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La segunda cosecha

La Asociación de Desplazados de El Salado ganó el premio Procomún Eternit por su proyecto productivo de siembra de tabaco.

27 de octubre de 2003

De la misma tierra en la que descansan las víctimas de una de las peores masacres de la historia colombiana brotan plantas de tabaco negro. Con sus hojas se han hecho cigarrillos que bien pueden estar fumando en este instante un alemán o un estadounidense. Las manos que plantaron y cosecharon son las mismas que se tapaban los ojos para no mirar el horror de la matanza que en febrero de 2000 sufrió el pueblo de El Salado, en Bolívar.

El pueblo entero salió huyendo de la violencia pero el vínculo con la tierra no se había cortado de raíz. En 2002 un grupo de 46 desplazados decidió crear la Asociación de Desplazados de El Salado con el firme propósito de regresar al lugar en el que habían dejado su oficio, sus tradiciones y su herencia familiar. La idea era recuperar el pueblo y volver a la actividad tradicional: la siembra de tabaco.

Luis Torres -Lucho, como le dicen en el pueblo- tiene 55 años y ni una cana. Es delgado y los surcos de su rostro son profundos, es un campesino de manos fuertes que parece no temerle a nada. Preside la asociación y cuando se le pregunta cómo fue el proceso para materializar la idea sólo dice tres palabras: "Difícil, difícil, difícil". Tocaron todas las puertas posibles a medida que iban creciendo, enviaron cartas a los ministerios de Defensa, Salud, Educación, a la Presidencia, y la respuesta era negativa. "Los primeros que nos ayudaron fueron los de Acnur, cuenta Lucho. Las autoridades nos decían que no había condiciones para volver y que teníamos que ir nosotros al campo a crear las condiciones". Así fue, llegaron con machetes a cortar la maleza que casi había tapado el pueblo por completo. Con la ayuda de otras ONG e instituciones 300 familias sembraron 300 hectáreas de tabaco, cuya cosecha fue vendida a una empresa exportadora que colocó el producto en el exterior.

La semana pasada este esfuerzo exitoso recibió el premio Luis Carlos Galán, que cada año otorgan la Fundación Procomún y la empresa Eternit a las comunidades colombianas y que en esta edición estuvo dedicado a las comunidades de desplazados que han impulsado actividades productivas. Con el incentivo de 25 millones de pesos será más fácil sacar adelante la segunda cosecha que sembraron este año. Tienen mucha más experiencia ya que fueron capacitados, cuentan con los caneyes de secado que quedaron del año anterior y sus ganas de dejar atrás la triste condición de "desplazados" .

"Cuando nosotros estábamos en la ciudad decir que éramos desplazados era un estigma que nos pesa y nos duele mucho" cuenta Lucho. Es por eso que tienen planes de cambiar el nombre a su asociación, pronto serán la Asociación de Retornados de Bolívar. Pero retornar tiene su precio, "estamos alegres porque estamos allá, pero nos queda el dolor", un dolor que según Lucho sólo se calma con ayuda sicosocial, como la que han recibido los habitantes del pueblo. El procura mantener la mente ocupada todo el tiempo para no sucumbir al miedo, pero su estrategia no siempre funciona: "Hay momentos allá en que estoy solo y siento miedo de muchas cosas: de la Fuerza Pública, de los grupos al margen, de que me vayan a sindicar de algo que no he cometido".