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El Rey tuvo un romance de un año con la cantante sueca de ascendencia nigeriana Camilla Henemark, de quien, según el libro, se enamoró perdidamente.

MONARQUÍA

Las bacanales del rey bueno

Una nueva biografía de Carlos Gustavo de Suecia revela sus orgías, su larga infidelidad con una cantante y sus fiestas desenfrenadas en clubes clandestinos. Un lío más para la realeza sueca, puesta en entredicho por cuenta de sus escándalos.

13 de noviembre de 2010

Los reyes Carlos Gustavo y Silvia de Suecia formaban hasta hace pocos días una de las parejas más envidiadas de la realeza europea. Él era visto como un hombre consagrado a su familia, que dedicaba su tiempo libre a cazar, manejar carros de lujo u organizar expediciones con los scouts, grupo del que es presidente honorario. Ella, por su parte, era reconocida como el estandarte de un matrimonio modelo, sustentado en 34 años de paz y fidelidad. Pero el mito se destruyó la semana pasada, cuando salió a la venta en Suecia una biografía no autorizada que muestra a un monarca lujurioso, que organizaba orgías con modelos y usaba los servicios oficiales de seguridad para encubrir sus travesuras.

El libro -cuya traducción al español sería algo así como El monarca reticente- ha causado conmoción en Suecia, donde una primera tirada de 20.000 ejemplares se agotó el día que llegó a las librerías. La editorial anunció una reimpresión, que ya tiene gran parte reservada.

Ansioso por descubrir cómo había afrontado su majestad el hecho de haber llegado al trono cuando todavía era muy joven, el periodista Thomas Sjöberg se juntó con los investigadores Tove Meyer y Deanne Rauscher, quienes se encontraron con algo más que un monarca inexperto. "Solo tenía 27 cuando llegó a la oficina -dice el libro-. Estaba en medio de sus años de soltero, con chicas, trago y su grupo de amigos. Y de repente se convirtió en rey, y tuvo que prometer a la gente que sería un padre amoroso. Era una promesa totalmente irracional".

Cuando supo del libro, la reacción de Carlos Gustavo no se hizo esperar. Antes de tenerlo en sus manos, convocó a una rueda de prensa en la que no aceptó ni negó las acusaciones. "He leído algunos titulares que no han sido agradables -dijo ante decenas de fotógrafos y periodistas-. He hablado con mi familia y con la Reina. Pasamos la página y miramos adelante, porque estos asuntos ocurrieron hace mucho tiempo".

Quien prefirió no dar declaraciones fue la cantante Camilla Henemark, acusada en el libro de mantener durante un año una relación amorosa con el Rey a finales de la década de los 90. Según la presunta amante, integrante del grupo de pop sueco Army of Lovers, sus abogados le aconsejaron no hacer comentarios al respecto. Los autores afirman que la reina Silvia sabía del romance de su esposo, pero no podía hacer nada pues él se había enamorado "como un adolescente". "En una ocasión, el Rey y Henemark hablaron de fugarse a una isla distante -cuenta el libro-. Ella tenía miedo de convertirse en la mujer más odiada de Suecia si su romance con el monarca se hacía público". Carlos Gustavo es muy querido en su país, donde su dislexia y la muerte de su papá cuando tenía apenas 9 meses generan mucha simpatía.

Otro de los pasajes del libro describe las bacanales del monarca en un club clandestino de Estocolmo, ubicado justo debajo de la sede de la Policía Nacional. Según Mille Markovic, el serbio relacionado con la mafia que organizaba las fiestas para el Rey, los asistentes comían, tomaban y después se acostaban todos con todos. Las mujeres se quitaban la ropa y se sentaban en las piernas de los hombres, se metían al jacuzzi o se iban a los cuartos que ya estaban asignados para las parejas o grupos. Una de las tantas strippers que aceptan en el libro haber hecho parte de los festines cuenta que el soberano tuvo relaciones con dos chicas al mismo tiempo después de un exitoso día de caza. El ex convicto Markovic, quien asegura tener pruebas para sustentar sus denuncias y las de las mujeres, dice que lo que más le gustaba de las visitas de Carlos Gustavo a su local era que la Policía no se aparecía por el lugar.

Cuando acababa el jolgorio, los servicios secretos suecos tenían la misión de desaparecer cualquier evidencia de las diabluras del soberano. Por eso, visitaban a cada una de las participantes, registraban sus casas y destruían cualquier foto, video u otro material comprometedor.

El Rey derrochó millones en esas fiestas. Igual lo hizo en algunas visitas al exterior. Los autores de El monarca reticente afirman que durante los Juegos Olímpicos de Atlanta, en 1996, gastó más de 10.000 dólares en un club de striptease llamado Gold. El Rey, invitado especial de los organizadores del evento, pasó dos horas en un cuarto privado con una de las bailarinas.

Curiosamente fue en otras competiciones olímpicas, las de Múnich 72, cuando el monarca conoció a su esposa, una de las anfitrionas del evento: la joven Silvia Sommerlath, de padre alemán -cuyo pasado nazi ha sido muy criticado en Suecia- y madre brasileña. Se casaron en 1976 en la Catedral de Estocolmo y tuvieron tres hijos: Victoria, quien ya tiene 33 años; Carlos Felipe, dos años menor, y Magdalena, hoy de 28.
 
Precisamente habían sido sus hijos quienes hasta la semana pasada habían atraído la atención del mundo con sus escándalos: Carlos Felipe cambió a su novia de diez años, una ejecutiva de la industria publicitaria aparentemente muy querida por la familia real, por una modelo que posó semidesnuda con una culebra enrollada en el cuerpo. Después, el foco de los paparazzi fue su hermana menor. La princesa Magdalena, quien alguna vez fue candidata a casarse con el príncipe Guillermo de Gales, viajó consternada a Nueva York tras cancelar su boda con su novio de ocho años, un abogado que la había engañado con una estudiante de fotografía.

La princesa Victoria merece un capítulo aparte. Su matrimonio con un instructor de gimnasio de origen campesino fue el final feliz de una historia que horrorizó durante años a las monarquías europeas. Cuando se supo que la heredera al trono tenía un amorío con su entrenador personal, muchos se burlaron de ellos y les pronosticaron una relación corta. Pero Daniel Westling, conocido como el "sapo convertido en príncipe", tomó clases de glamour, aprendió a hablar inglés, alemán y francés, y se transformó en un noble. La prensa especializada calificó la boda de "cuento de hadas" y dijo que era la más importante desde el enlace de Lady Di y el príncipe Carlos.

Ante este panorama, los únicos que se mantenían libres de controversia eran Carlos Gustavo y Silvia, quienes se veían cada vez más sólidos después de afrontar con entereza los problemas de sus hijos. Incluso los rumores que alguna vez circularon sobre las infidelidades del Rey habían sido desestimados por la mayoría. Y aunque una encuesta revela que para el 80 por ciento de los suecos la imagen de Carlos Gustavo no ha cambiado después del libro, hay quienes ya hablan de convocar manifestaciones para acabar con la monarquía. Por ahora, el soberano pide que lo dejen tranquilo, pues tiene asuntos importantes que atender. Uno de ellos es, seguramente, reunirse con sus asesores para buscar la forma de limpiar su imagen.