Home

Gente

Artículo

Los niños siempre son los más beneficiados, y emocionados, con los textos. Arriba Juan David Londoño dicta uno de los talleres acerca de la importancia de leer

filantropía

Los libreros de la esperanza

Desde hace cuatro años una fundación se encarga de hacer libros para campesinos antioqueños que nunca han tenido acceso a la lectura., 96605

25 de octubre de 2008

La fundación Secretos para Contar nació sin muchas pretensiones. Después de una reunión informal, un grupo de empresarios antioqueños pensó que la mejor forma de ayudar a las poblaciones alejadas no era con víveres, ni con dinero en efectivo o nuevas viviendas, sino con una biblioteca. Muchos de ellos, con fincas por todo Antioquia, se dieron cuenta de que sus vecinos, los campesinos de las veredas, no tenían más que la Biblia en su casa y algunos incluso no podían leerla porque no sabían cómo. Así nació la organización que después de cuatro años ya ha llegado a más de 880 veredas.

Pero la tarea no ha sido fácil. No sólo tuvieron que enfrentarse a la logística para llevar los libros a veredas tan apartadas como por ejemplo las de Ituango o Vigía del Fuerte, a dos y tres días de camino en mula, sino también al contenido de los textos. La pregunta desde el principio era ¿qué iban a regalar? ¿Cuentos, consejos agrícolas, recetarios, diccionarios?

Después de varios talleres y reuniones con expertos en lúdica y educación, decidieron crear contenidos propios de acuerdo con los intereses de los campesinos y repartirlos en las familias donde, por lo menos, uno de sus integrantes supiera leer. Hasta el momento han creado seis tomos diferentes en los que se incluye literatura, diccionarios, cultura general y también uno de viajes. Por estos días andan preparando tres tomos más con secretos campesinos para curar algún dolor, claves para cazar animales y consejos para mejorar los cultivos. También tendrán dichos y refranes que los talleristas han recogido en cada una de las regiones.

Los encargados de la logística, y el alma de la Fundación, son los talleristas. Un grupo de muchachos menores de 30 años entre los que hay ingenieros, arquitectos, agrónomos y hasta artistas plásticos que decidieron abandonar sus profesiones y dedicarse a viajar por toda la geografía paisa con cajas repletas de libros.

"Si hemos tenido una experiencia fascinante, ha sido porque cada región es diferente", dice Juan David Londoño, uno de ellos. Él recuerda en especial un viaje a Puntas de Ocaidó, una vereda a dos días de camino desde Urrao, al suroeste del departamento. Después de atravesar pantanos, bosques húmedos, quebradas y matorrales, y de dormir en hamacas y cambuches improvisados, Juan David se encontró con que parte de la comunidad indígena con la que había quedado de encontrarse ya se había marchado para su resguardo, pues él había llegado con tres horas de retraso por culpa del invierno. Le pidió el favor a uno de los habitantes de la vereda de que buscara la forma de llamarlos, porque él no podía regresarse con las 100 colecciones de libros que traía en la cajas. Por fortuna, después de casi medio día de espera, pudo enseñarles y entregarles los tomos a las familias indígenas.

Otra historia sorprendente le sucedió a Olga Lucía Alzate en el municipio de Andes. El día que llegó a repartir los libros tuvo que enfrentar a una comunidad "poseída por el demonio". Una maestra que la esperaba en el casco urbano del pueblo le advirtió que un diablo estaba suelto en San Peruchito, la vereda donde tenía que ir a dos horas de camino. "Usted verá si sube, pero ese demonio ya ha cogido a siete niñas vírgenes de la escuela", le dijo la señora en medio del pánico. Olga decidió ir sin la ayuda de la maestra. Cuando llegó, logró reunirse con algunas familias en la escuela de la vereda y repartirles los libros que traía desde Medellín.

Aunque el párroco de la comunidad le confirmó que, efectivamente, varias niñas estaban poseídas por un espíritu maligno, el demonio pasó a un segundo plano, pues la gente estaba esperando desde hacía meses los tomos que Secretos para Contar les había prometido. Otra experiencia en un rincón escondido de Antioquia que demuestra que lo que nació como una simple propuesta en una reunión entre empresarios, se ha convertido casi en una necesidad para los campesinos que ahora sueñan con tener una biblioteca en su casa y poder leerla. n