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La oveja negra de la reina

Revuelo en Inglaterra por el embarazo de Marina Ogilvy, la prima descarriada de Isabel II.

27 de noviembre de 1989

Los periódicos ingleses gozaron durante dos semanas con el meodrama protagonizado en el seno de la familia real y, aunque la historia ya tomó otro cauce, más mesurado después de agrias y públicas acusaciones, los protagonistas de esta crónica romántica seguirán dando qué hablar.
Todo comenzó pocos días después de la separación oficial de Mark Philips y la princesa Ana y del sorpresivo matrimonio del hermano de la princesa Diana, cuando estalló otro escándalo: Marina Ogilvy, de 23 años y la única hija de la princesa Alexandra, prima carnal de la reina Isabel II, anunció que estaba embarazada y soltera. Lo dijo en varios periódicos y, además, pidiendo ayuda a su prima,la reina,porque sus padres querían obligarla a abortar. "Es el lado oscuro de la familia real lo que estamos enfrentando", añadió.
Ubicada como la número 24 en la línea de ascensión al trono, Marina fue convertida en una auténtica heroína por los tabloides londinenses que durante dos semanas insistieron todos los días en la urgencia de ayuda familiar que la muchacha pedía. Buscaban nuevos datos sobre el papá del bebé, Paul Mowatt, de 26 años, plebeyo y considerado desde varios meses atrás como una pésima influencia para la joven.
Marina siempre ha sido una rebelde y desde hacía varios meses vivía fuera del castillo de sus padres, frecuentando artistas y hippies en las zonas más populares de Londres mientras evitaba aparecer en cualquier ceremonia real. "Una no puede evitar haber nacido en cierta familia y no me dejaré marcar por eso; hago lo que quiero y con los que quiero y nadie será capaz de impedirlo", decía cuando alguien intentaba hacerle entrar en razón.
Con una enorme sensibilidad musical, en los últimos años se ha especializado en la vanguardia electrónica y la acústica, rechazó una beca en el famoso Guildhall School of Music.
La obsesión de la joven con su propia identidad ha llegado a tal grado que algunos de sus amigos, incluyendo al amante, sólo conocieron a sus pariente reales varios meses después porque, decía, "quiero que me busquen por lo que soy, no por mi apellido ni por mis parientes".
El palacio de Buckingham se hizo el sordo pero la reina, en una acto público, expresó que algunos jóvenes pensaban que hacían lo correcto enfrentándose a las tradiciones familiares y las buenas costumbres. Después de dos semanas tensas, numerosos reportajes y apariciones en los tabloides, los padres de la chica aceptaron hablar con ella y una tregua flotaba en el ambiente, aunque nadie podía informar sobre la suerte de los 450 dólares mensuales que la chica recibía y un fondo de 160.000 dólares que la familia mantenía para el futuro de la hija.