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LAZOS FAMILIARES

Un hijo adoptado por Ronald Reagan en 1945 publica autobiografía.

2 de mayo de 1988

En marzo de 1945, un actor mediocre llamado Ronald Reagan, quien acababa de prestar servicio en la Fuerza Aérea norteamericana y su esposa, la actriz Jane Wyman, buscando compañía para su hija Maureen, de cuatro años, adoptaron un niño de cuatro días de nacido y lo bautizaron Michael. La madre del pequeño, una actriz que siempre hizo papeles secundarios en pésimas películas, Betty Arnold, era hija de una pareja protestante de ascendencia suizaalemana y muy estricta en asuntos morales y quedó embarazada de un soldado a quien había conocido en Arizona. La muchacha, temerosa de la reacción de sus padres, viajó a Los Angeles, tuvo el bebé y lo dio en adopción enseguida.
Tres años después de la adopción, los Reagan se divorciaron, Michael se quedó con Jane Wyman y de vez en cuando se veía con el padre. A los cuatro años supo la verdad y en principio no la entendió hasta cuando dos años después, en el colegio, los compañeros le gritaban "Bastardo, tus padres no te querían y por eso te regalaron". Los únicos días agradables eran los que Ronald Reagan dedicaba a recoger en la casa de su ex esposa a los dos hijos. A los 14 años, Michael se mudó con el padre y su nueva esposa, Nancy, duró con ellos cinco años, entró a la Universidad de Arizona.
Michael Reagan tiene ahora 43 años y todos sus recuerdos de una niñez y una adolescencia amargas y solitarias, los ha volcado en un libro que comienza a venderse en Estados Unidos: "On the Outside Looking In". Hasta hace pocos meses, cuando comenzó a redactar este libro, era un hombre amargado, desconfiado, que destilaba veneno y resentimiento. Sus relaciones con los Reagan nunca habían sido las mejores aunque se veian con alguna frecuencia. Por eso Nancy, cuando supo que estaba escribiendo estas memorias, lo llamó y le pidió que escribiera cosas amables y positivas sobre su padre quien, en esos momentos, estaba atravesando lo peor del escándalo del Iran-Gate. Pero, la advertencia era innecesaria porque, gracias al azar, Michael había podido conocer toda la verdad sobre su origen.
Parece un cuento de Hollywood, como sus protagonistas. Ocurrió dos años atrás. Llevaba 20 años trabajando como vendedor de botes y embarcaciones marinas. Había fracasado en sus intentos por ser actor y la sombra de los padres famosos siempre lo había opacado. Los culpaba por este complejo. Tentado por la posibilidad de ganarse un millón de dólares escribiendo un libro relacionado con el Presidente, comenzó a ordenar sus recuerdos.
Recolectando datos sobre su vida, decidió buscar todos los papeles relacionados con su adopción y con la ayuda del mismo Reagan rescató los documentos que hablaban del momento doloroso en que la madre había decidido entregarlo. Por esos días, una amiga de su ex esposa le contó que por simple coincidencia había conocido a quien parecía ser su hermano verdadero. La muchacha explicó cómo durante un viaje a Ohio, había entablado conversación con un hombre llamado Barry Lange. Hablando de todo, ella le dijo que tenía un amigo llamado Michael Reagan, hijo del Presidente y el otro le reveló lo que resultá una bomba: su madre le había confesado que ese hombre, emparentado con los Reagan, en verdad era su propio hijo.
Los dos hermanos se encontraron, y el uno le dijo al otro lo que
éste necesitaba saber para recuperar su paz interior: la madre nunca lo había olvidado, y nunca quiso acercársele para no perturbarlo.
Esa revelación sobre los verdaderos sentimientos de la madre, mejoró sus relaciones con los Reagan y le permitió escribir sus memorias con un tono menos amargo, menos vengativo y a los norteamericanos les da la oportunidad de conocer una historia que parece sacada de uno de los dramas protagonizados por ese actor quien se encerró con su hijo en una de las oficinas de la Casa Blanca y lo ayudó a concretar muchos recuerdos.