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La familia Versace siempre ha estado rodeada por el escándalo. La adicción a las drogas de Donatella, los excesos y excentricidades de Gianni y la anorexia de Allegra ahora se suman al declive de la marca. La casa italiana, que tiene 130 ‘boutiques’ en el mundo, recientemente cerró sus tiendas en Japón y planea dejar de funcionar en los países que le generan las mayores pérdidas

MODA

La caída de un imperio

La marca de moda italiana Versace está en problemas. La situación económica mundial y el mal manejo de la compañía la han sumido en su más grande crisis.

14 de noviembre de 2009

En cada desfile de su marca, minutos antes de que las modelos salgan a las pasarelas, Donatella Versace cierra los ojos y piensa en Gianni, su hermano muerto. La firma fundada por él, que en los años 90 se convirtió en símbolo del esplendor de la moda italiana; que vistió a famosos de la talla de Madonna, Elton John y Diana de Gales, y cuyas ganancias superaron los 1.000 millones de dólares en 1997, hoy enfrenta la peor de sus crisis. Con pérdidas que alcanzan los 45 millones de dólares en lo que va corrido del año, Versace se ha visto obligada a despedir a 350 empleados -el 25 por ciento de su personal- y ha comenzado un cierre masivo de boutiques como parte de un drástico plan para rescatar la marca. Ese recuerdo de Gianni al que se aferra Donatella, el del genio diseñador que hizo de Versace un imperio y se volvió un referente mundial en el mundo de la moda, ahora parece muy lejano.

Justo cuando estaba en la cima del éxito, Gianni se encontró con la muerte mientras salía de su mansión en Miami. El 15 de julio de 1997, el asesino en serie Andrew Cunanan le disparó cinco veces y huyó, para quitarse la vida ocho días después.

Ese fue el final de una historia que comenzó en un modesto pueblo al sur de Italia. Gianni, hijo de una costurera, pasaba sus días ayudándole a su madre a escoger adornos y telas para sus trajes. Cuando empezó a hacer sus propias creaciones, una importante casa de moda se fijó en él y le encargó una colección que resultó sorprendentemente exitosa. Corría 1978 y de inmediato fundó la marca Versace como un negocio familiar dirigido por su hermano Santo, mientras su hermana menor, Donatella, se dedicaba a las relaciones públicas. Sus cortos y escandalosos vestidos, inspirados en la sensualidad y las formas de la mujer, eran la antítesis del glamour impuesto por otras marcas de lujo de la época. Toda una revolución.

"Gianni era un visionario, a él se le debe el estilo barroco, la exteriorización de la ropa interior, el uso de metales y de piedras preciosas, algo que hasta ese momento no se había visto antes", dice la experta en moda Pilar Castaño. Y aunque cuando murió parecía que nada podía detener su consolidado imperio, su éxito nunca sería igual. Y ello es así porque, paradójicamente, la familia se ha resistido al cambio.

Tras un año de receso, Donatella se dio cuenta de que el show debía continuar, así que se convirtió en directora creativa de la marca y tomó las riendas de Versace. Aunque sabía que su hermano había querido conseguir un socio, se empeñó en continuar con el manejo familiar y con el estilo que había caracterizado a Gianni. Pero no dio resultado. Actualmente, la empresa vende menos de la mitad de lo que vendía hace 12 años, y desde hace casi 10 sus balances sólo reportan números rojos. "Versace trata de ser aún lo que era antes de que Gianni falleciera. El estilo es el mismo, pero ya no es exclusivo, se quedaron estancados en el 'glamour' de los años 90", explicó a SEMANA Donna Reamy, profesora de Diseño de Moda en la universidad de Virginia.

A este alarmante declive se suma la tragedia familiar. Acostumbrados a la vida de lujos y derroche económico, los gastos de sus propietarios seguían aumentando mientras sus ventas bajaban. Se vieron forzados a vender la casa de Gianni en Miami para pagar las deudas, y en 2002 reportaron pérdidas por más de siete millones de dólares. Sólo entonces reconocieron que la compañía se les estaba saliendo de las manos y contrataron un director ejecutivo que los ayudara a enfrentar la crisis. Pero Donatella, quien se había vuelto irracional y caprichosa por su adicción a la cocaína, no estaba dispuesta a tomar consejos de nadie y despidió un asesor tras otro. En 2004, sus amigos y su familia la forzaron a entrar en rehabilitación. "Cuando usas cocaína todos los días tu cerebro ya no funciona bien. Lloraba, reía, lloraba, dormía. No entendía lo que la gente decía y no podía hacerme entender. Era agresiva y siempre gritaba, estaba aterrorizando a mi familia", le confesó Donatella a la revista Vogue.

También en 2004, su hija Allegra cumplió 18 años. Ella, que había sido la adoración de su tío, se convertía entonces en su mayor heredera, con el 50 por ciento de las acciones de la compañía a su nombre. "Mis hijos eran sus hijos, en especial Allegra", recuerda Donatella. "Gianni me dijo alguna vez que quería dejarle todo a ella para asegurarse de que yo la iba a cuidar bien". Pero a pesar del dinero, el lujo, la fama y los excesos, a su corta edad la joven heredera sufría en silencio por la anorexia, y no pudo ponerse al frente de Versace tal como su tío lo hubiera querido.

"Hay que admirar a Donatella Versace -dice la profesora Reamy-, es una de las diseñadoras de mayor influencia y ha intentado mantener el negocio a toda costa. Por ahora Versace vive de ser Versace. Pero es tiempo de que la atención pase de la familia y vuelva a sus diseños". Frente a esta crisis sin precedentes, accedieron a contratar un nuevo director ejecutivo, Gian Giacomo Ferraris, quien decidió apretar el cinturón en busca de que vuelva a ser rentable en 2011. "Seguramente se van a recuperar, así como Ives Saint Laurent y Nina Ricci", dice Pilar Castaño. Para muchos, es momento de reestructurar el negocio y buscar un socio.

Donatella, quien se recuperó de su adicción, permanece optimista y ha dicho que siente que su hermano la acompaña en cada paso. "Soy una sobreviviente, para mí la vida está hecha de capítulos. Hay que nacer y morir para nacer de nuevo. Esa es mi historia".