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Hace poco Federico Mejía, fundador de Babilla Ciné, abrió tres nuevas salas en Cinema Paraíso, el emblemático teatro de Usaquén que inauguró en 2004.

APUESTA

Los independientes

En medio de la oleada de superproducciones, el cine alternativo difícilmente encuentra un espacio en Bogotá. Solo unos cuantos valientes se dedican a promocionar ese tipo de películas. Así es como compiten con los gigantes.

10 de agosto de 2013

Por estos días las carteleras de cine en Bogotá están llenas de filmes que tienen asegurado su éxito en taquilla. Las secuelas de Wolverine y Los Pitufos encabezaban la lista de las cintas más vistas en Bogotá al cierre de esta edición. Pero mientras suman y suman espectadores, fuera de los multiplex de los grandes centros comerciales otras personas hacen fila para ver los títulos que no aparecen en los primeros lugares. 

Porque en medio del bullicio propio de las superproducciones de Hollywood, todavía hay sitios que buscan rescatar otras propuestas. Cinemanía y Cinema Paraíso son dos de ellos. SEMANA los visitó y habló con los dueños de ambos sitios sobre cómo consolidaron sus teatros como bastiones del cine alternativo en la capital.

Mucho antes de que Cinema Paraíso abriera sus puertas en Usaquén, Federico Mejía, su fundador, había montado la distribuidora de cine independiente Babilla Ciné. Empezó mostrando las películas que negociaba en el extranjero en viejos megateatros como Astor Plaza y Teusaquillo, pero pronto se dio cuenta de que esos sitios iban en declive. 

A finales de los años noventa llegó el auge de los multiplex, así que cada vez más familias preferían ir a un centro comercial que ofreciera muchas películas. El problema es que los grandes circuitos poco o nada se interesaban en las producciones que traía la distribuidora de Mejía. Él, sin embargo, estaba convencido de que la gente quería ver algo distinto.  

“Sabía que teníamos que crear el espacio para este tipo de cine, así que en 2004 tomamos la sala de Usaquén y la convertimos en Cinema Paraíso”, cuenta. Según el último Boletín de Estadísticas Cinematográficas publicado por Proimágenes, el número de espectadores en Colombia ha crecido un 88 por ciento desde 2006, pues mientras en ese entonces 20 millones de personas fueron a cine, en 2011 esa cifra subió a 38 millones. 

El nicho al que le apuntan Babilla y su teatro también es cada vez más amplio y por eso Mejía decidió seguir apostándole al tema: en 2008 inauguró Babilla Movieplex en Chía, un espacio que combina cine independiente con algunos estrenos comerciales; y en marzo de este año terminaron las remodelaciones del recinto en el norte de Bogotá, que ahora cuenta con cuatro salas para el público ávido de películas menos populares.  

Los dueños de Cinemanía, cerca del parque de la 93, notaron esa misma fascinación por el cine independiente desde que abrieron el teatro en 2001, después de que el lote permaneció vacío por varios años. Ellos, arquitectos de profesión que prefirieron mantener su nombre en reserva, compraron el espacio para construir un edificio, pero justo en ese entonces la crisis económica estancó muchas obras civiles en la ciudad, así que no pudieron continuar con sus planes.

“Luego de contemplar varias opciones, surgió la idea de hacer un cine pequeño para ocupar el lote en algo y luego tumbarlo cuando la situación mejorara y poder hacer el edificio que se había concebido inicialmente”, cuenta Jaime Posada, uno de los administradores del teatro. Sin embargo, en lugar de volver a la idea original, los dueños se dieron cuenta de que se trataba más de una pasión que de un negocio y prefirieron quedarse con la sala.

Al principio fue muy difícil, pues, a diferencia de Mejía que tenía más experiencia en el tema, ninguno de los involucrados en Cinemanía sabía cómo funcionaba el negocio. Así empezaron de la mano de Babilla, uno de sus principales proveedores de cintas, y pronto despegaron. “La acogida inicial fue extraordinaria. El primer año fue mejor que los cinco siguientes”, recuerda Matilde Rubiano, otra de las administradoras. 

Y a pesar de que han tenido altos y bajos, sus cuatro salas se siguen llenando todas las semanas. Para atraer nuevas audiencias son los anfitriones de los ciclos que promueven algunas embajadas y, aparte de largometrajes, también presentan ciclos de ópera y ballet.

Aunque ese tipo de actividades es efectiva a la hora de convocar público, en estos años Cinemanía y Cinema Paraíso han tenido que lidiar con varios obstáculos. El primero de ellos es la distribución, pues mientras no existan suficientes salas, los estrenos se tienen que limitar a unos cuantos teatros.

Aparte de estos dos, Cine Colombia también se dedica a proyectar películas alternativas  en el centro comercial Avenida Chile, mientras que ciertos multiplex, como los de Andino e Iserra 100, incluyen algunos títulos independientes. Con espacios tan reducidos, quienes se encargan de traer otro tipo de cine deben buscar la forma de competir frente a las superproducciones de temporada.  

“Enfrentarse a  los gigantes de los estudios es una labor titánica, sobre todo cuando los  grandes exhibidores traen sus propias películas. Ahí uno difícilmente encuentra un hueco y por eso toca recurrir a otras salas”, explica Elba Rodríguez de McAllister, directora de la distribuidora de cine independiente Cineplex.

Para Carlos Llano, gerente de distribución de Cine Colombia, la cuestión es que las películas alternativas por lo general no superan la barrera de asistentes y por eso los exhibidores de los grandes teatros prefieren no arriesgarse: “Sucede en todas las manifestaciones de la cultura. Así como el ‘ballet’ llena uno o dos recintos pasa lo mismo con el cine que no es para el gran público”.  
  
El otro problema grave es la piratería. Para ganarle la batalla, estos espacios han optado por ofrecer una experiencia única a los espectadores, de modo que en lugar de quedarse en su casa viendo una película descargada por internet, prefieran pagar una boleta en un lugar que les ofrezca  más comodidades. Además, la calidad de una proyección en formato de cine siempre será mejor que una copia pirata.

De allí, por ejemplo, que Cinemanía ahora esté contemplando planes de fidelización como descuentos en confitería, una tarjeta de cliente frecuente y funciones especiales. Cinema Paraíso, por su parte, insiste en cambiar la noción de ir a cine a comer palomitas de maíz y sentarse durante las siguientes dos horas. 

“Nosotros ofrecemos un servicio V.I.P.; acá vienen personas que buscan un entretenimiento superior”, dice Mejía. Por eso, en vez de la tradicional venta de palomitas y perros calientes de las salas comerciales, el teatro es una especie de café con servicio a la mesa donde se pueden encontrar desde emparedados ‘gourmet’ hasta los mejores vinos. 

Todo eso sumado a la posibilidad de ver “cine de vanguardia”, agrega Mejía. Consciente de que cada estreno es un riesgo, durante los últimos 15 años se ha atrevido a proyectar y distribuir cintas tan polémicas como Shortbus, de alto contenido sexual; Oldboy, de mucha violencia; o Irreversible, que causó indignación en 2002 por incluir la escena de una violación en tiempo real.  

En vista de que el público para este tipo de cintas es cada vez más grande, los dueños de los dos teatros están pensando en cómo expandirse. Los de Cinemanía ya están buscando otro local y los de Cinema Paraíso, aunque acaban de ampliar las instalaciones, saben que ese es solo el primer paso. Puede que las películas que proyectan en sus salas nunca tengan el éxito comercial de Wolverine o Los Pitufos, pero al menos le dan la opción a los bogotanos de conocer otras historias.