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Mano a mano

Dos dietistas se reparten el mercado de los gordos del Jet set

19 de noviembre de 1990

Por estos días, en las fiestas de sociedad, cuando algún invitado anteriormente pasado de kilos aparece súbitamente esbelto, todo el mundo le pregunta, mitad en chiste mitad en serio, "¿Tu a dónde vas? A donde la Camacho o a donde la Botero?" Esta terminología en clave la domina la mayoría de los presentes ya que, o han sido clientes o han oído hablar de las dos nutricionistas del momento: Adriana Botero y Carolina Carnacho. Como en Colombia todas las modas llegan un poco tarde y con ruror, ahora el que no tiene diestista está out. Y no cualquicr dietista. Porque lo único que puede ser más vergonzoso que no tener nutricionista de cabecera, es que la de uno, no sea ni Carolina ni Adriana.
Sus tratamientos, basados en la teoría de que las dietas deben desterrar de sus menús el concepto del huevo duro y la espinaca, para reemplazarlo por un aprendizaje de nuevos hábitos alimentarios, fueron elaborados por ellas mismas recién salidas de la universidad. Aunque el planteamiento original de su idea no tenía nada de nuevo -en las dietas no es necesario ni pasar hambre ni sufrirlo que sí tenía de novedoso era la forma de conseguirlo: al paciente hay que darle una mezcla de férrea, disciplina y dulce consentimiento. Sobre esa base montaron un sistema por el cual una vez ubicados todos los hábitos y gustos del paciente -o "pacientico" como les dice Adriana Botero se les elabora una dieta en la que las limitantes en el consumo diario de calorías respete también el paladar. El tratamiento se aplica en cuatro etapas: primera consulta, etapa de reducción, sostenimiento y "destete". El paciente, a su vez, pasa por varios estadios anímicos: cuando llega está lleno de entusiasmo. A los pocos días de iniciar la dieta, entra en odio acérrimo por la dietista. Los que superan esa etapa y empiezan a ver cómo su figura se reduce, caen en el otro extremo de "enamorarse" de la doctora, cosa que hace para ella muy difícil el período del "destete".
Cuando logran reducir de 4 a 7 kilos al mes, que es lo que prometen las dietistas, se convierten en voceros ambulantes del éxito de las mismas. Es eso quizas lo que ha hecho que en sus consultorios no quepa una cita mas. El 60% de los pacientes de Adriana son hombres que, ella asegura, son mucho más vanidosos que las mujeres. Para Carolina su porcentaje es de 50-50% Del total en ambos consultorios el 70% acude a ellas por simple y física vanidad y el restante 30%, por motivos de salud.
Según estadísticas de ellas sólo un 10% se rinde sin haber conseguido perder un kilo.
La diferencia entre hacer dieta por cuenta propia y tener una asesoría profesional, en teoría, es enorme. Por un lado las dietas que aparecen en los libros son estándar, es decir de aplicación generalizada, cuando los requisitos de nutrición no son necesariamente los mismos en todas las personas. Una nutricionista, en cambio, basándose en los hábitos alimentarios, de sueño y de ejercicio del paciente, entre otros, elabora un perfil para cada uno de sus clientes y determina una dieta individual teniendo en cuenta, no sólo el metabolismo, sino los gustos. Una buena dieta no tiene por qué someter al interesado a pasar hambre. Puede, al contrario, estar orientada hacia la comida que prefiere el paciente e, inclusive, puede permitirle uno que otro capricho. Conscientes de la debilidad de la naturaleza humana, los dietistas les dan a sus gorditos un margen para pecar. Y estos, especialmente ellos, lo agradecen, no tanto en lo que se refiere a la comida, como al trago que, aun cuando se reduce considerablemente, no se elimina del todo. En algunos casos el menú incluye un trago diario, aunque lo más común es permitir una copa de whisky o de vino, unas cuatro veces a la semana. Cuando alguien sufre de una ansiedad particular -el azúcar, por ejemplo se le incluyen en la dieta pequenas dosis.
