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La muerte plástica

Gunther von Hagens, el 'escultor' alemán que causa sensación con sus cuerpos 'plastinados', es el centro de una investigación mundial por tráfico internacional de cadáveres humanos.

2 de febrero de 2004

Trafico de cadáveres es el delito del que se acusa al 'plastinador' alemán Gunther von Hagens, quien se ha hecho millonario disecando y exhibiendo cuerpos humanos que generan polémica en Europa y Asia. Sus exposiciones "al servicio de la ciencia" causan horror y fascinación y han sido visitadas por casi 14 millones de personas.

Hagens, médico de 59 años, patentó en 1977 su técnica de la 'plastinación' para preservar tejidos biológicos. Afirma que su misión es enseñar anatomía como nunca había sido vista, se considera el Leonardo da Vinci del siglo XXI, y aunque asegura que los cuerpos que momifica y exhibe son de personas que se "ofrecieron para la ciencia", las denuncias en China y Alemania apuntan a que compra cadáveres que le suministran autoridades y médicos corruptos en varios países de Asia.

El éxito de sus exposiciones le ha permitido abrir tres 'fábricas de cadáveres'. La primera es el Instituto de Plastinación de Heidelberg (Alemania) que lleva su nombre, fundado en 1993 y desde donde dirige su negocio. La segunda es su centro de investigación, en Bishkek (Kirguiztán), y la tercera está situada en el puerto de Dalien (noroeste de China), donde a un costo de 12 millones de dólares Hagens construyó la fábrica de 'plastinados' más grande del planeta.

En los 30.000 metros cuadrados de su factoría en Dalien trabajan 170 empleados y allí tiene en inventario 647 cadáveres, 3.909 partes de cuerpos humanos como cabezas, piernas, manos o penes, y 182 fetos, algunos de ellos con malformaciones. Los cuerpos y órganos son cortados y procesados en cadena, del mismo modo como operan las fábricas de enlatados o automóviles, y en épocas de máxima productividad, cuando se realizan turnos de 24 horas, el número de empleados puede llegar a 300. Hagens no cesa de elogiar "el impresionante virtuosismo en el uso de las manos" que tienen sus empleados chinos, que además reciben bajos salarios. "En Alemania, estoy a la cabeza de las técnicas de disección anatómica, pero en China soy uno más", dice 'el plastinador', quien en 1996 fue designado profesor de la Escuela de Medicina de Dalian.

Pero para los investigadores alemanes y chinos, la ubicación de la fábrica de Hagens en Dalien no parece gratuita. El edificio se encuentra rodeado de prisiones y centros de castigo para opositores al régimen y miembros de la secta Falung Gong, y las denuncias señalan que es de allí de donde Hagens se surte de cadáveres. El semanario Der Spiegel reveló que Hagens recibió en los últimos meses al menos dos cuerpos de disidentes, reconocibles por el tiro en la cabeza con el que suelen ejecutar las autoridades chinas. Amnistía Internacional viene denunciando hace más de 15 años este tipo de violaciones y, según dijo a SEMANA la portavoz de la organización en España, Eva Suárez-Llanos, "existen pruebas de que funcionarios del Estado chino comercian con los cuerpos de esos condenados y con sus órganos".

Hagens insiste en que todos los cadáveres que pasan por sus 'fábricas' proceden de personas que en vida manifestaron su voluntad de "servir a la ciencia", aunque no descarta la posibilidad de haber 'plastinado' a algunos opositores chinos. "No puedo poner mi mano en el fuego y decir que quizás no se nos diera el cuerpo de una víctima de ejecución, comentó Hagens, pero yo cumplo con las leyes alemanas y no acepto cadáveres a menos que sepa de dónde proceden".

El negocio

La técnica de la 'plastinación' le permite preservar cuerpos completos o diseccionados con sus colores y texturas reales. La clave es sustituir los líquidos y la grasa por polímeros reactivos, tales como caucho de silicón, resinas epóxicas y poliéster. El tipo de polímero utilizado determina las características físicas (transparentes u opacas), mecánicas (flexibles o duras) y ópticas del cuerpo preservado, que queda seco e inodoro, y conserva intactas las células que pueden ser vistas al microscopio. El proceso dura 1.500 horas en varias etapas de baños con gases solventes, luz, frío y calor, realizadas al vacío.

Con sus primeras 13 exposiciones, que se iniciaron en 1996 en Japón, y luego se extendieron a Alemania, Bélgica, Austria y Corea, Hagens ganó más de 100 millones de dólares. En Japón sus 200 'esculturas' fueron vistas por 2,7 millones de personas. La polémica ha sido factor para su éxito. Hoy tiene muestras en Londres, Francfort y Singapur, pero ha decidido diversificar su negocio.

Su fábrica de Dalien compra cadáveres 'frescos' a 220 dólares, los 'plastina' y luego los vende a 80.000 dólares a facultades de medicina de China y otros países de Asia. La esposa de Hagens, Angelina Wahlley, a cargo del Instituto de Heidelberg, fomenta la 'plastinación' para que las familias preserven a sus seres queridos. La última idea de Hagens es realizar autopsias públicas, pero este negocio no ha terminado de cuajar, luego de que en Inglaterra las autoridades le negaran la autorización.

En Europa, donde se prohibieron las autopsias públicas hace 170 años, algunos académicos como el filósofo Granz Wetz, de la Universidad de Francfort, son admiradores de Hagens y defienden sus "prácticas revolucionarias". Wetz dijo a SEMANA que en la condición humana "es fuerte el deseo temeroso y el pavor agradable y agregó que en una democracia no hay ninguna razón sana por la cual las autopsias deban seguir siendo de dominio privado de los profesionales de la medicina".

Lo cierto es que los excesos de Hagens lo han puesto en la mira de la Iglesia, organizaciones de derechos humanos y el sector médico, que califican las exposiciones de Hagens como "ferias de monstruos" y le describen como "el doctor muerte", "desvalijador de cadáveres" y "el nuevo doctor Frankenstein".

En los últimos días la tenaza alrededor de Hagens parece cerrarse, luego de que una familia de Novosibirsk (Rusia) reclamó por vía judicial la devolución del cadáver de su padre que fue enviado en 2000 sin autorización al Instituto de Plastinación junto con otros 56 cuerpos y 400 partes humanas. La fiscal de Heidelberg, Elke O'Donoghue, quien lleva el caso, comentó a SEMANA que está analizando si puede aplicarse el delito de "molestar la paz de los muertos" y aseguró que cuenta con la colaboración de de Rusia y China.

Hagens sigue adelante con sus proyectos: la exhibición de elefantes y jirafas desolladas y 'plastinadas', la transmisión de autopsias por televisión y la construcción, por 60 millones de dólares, de una ciudad de la plastinación y de un museo. Todo dependerá ahora de algo que Hagens no puede controlar: la justicia de los seres vivos.