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LOS JAPONESES NO ESPERAN

El pueblo nipón anda impaciente por la tardanza del anuncio sobre el embarazo de la princesa Masako, esposa del príncipe Naruhito.

2 de septiembre de 1996

cuando Masako Owada, la joven graduada de Harvard y Oxford anunció, en enero de 1993, que renunciaba a su brillante carrera diplomática para casarse con el príncipe Naruhito, las japonesas sintieron una gran desilusión. Sabían que con el 'sí', esa mujer que admiraban por su independencia y Sus occidentalizadas costumbres se convertiría en una esposa sumisa, dedicada exclusivamente a la crianza de los sucesores del trono. De eso hace tres años. Ahora los desilusionados parecen ser todos los japoneses, que han esperado infructuosamente el anuncio del nacimiento del futuro emperador. Se dice que los funcionarios de la Casa Imperial, preocupados con la idea de que la monarquía más antigua del mundo desaparezca, ya están considerando la posibilidad de cambiar la ley, para permitir que una mujer suba al trono del Crisantemo. El segundo en la línea de sucesión es el hijo menor del emperador Akihito, el príncipe Akishino, quien tiene dos hijas. "Los políticos conservadores quieren por lo menos considerar la posibilidad de cambiar la ley", dijo Naoki Inose, escritora del sistema imperial. "Tienen que hacerlo porque quieren que continúe este sistema, aunque no les gustaría que el heredero fuese una mujer".A pesar de la milenaria tradición de sumisión, en esta dinastía de 2.600 años existe el antecedente de una emperatriz: de los 124 emperadores japoneses, siete han sido mujeres. Los miembros del palacio podrían tomar como ejemplo a la emperatriz Suiko, quien fue la primera en heredar el trono, a fines del siglo VI. Según los historiadores, fue una mujer muy bella, de carácter y conducta impecables. Pero también el caso de la emperatriz Koken, quien reinó asesorada por el monje budista Dokyo, quien, según un historiador occidental, "la sedujo y compartió su lecho y dominó su conciencia". Lejos de parecerse a la corona británica, la japonesa de ha caracterizado por su hermetismo. Al punto que no son pocos los que se preguntan si la princesa Masako es una prisionera real. ¿Quién esconde a la princesa?, preguntaba en la edición de julio la revista Sentaku. Parece que después del matrimonio, Masako, de 32 años, dejó de ser una moderna y extrovertida mujer para transformarse en la humilde sombra de su marido. Según los conocedores, la culpa la tiene el arraigado tradicionalismo de la Casa Imperial, que a toda costa quiere proteger el prestigio de la familia real manteniendo ocultos los secretos. Los medios de comunicación dicen que Masako ha sido criticada por los miembros de palacio por la falta de un heredero. Lo irónico es que si Masako y Naruhito no tienen un descendiente, en el siglo XXI una mujer se sentará en el trono del Crisantemo.