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MANO A MANO

10 de febrero de 1992

CUANDO CÉSAR RINCON TODAVIA NO HABIA ENtrado a la historia, sino apenas a algunas plazas españolas, él matador español José Ortega Cano con ojo de águila vaticinó: "Este será uno de los mejores toreros del mundo".

Su vaticinio no sólo se cumplió, sino que se convirtió para Ortega en un aguijón que lo llevaría a él mismo a entregar lo mejor de sí. Durante toda la apoteósica temporada que tuvo Rincón el año pasado, el único torero que estuvo siempre midiéndosele y con éxito fue Ortega Cano. Torearon juntos en España y aquí protagonizaron un par de mano a manos, se llevaron cantidades de orejas, salieron juntos por la Puerta Grande en Madrid y, a estas alturas, se han convertido en buenos amigos-rivales. Los aficionados a los toros no pueden pedir más.