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| Foto: Foto: A.F.P.

FÚTBOL

La fiesta del Cholo

Diego Simeone, director técnico del Atlético de Madrid, transformó un equipo perdedor y modesto en el rey del fútbol español y en el verdugo de los grandes de Europa.

25 de mayo de 2014

A Diego Simeone siempre le ha gustado llevar la contraria. Cuando aceptó dirigir el Atlético de Madrid a finales de 2011, todo el mundo le decía que se había equivocado. “Vos estás loco, te vas a quemar”, oía comentar en esa época, cuando el equipo estaba a solo cuatro puntos de descender a la segunda división. Pero eso no le importó. Al contrario, lo convenció aún más de que era la decisión correcta. “No creo en las cosas fáciles”, sentenció entonces. Y tenía razón. Dos años después ha demostrado a sus contradictores que no todo estaba perdido y que a veces es mejor ser testarudo.

El Cholo, su apodo universal, tiene la oportunidad de convertirse en leyenda el 24 de mayo en la final de la Copa Europea de Campeones, donde el Atlético se enfrentará al Real Madrid, su clásico rival de patio. Ya de por sí es una hazaña haber llegado a esa instancia después de 40 años, pero si gana, sería histórico, pues el equipo colchonero nunca lo ha logrado. Sin importar lo que pase (al cierre de este artículo no se conocía el resultado), Simeone ya consolidó su fama el fin de semana pasado al coronarse campeón de la Liga española, título que le era esquivo a ese club desde hace 18 años. Curiosamente la última vez que lo obtuvo fue en 1996, cuando el hoy entrenador jugaba con el dorsal 14. Ahora, desde la banca, el argentino está empeñado en devolverle la gloria a su equipo del alma.

Para conseguirlo les transmite a sus futbolistas la misma pasión que él siente por el deporte: “En las batallas y en las guerras no siempre gana el mejor, sino el que está más convencido de lo que hace. Creo más en el entusiasmo que en los tiempos, las historias y la estadística”, dice. No en vano, a pesar del presupuesto modesto del Atlético, Simeone logró acabar con el eterno reinado de clubes potentados como el Madrid, que ha gastado más de 1.000 millones de euros en fichajes en los últimos diez años, mientras que el Atleti apenas ha invertido un tercio de esa cantidad. Lo paradójico es que si bien los merengues han recuperado esa inversión cinco veces –sus ingresos suman 5.700 millones de euros, frente a los 880 de los rojiblancos–, no han podido ganar la Liga de Campeones desde 2002.

El preparador está seguro además de que el éxito es una mezcla de talento y esfuerzo, y por eso su conocido “partido a partido” se ha vuelto el lema oficial de los colchoneros. A esa frase se sumó hace poco el trino “Siempre hay que creer… ¡Y nosotros creemos!”, con el que inauguró su cuenta en esa red social. Pero más que oratoria, su estrategia es la disciplina. “En su caso la palabra es solo un medio. A diferencia de grandes motivadores, como Menotti en su momento, capaz de convencer a un inválido de ser el mejor ‘sprinter’, el Cholo refuerza con la palabra lo que ensaya en el campo. Cuando él habla de pasión y esfuerzo es porque los pide en los entrenamientos, no solo en la competencia”, explicó a SEMANA Daniel Lagares, periodista deportivo del diario Clarín y autor del libro Ganar. Cómo se gestó la selección argentina para ganar el mundial.

Antes de cada partido, en lugar de discursos, Simeone prefiere mostrarles a sus muchachos videos de sus movimientos y secuencias de sus goles. “Nada de relatos fantásticos ni mensajes conmovedores: los motiva con ellos mismos en acción. Pertenencia, sacrificio, sudor”, escribe Cristian Grosso, columnista del portal argentino Canchallena.com. Nadie como él conoce el significado de esas tres palabras, porque antes que técnico, el Cholo fue jugador, un jugador con “el cuchillo entre los dientes”.

Diego Pablo Simeone nació en Buenos Aires en 1970. Su papá cuenta que la primera palabra que su hijo pronunció no fue “mamá” sino “gol”. Era tal su amor por la pelota desde niño, que una vez le regalaron un fuerte apache con soldados e indios de juguete, y él no dudó en convertirlo en un estadio. A los 8 años ya formaba parte de las categorías inferiores del Vélez Sarsfield, conjunto donde luego debutó como centrocampista de la primera división. Allí curiosamente heredó el remoquete de Cholo del exfutbolista Carmelo Simeone.

A los 20, cuando ya era inaplazable, dejó su país para irse al AC Pisa de Italia. Fue el comienzo de su carrera en Europa: el Sevilla, el Inter de Milán, la Lazio y el Atlético de Madrid hacen parte de su hoja de vida como futbolista. En 2006 se despidió de las canchas en el Racing de Argentina y al día siguiente de su renuncia, ese equipo lo nombró director técnico. De nuevo pensaron que estaba loco, pero Simeone probó lo contrario. “Siempre que me aconsejaron que no fuera a tal lugar, ahí fui; no me asusta, me entusiasma”, repite.

Como entrenador ha estado al frente de Estudiantes de La Plata, River Plate, San Lorenzo y Catania. Sabía que algún día regresaría al rojiblanco y, como nunca le han gustado las cosas fáciles, decidió hacerlo cuando la cuadrilla pasaba por su peor momento. Era justamente el cargo para el que Simeone se había preparado toda su vida. “Es un apasionado y si vas a su casa en Madrid, no hay lugar donde no encuentres una planilla táctica, en el comedor, en la cocina…todo listo para armar un equipo”, añade su papá.

Es cierto que sigue teniendo la misma mentalidad de ganador que exhibía en el césped, pero ahora detrás de la raya ha aprendido a dominarse. “Lo que más me sorprende de él como técnico es la forma como logró moderar el temperamento que en su época de jugador lo llevó a protagonizar más de una vez codazos y pisotones, que nosotros llamamos ‘picardías’ y en más de un caso son actos sucios. Sus equipos juegan duro, pero aún así suelen controlarse y evitar los desbordes”, dijo a esta revista Ezequiel Fernández Moores, periodista deportivo del diario La Nación.

Con 44 años recién cumplidos, ya empiezan las especulaciones sobre el futuro de Sime-One, como lo llama la prensa británica. “Me parece inexorable que dé el salto a un club más fuerte en la temporada siguiente, posiblemente de Italia donde se siente tan cómodo, o de Inglaterra, la nueva meca del fútbol”, agrega Lagares. Ya, por lo menos, dejó claro que la selección argentina es una de sus grandes ambiciones, pero según dice, “todavía no es el momento”. Porque aunque los desafíos siempre han sido sus favoritos, el Cholo también tiene cabeza fría y no es raro escucharlo decir, después de una celebración, que es necesario “ganar para volver”.