Home

Gente

Artículo

Ameneh Bahrami, de 32 años, quedó desfigurada cuando Majid Movahedi le arrojó ácido en la cara. La semana pasada protestaba porque los médicos no le aplicaron gotas de ácido a su atacante, a pesar de la sentencia dictada por la justicia.

CONTROVERSIA

Machistas por siempre

En un país en el que los jueces suelen condenar a las mujeres cuando son agredidas por hombres, la sentencia para aplicar el ojo por ojo a un sujeto que dejó ciega a su pretendida parecía romper la costumbre. Pero ahora no la quieren aplicar.

21 de mayo de 2011

Ameneh Bahrami nunca estuvo segura de si podría aplicarle la ley del Talión, el ojo por ojo y diente por diente, al hombre que le arrojó ácido en la cara el 3 de noviembre de 2004 y la dejó ciega y desfigurada. A pesar de que un juez le había dicho que su petición se iba a hacer realidad el 14 de mayo de este año, prefirió mantenerse escéptica. "No estaré tranquila hasta que se haga cumplir la sentencia. Me da miedo que puedan cambiar de opinión y la vuelvan aplazar", confesó a los medios luego de salir de los juzgados del sur de Teherán. Tras seis años de espera, su verdugo, Majid Movahedi, un excompañero de universidad que la atacó porque ella se negó a casarse con él, recibiría cinco gotas de ácido en cada ojo.

"La aplicación de la sentencia queda aplazada", anunció en voz alta un hombre de barba vestido de traje azul y camisa blanca, cuando Ameneh y su familia se encontraban en uno de los salones de visita del hospital judicial de la capital iraní, donde estaba programado que un médico forense le pondría las gotas de ácido a Majid a las doce del mediodía del sábado pasado. Se confirmaba su peor temor.

La joven, a quien una decena de periodistas esperaban a esa hora a la salida del hospital en un espectáculo mediático inusual en Irán, no podía dar crédito a lo que oía. ¿Para qué la habían hecho viajar en vano desde Barcelona, donde reside, a Teherán? ¿Por qué le habían confirmado que esta vez la decisión no tenía vuelta atrás?, se preguntaba desconcertada Ameneh, quien una vez más volvía a estrellarse contra la justicia.

La ejecución de la sentencia se ha venido aplazando desde el 29 de noviembre de 2008, cuando un juez decidió que Ameneh tenía derecho a aplicar la ley del Talión en un caso por ácido, algo sin precedentes en el país islámico. Generalmente se castiga con la muerte, pero nunca con una retribución exacta.

"Quiero que la gente sepa que si hace algo mal, lo tiene que pagar. Esto no es una venganza. Es una ley para Irán, para que a nadie más se le ocurra tirar ácido en la cara de otras personas", explicó Ameneh a SEMANA mientras hacía un resumen de lo que ha sido su vida desde que Majid la agredió una tarde de otoño, después de salir de trabajar. Cuando caminaba por la calle vio de repente que el hombre, a quien había rechazado en varias oportunidades, se le acercaba con un frasco rojo en la mano. "Apenas me cayó la primera gota de ácido en el ojo, ya no pude ver bien", recuerda.

Desde entonces, su vida se convirtió en una constante lucha. Al principio, su gran pelea fue para salvar la poca visión que le quedaba y recuperar su rostro. Fue así como, después de tocar muchas puertas, llegó a Barcelona en busca de ayuda. Pero no tuvo éxito. Después de una cirugía en febrero de 2007, contrajo una infección en el ojo izquierdo y lo perdió. En total, se ha sometido a 17 procedimientos.

Entonces, el objetivo de su pelea cambió. Aunque siguió pendiente de sus cirugías plásticas, decidió regresar a Irán para reclamar la ley del qisas, conocida en Occidente como la del Talión, contemplada en el Código Penal de ese país. Quería que Majid pasara por el mismo sufrimiento que ella. "Él nunca me pidió perdón. Estaba seguro de que yo no lo lograría".

Pero con la sentencia no terminó su batalla. Las viejas costumbres no mueren, y a los iraníes no les parece bien condenar a un hombre en un pleito con una mujer. Después de ganar en la Corte, vino el debate médico. El primer interrogante era cómo aplicarle el ácido a Majid para que no tuviera consecuencias en otras partes del cuerpo. Y el segundo, quién estaría dispuesto a hacerlo. Al final se decidió que un médico del Departamento de Criminología fuera el responsable de hacer de verdugo. Muchos observadores se preguntan si los funcionarios tendrían tantos escrúpulos si la criminal fuera una mujer.

El día que se canceló la sentencia, Ameneh dijo por televisión que si las organizaciones de derechos humanos que defienden a Majid quieren que ella no lleve a cabo el castigo, entonces le debían pagar dos millones de euros. No obstante, sostiene que la prensa ha tergiversado su versión: "Dije eso porque sé que no lo van a pagar". Mientras unos creen que la sanción es ejemplarizante, otros piensan que es inhumana y le piden clemencia a la joven.

En todo caso, Ameneh no puede ocultar que el dinero es el tema que más le preocupa ahora. Sus padres ya han vendido todo lo que podían para ayudarla y en su casa no hay ingresos fijos. "El médico me ha dicho que las operaciones van a seguir toda mi vida", explica en un español enredado, al tiempo que cuenta que con el paso de los años tiene más problemas de salud como consecuencia del ácido: le dan dolores de estómago y mareos, y tiene anemia y problemas respiratorios. "Yo los oigo a todos y respeto sus opiniones, pero yo voy a hacer cumplir la ley". Por eso, asegura, nadie impedirá que siga luchando hasta el final.