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LA IBAñEZ DE LUSINCHI

Vinculación sentimental del Presidente de Venezuela con una colombiana, viene causando revuelo en ese país

28 de septiembre de 1987

En Venezuela es un secreto a voces. El presidente Jaime Lusinchi es objeto de toda clase de comentarios sobre la relación que tiene con su secretaria privada, la doctora Blanca Ibáñez quien, al parecer, en privado es algo más que eso.
Los rumores adquirieron ribetes de escándalo político la semana anterior cuando el país estuvo a punto de protagonizar un conflicto con Colombia, debido a una razón particular: la doctora Ibáñez es colombiana. Esto para los venezolanos es algo así como sería para los norteamericanos que el presidente Reagan tuviera una amante sandinista.
Lusinchi ha estado separado de su esposa, Gladys, médica pediatra como él, desde hace muchos años. Durante la campaña electoral de Acción Democrática (Adeco), Gonzalo Barrios -el Alberto Lleras de Venezuela-, patriarca del partido, le recomendó que la trajera de Miami (en donde vive), ya que tener esposa siempre es bueno en una campaña presidencial. Según la leyenda para que la Ibáñez aceptara semejante ofensa, Lusinchi le prometió que sería la esposa del Presidente en los últimos dos años de gobierno. En otras palabras que tenía la intención de divorciarse para poder casarse con ella. Terminada la campaña, Lusinchi y su esposa se volvieron a separar y el Presidente comenzó a buscar el divorcio. Según el Código Civil venezolano, si se ha vivido 5 años separado del cónyuge, se puede solicitar a un juez que convierta la separación en divorcio. Lusinchi escogió para este trámite a un juez que él había condecorado días antes. Pero para sorpresa de muchos, doña Gladys no tenía intenciones de ser ex esposa de Presidente y el juez falló en contra de su condecorador.
A Blanquita, como se le conoce en los medios oficiales, se le ha llegado incluso a comparar con Evita Perón debido al poder que se le atribuye. Se dice que quería ser ministro de la familia, pero que por razones de tipo político fue imposible. Algunos afirman que sus funciones como secretaria privada se confunden con la de ministro de la Presidencia de la República y que se la ve con frecuencia en los viajes y actividades oficiales al lado de los altos funcionarios del gobierno. Inaugura obras, reparte premios, entrega vivienda en los sectores populares, y hace donaciones, como cualquier primera dama de la nación.
Es una especie de Imelda Marcos sin argolla matrimonial y un poco más pobre. Se afirma que su influencia en el poder llega incluso a incidir en nombramientos tan importantes como el del director de la Policía Judicial, que recayó en un antiguo profesor suyo o en movimientos tan delicados como el de haber dado de baja al general de Aviación Ramón Enrique Mendoza, quien aspiraba a ser nombrado ministro de Defensa.
Estas versiones, que se manejan en círculos privados, han hecho que públicamente se utilice una especie de lenguaje cifrado. Cuando el general Mendoza pidió su baja se refirió a "influencias indeseables que actuaron sobre el comandante superior de las Fuerzas Armadas". Posteriormente, el propio Lusinchi se vio obligado a responder, y en un discurso ante los nuevos generales afirmó que "yo y solo yo, soy quien decide en materia de altos mandos militares".
En los medios de comunicación existe un acuerdo tácito para no mencionar el tema de los amores del Presidente con su secretaria, ni el excesivo poder que ostenta la "doña", como la han optado por identificarla en algunos sectores. Esta determinación viene desde hace dos años, cuando la periodista Rosaura Ordóñez fue obligada a retirarse de la animación de un programa que tenía en el canal dos.
Algo parecido le ocurrió al periodistaNelson Luis Martínez, director del periódico "Noticias Ultimas", por escribir un artículo titulado: "Las mujeres del Presidente". Fue destituído de su cargo.
Se afirma, inclusive, que un intento de publicar un artículo relacionado con la situación sentimental del Presidente en un periódico del oriente del país, terminó en un episodio de balas contra el director, Pedro Marcano Barrios.
Las cosas han llegado a tal extremo, que circulan hojas mimeografiadas al estilo de los famosos "Zadmisdats" de los disidentes soviéticos o de los panfletos de la resistencia chilena. Se afirma también que cuando algunos periódicos internacionales como el New York Times o El País de Madrid se han ocupado del caso, no han podido circular en Venezuela. Al respecto, uno de los periodistas más prestigiosos de ese país, Alfredo Tarre Nurzi escribió recientemente: "Desde Páez, todos los presidentes han tenido amantes, pero ninguna había mandado".
Los actos protocolarios del gobierno no han estado ajenos a esta situación. Cuando la reina Juliana de Holanda visitó el país, el presidente Lusinchi le ofreció una recepción únicamente con hombres, para obviar el problema de la esposa, ya que el protocolo no le hubiera permitido hacerlo con Blanquita. En su última visita a España tuvo que sortearlo de otra manera. Al llegar a Madrid, no se alojó en el palacio de "El Pardo", como es usual en estos casos, ya que no lo podía hacer con Blanquita, sino que se hospedó en el Hotel Rizt, con el argumento de que él no se quedaría en la misma casa donde vivió el dictador Franco.
El affaire presidencial, que se había mantenido con cierta reserva, se ha puesto nuevamente sobre el tapete. Ahora, en vísperas de elecciones, se anuncia que los opositores del Copei aprovecharán el debate para desprestigiar al partido de gobierno por las andanzas del Presidente. Mientras tanto, a Blanquita lo que le preocupa es seguir aumentando su popularidad en los sectores humildes y seguramente agrandar el número de pueblos en donde la declaren "hija ilustre", como ha venido ocurriendo hasta ahora.-