Pero la mayor utilidad que orrece un dietista no tiene que ver tanto con elaboración de la dicta, como con el elemento de control que representa tener que rendirle cuentas a alguien semanalmente. Para la mayoría de los que se han someyido a este tipo de tratamientos dirigidos, en el momento de subirse a la pesa, bajo la mirada implacable de la dietista, sienten algo muy parecido al terror. El problema en qué se convierte el deseo de adelgazar, no es tanto saber que hay que comer, como tener la disciplina para hacerlo. Y tal vez la principal función de un dietista es imponer disciplina.
En esto hay dos escuelas: una es la del garrote, y la otra la de la zanahoria nada más representativo de estas alternativas que los temperamentos de Adriana Botero y Carolina Camacho. Adriana desarrolló para sus pacienticos un perril de fiera que resulta muy útil para aquellos que necesitan autoridad sobre su voluntad. Hay algunos sumisos que lo aceptan con mayor o menor descontento. Tambien hay quienes les agradecen el hecho de que ellas los llene de miedo, pues de otra forma serían incapaces de cumplir con su dieta. Otros no soportan el regaño fijo en el control semanal y entonces hacen un nuevo invento acudiendo al despacho de la otra famosa: Carolina Camacho. Carolina es el contraplano de Adriana. Suave y flexible y se orienta más que al miedo, a la frustración que experimenta el paciente cuando afloja en su dieta.
En cualquier caso, ambas nutricionistas, son tambien sicólogas y confidentes y están convencidas de que el fin último de su tratamiento no es bajar de peso sino aprender a comer balanceado.
La mayoría de los dietistas adolecen de lo que se conoce como el síndrome del YOYO, derivado de las llamadas "dietas de choque" que se aplican para bajar muy rápidamente unos cuantos kilos. Pero lo que sucede en estos casos que los kilos reducidos, en la práctica, tienen un valor de cero, pues apenas se acaba la dieta, el paciente vuelve a sus hábitos tradicionales y, en cuestión de días recupera el peso que había perdido. No sólo eso, sino que los kilos recuperados son más difíciles de bajar en el futuro por cuestiones de metabolismo. Las personas que han sufrido del yoyo múltiples veces en la vida, no saben que de no haber hecho dieta nunca, probablemenle pesarían menos. Pues un kilo que se ha bajado y subido de nuevo, queda mejor instalado que uno que no ha sido objeto de este tratamíento cíclico.
Por lo tanto, la única norma real de bajar de peso es combinar dos elementos: el cambio de hábitos alimentarios y el gradualismo. Fuera de eso nada funciona. Los dietistas, en consecuencia, hacen el papel de profesores que deben enseñar a sus pupilos el cambio de sus hábitos con el fin de que éstos vuelvan permanentes. Una vez, bajados los kilos. lo único que se requiere para mantenerse abajo, es pensar un poco sobre lo que se está comiendo. No se supone que sea necesario hacer dieta permanente. Se trata simplemente de escoger que se combina con qué, como lo hace todo el mundo todas las mañanas con el vestuario. Lo que engorda no es comer mucho sino comer mal, y lo que enseña un dietista no es a comer poco, sino a comer bien. Después de un tratamiento de dieta dirigido por nutricionista, el paciente debe ya saber cosas como que el vino blanco engorda más que el vino tinto, que dos papas equivalen a un vaso de vino o que nada engorda más que un cheese burger con tocineta.
Esta mezcla de información, control sobre la ansiedad del paciente y estimulo para cambiar los hábitos alimentarios que aplican estas dos dietistas de moda, ha conseguido que muchos gorditos y gorditas frustrados con su figura, empiecen a quererse un poquito.

LOS FRUTOS DEL PECADO

Calorías por cada 100 gramos
Arepa 173
Pan blanco 337
Mogollas 301
Pastas 350
Papa 84
Platano maduro 137
Azúcar 384
Bocadillo 308
Mermelada 276
Chocolate 441
Helado 205
Mantequilla 732
Gaseosa 49
Frijoles 322
Arequipe 369
Mayonesa 719
Ponque 356