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La campaña de la marca de ropa No.l.ita en la que aparecía Isabelle desnuda fue prohibida en Italia y Francia porque explotaba la imagen de la anorexia. Después del anuncio, fue invitada a diferentes ferias de moda alrededor del mundo.

TRAGEDIA

La niña que no quería engordar

Isabelle Caro, la francesa que apareció en vallas publicitarias exhibiendo sus 27 kilos como símbolo antianorexia, murió a los 28 años. Pero detrás de esa imagen hay una historia de vida aterradora.

8 de enero de 2011

Para acentuar la expresión de su mirada, Isabelle Caro solía pintarse pecas en los pómulos, en las sienes y en la frente. Pensaba que solo así la gente la miraría a los ojos y no se fijaría en el resto de su cuerpo, demacrado por la anorexia que la aquejaba desde la infancia y que terminó por quitarle la vida el pasado 17 de noviembre. Para evitar el acoso de la prensa, sus padres y amigos decidieron no hacer pública la noticia, pero esta se filtró a los medios la semana pasada.

La joven francesa, que murió a los 28 años, se dio a conocer en septiembre de 2007, cuando apareció desnuda en una campaña publicitaria antianorexia que salió a la luz en plena Semana de la Moda de Milán. Isabelle tenía en ese momento 25 años y pesaba tan solo 27 kilos. Desde entonces, se convirtió en un símbolo de la lucha contra la enfermedad y también en una celebridad: dio entrevistas a medios de todo el mundo, fue jurado de un programa de concurso que buscaba a la próxima supermodelo francesa, apareció en el reality show de la cantante Jessica Simpson y actuó en obras de teatro, series de televisión y películas de bajo presupuesto.

Las vallas, que mostraban a Isabelle escuálida y con la apariencia de una anciana, tuvieron un impacto tan fuerte que fueron prohibidas. No importó que la ministra italiana de Salud de la época las considerara de gran importancia ni que diseñadores como Giorgio Armani salieran en su defensa. Según los organismos encargados de controlar los contenidos publicitarios en Francia e Italia, los avisos explotaban comercialmente la anorexia.

El fotógrafo Oliviero Toscani, encargado de hacer la publicidad, declaró de inmediato que emprendería una acción legal por censura. Pero su amenaza tampoco evitó la prohibición. "Al ver las pancartas, las niñas con anorexia pensarán que tienen que dejar de hacer dieta. Lo que debería impactar no son las fotos, sino la realidad", afirmó entonces Toscani, famoso por las campañas de Benetton que mostraban a un enfermo de sida agonizando y a unos presos condenados a muerte.

"Ninguna mujer joven quiere verse como un esqueleto. No creo que haya duda alguna al respecto -salió en defensa del anuncio Isabelle, tiempo después-. Cuando veo la foto, digo: 'Es horrible, horrible'. No me veo bonita, mi pelo está arruinado y sé que no podré tenerlo largo nunca más; he perdido algunos dientes, mi piel está seca, mis senos se han caído...".

Isabelle escribió en sus memorias de 2008 -La pequeña niña que no quería engordar- que tuvo una infancia muy difícil. Su mamá, una artista sobreprotectora que caía constantemente en depresiones, odiaba la idea de verla convertida en una mujer. Por eso la medía varias veces al día y le repetía que estaba gorda. Como había oído que el aire fresco hacía crecer a los niños, no la dejaba salir de la casa y contrató un tutor para que no tuviera que ir al colegio, por lo que Isabelle no jugó con otros niños antes de los 11 años.

Cuando decidió dejar de comer tenía 12 o 13 años, nunca recordó con exactitud. Fue después de ver a su mamá tratar de alzar una pipeta de gas de unos 30 kilos. "Está muy pesada", recordaba Isabelle que había dicho. Y la niña, que ya pesaba alrededor de cinco kilos más que la pipeta, se sintió una carga para su familia. Pensó entonces que debía perder tanto peso como fuera posible. Según recuerdan sus obituarios, su papá, quien trabaja para la industria musical, era una figura ausente que nunca la defendió de las "locuras" de su madre.

