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OBITUARIO

Luto por Jairo Varela: el fin de una aventura

El director y fundador del Grupo Niche, puso la salsa colombiana en el firmamento mundial. SEMANA le rinde un homenaje al hombre que hizo gozar a millones y terminó su periplo a los 62 años.

11 de agosto de 2012

Suena paradójico. Al hombre que puso a bailar a varias generaciones de colombianos poco le gustaba la rumba, y los fines de semana prefería quedarse encerrado en su casa que salir a azotar baldosa. Jairo Varela Martínez, el fundador del Grupo Niche, era serio, a veces hosco, pero sabía exactamente cómo hacer parar de la silla hasta al más tímido de la fiesta. Sus éxitos Cali pachanguero, Una aventura, Buenaventura y Caney y Cali ají llevaron la salsa colombiana al escenario internacional y por eso, aunque ya han pasado 30 años desde que esos temas empezaron a sonar en la radio y en las discotecas, la gente los sigue gozando como si hubieran sido compuestos ayer.

Tan pronto se supo que ‘El maestro’ había muerto de un infarto en su apartamento del sur de Cali empezaron los homenajes. La Alcaldía autorizó que su cuerpo fuera velado en el coliseo Evangelista Mora, un enorme recinto donde familiares, amigos y decenas de aficionados se reunirán este fin de semana para despedirlo con música. Desde 2007 el compositor sufría de problemas cardiacos que lo habían obligado a dejar sus dos grandes vicios: el Pielroja y el café. Eso sí, jamás quiso renunciar a sus extenuantes jornadas de trabajo, pues según él, el aplauso de la gente era su mayor recompensa.

“Era un perfeccionista comprometido con sus canciones y con su público. A veces grabábamos de diez de la mañana a tres de la madrugada, pero no importaba porque él era un genio en lo que hacía: todo lo que pensaba lo convertía en música”, dijo a SEMANA Willy García, vocalista de Niche durante ocho años. Varela era tan minucioso que meses después de que Gotas de lluvia salió a la venta y se volvió un himno de los enamorados, el compositor llamó a García a decirle que había que grabarlo de nuevo porque quería mejorar un par de detalles de la mezcla.

Aunque Varela no estudió música, heredó la vena artística de su mamá, la poeta Teresa de Jesús Martínez. Ella le regaló una guitarra a los 7 años y al poco tiempo el niño creó su primera agrupación, La Timba. Entonces solo necesitó una dulzaina, un bongo, unas maracas y un güiro para llenar de música las calles de su natal Quibdó, la tierra que inspiró buena parte de su repertorio. Jairo vivió allí hasta cuando un incendio casi acaba con el pueblo y lo obligó a trasladarse a Bogotá a los 16 años.

Como solía ocurrir con la mayoría de los forasteros que llegaban por primera vez a la capital, le tocó acostumbrarse al frío y a los buses de 25 centavos. La leyenda dice que creó el Grupo Niche en un edificio de la carrera Séptima con calle 18, en 1980. “Recorrió varias casas disqueras de la ciudad, pero no le fue bien y se marchó a Cali. Allí encontró un ambiente mucho más agradable donde entendían sus canciones y sabían bailarlas”, contó a esta revista el experto en música César Pagano, quien conoció a Varela en sus comienzos.

El tiempo le dio la razón al compositor chocoano y la capital del Valle se convirtió en su segundo hogar. La fama también llegó pronto y con ella, las apoteósicas presentaciones en Estados Unidos, Europa y América Latina. Si bien ya otras agrupaciones habían abierto camino en el extranjero, Niche se volvió la principal referencia de la salsa colombiana en el mundo. Aquellos que tuvieron la oportunidad de trabajar con Varela coinciden en que su éxito no se debió únicamente a su talento innato, sino a su disciplina. “En esa época se despertaba todos los días al amanecer con una canción en la cabeza y tenía que tararearla frente a la grabadora para que no se le olvidara”, contó a SEMANA Umberto Valverde, escritor y melómano caleño, amigo de Varela por más de 40 años.

Esa rigidez para liderar la orquesta también le causó problemas con algunos de los músicos, pues era demasiado obstinado. Él lo sabía y lo reconoció en Busca por dentro, un tema autobiográfico de 1991: “No soy el sol que quema, pero caliento, no sé de poesías, pero enternezco, De pronto un poco tosco, pero acaricio”.

Pero su historia dio un giro dramático en 1995, cuando las autoridades lo arrestaron en el aeropuerto Alfonso Bonilla después de una gira por Estados Unidos. Lo acusaban de haberse enriquecido ilícitamente con dineros del Cartel de Cali y, aunque Varela siempre sostuvo que era inocente, terminó por pagar cuatro años de cárcel. “Esa experiencia le cambió la vida porque luego de vivir una época grandiosa, muchos de sus amigos le dieron la espalda”, recuerda Valverde. “De qué valió poner en lo más alto mi bandera altanera, si el premio que recibo, sin motivo, es una larga condena”, dice la canción A prueba de fuego, que Varela compuso mientras estuvo tras las rejas.

Al cumplir la pena se radicó en Miami, pero seis años más tarde regresó a Cali, a su habitual estudio de la calle Quinta con 40. Nunca paró de escribir y durante los últimos años compartió su experiencia y conocimiento con las nuevas generaciones. Hugo Candelario González, líder del grupo Bahía, estaba grabando su más reciente disco en el estudio de Varela, donde ambos se habían quedado de encontrar el miércoles para finalizar unos coros. “Lo llamé a la una de la tarde, pero no me contestó y como a la media hora me enteré de la noticia –dijo Hugo a esta publicación–. Aunque no existía un compromiso laboral de por medio, él siempre nos estaba proponiendo ideas y parecía un inspector de control de calidad. No se quejaba por puro capricho sino con argumentos”.

Después de todo, Varela cumplió con su propósito de seguir trabajando hasta el final, tal como explicó a SEMANA en una entrevista en mayo de este año: “Cuando uno nace para esto es difícil retirarse. Me fijo siempre en los paisajes que me rodean, en los asuntos sociales y todas las cosas que están ahí latentes. Si uno tiene la capacidad de plasmar eso mediante una canción, entonces siempre voy a estar escribiendo”. No le tenía miedo a la muerte, sino al momento de morir: “Lucho todos los días contra la vida porque el día que me enfrente a la muerte sé que la llevo perdida”, le confesó a Valverde una vez. Quizás sabía que en el más allá lo esperaba un Cielo de tambores.