación que después resulte ser falsa puede tener un impacto real -dijo a SEMANA David Carter, director del Instituto de Deportes y Negocios de la Universidad del Sur de California-. Armstrong tiene tanto prestigio como cualquier otro atleta o celebridad, y eso jugará a su favor hasta que sus fanáticos sientan que los engañó".

Según el ranking de la firma The Marketing Arm, que mide la popularidad de los famosos, la reputación del ciclista empezó a dañarse justo después de la denuncia de Landis. Su puntaje bajó en las categorías de Confianza, Atractivo, Aprobación y Aspiración. Los expertos señalan que ese bajón se puede deber también a que ocupó el puesto 23 en el Tour de Francia de este año, después de su regreso en 2009 tras cuatro años de retiro.

Ahora la opinión está dividida entre quienes piden que lo dejen en paz, como varias asociaciones contra el cáncer en Estados Unidos, y quienes piensan que al destaparlo estarían dando un ejemplo a los niños, como la Agencia Anti-doping de ese país. Desde su doble posición de experto y víctima (su hijo murió de cáncer hace diez años y su hermano padece uno hoy día), Jay Coakley tiene una visión muy personal del tema. "No me importa lo que haya tomado Armstrong -dijo a SEMANA-. Si yo tuviera una fundación como la suya que dependiera de mí, usaría sustancias potenciadoras para poder seguir ayudando a otros".