La joven confesó en varias entrevistas que se alimentaba a diario con dos pastillas de chocolate o cinco hojuelas de cereal, acompañadas de un té que tomaba a cucharaditas para que le durara todo el día. Estaba acostumbrada a despertarse delirante en medio de la noche, sin saber quién era o dónde estaba. "Se caía mucho porque era muy débil -contó su amiga Kim Warani-. Siempre estaba cubierta con cortaduras y moretones que tardaban mucho tiempo en sanar por su condición".

Isabelle soñaba con ser modelo y actriz para salir en portadas. En la adolescencia, cuando buscó una agencia de modelaje, le dijeron que debía perder aún más peso, por lo que sus problemas de salud se agudizaron. Llegó a pesar 25 kilos. Entraba y salía del hospital cada vez con más frecuencia. En 2006, a los 24 años, cayó en coma y los médicos la dieron por muerta. Pasó meses en cuidados intensivos y terapias que le devolvieron la vida. Los psiquiatras le recomendaron dejar la casa de sus padres, y se fue a vivir al sur de Francia, donde la acusaban de heroinómana, se negaban a servirle en restaurantes y la miraban con desprecio. Dejó de salir.
Ese mismo año murieron dos modelos brasileñas que sufrían también de anorexia, un desorden alimenticio que Isabelle ya sabía que mataba a más personas en el mundo que cualquier otro desorden psiquiátrico. Entonces la industria del modelaje empezó a tomar medidas: en las pasarelas de Madrid prohibieron el ingreso de modelos raquíticas, en Milán empezaron a pedir certificados médicos a las participantes y aparecieron en Italia las controversiales vallas.

Antes de encontrar a la chica perfecta para el cartel, Toscani buscó jóvenes en hospitales de Francia, Alemania e Italia. Hasta que dio con Isabelle, quien en ese momento estaba buscando un contrato con algún diseñador, pese a que sus allegados le decían que se veía muy enferma. El fotógrafo asegura que la escogió no solo porque encarnaba la figura clásica de la anorexia, sino porque tenía unos ojos "cautivadores".

Tanto Toscani como Warani, su amiga, opinan que Isabelle cayó en un círculo vicioso después de aparecer en el aviso, pues se aferró a la fama que le proporcionó la enfermedad, y para mantenerla, debía seguir luciendo esquelética. Según algunos medios europeos, Toscani dijo después de su muerte: "Traté a Isabelle hasta que descubrí algo atroz: que intentaba utilizar su anorexia para convertirse en modelo y en actriz, pero no tenía ningún talento. Y el talento único de la anorexia terminó devorándola".

Según anunció Isabelle en su blog, en el que relataba su lucha contra la enfermedad, en marzo del año pasado alcanzó un peso récord de 42 kilos. Aunque no logró consolidarse como modelo y actriz, todo indicaba que cada vez estaba más sana y su carrera iba en ascenso. Pero en noviembre, tras llegar de un compromiso profesional en Japón, murió por una insuficiencia respiratoria causada por tantos años de debilidad.

El cantante suizo Vincent Bigler, quien escribió una canción inspirado en Isabelle, dijo a SEMANA que "le gustaba estar en contacto con los demás y era muy directa y de mente abierta". Bigler estaba ultimando detalles para producir con ella un video de la canción que tituló J'ai Fin, un juego de palabras que en francés significa algo así como Tengo fin, pero se pronuncia igual a 'tengo hambre'. Ahora trabaja en el mismo proyecto con el padre de Isabelle, quien asegura que quiere hacer un homenaje a su hija para que no la recuerden como la modelo anoréxica, sino como la luchadora que tocaba violín desde los 4 años y amaba la música, el cine y el arte.